Con la decisión de los Cancilleres de la Organización de Estados Americanos, O.E.A., reunidos en San Pedro Sula, República de Honduras, de anular de la resolución de 1962, por la que se “suspendió” como Estado Miembro a la Cuba Revolucionaria, se cierra, aparentemente, un ciclo en la historia de la O.E.A. y pareciera abrirse uno nuevo, controversial, sistémico y para muchos, existencial, de la que, con sobradas razones, se le llama aún “ El Ministerio de Colonias” de los Estados Unidos de Norteamérica.
No fue dramática ni mucho menos sorprendente la decisión de los cancilleres de la nueva realidad de Nuestra América, la cual solo tuvo por epílogo, la desafiante presencia imperial de la señora Hillary Clinton que, hasta el último momento de su frustrada actuación, puso en juego todas las maniobras y presiones propias del imperio, para evitar lo inevitable, dejando, a su espaldero Shannon, en la lastimosa tarea de recibir la bofetada propinada al imperio y aceptar la vergonzosa soledad en su fracasado intento de mantener aislada a la Cuba del mil veces invencible comandante Fidel Castro Ruz.
No debe haber duda - y el imperio es el que menos la tiene - que este triunfo latinoamericano y caribeño contra el imperialismo norteamericano, tiene el sello de una nueva diplomacia venezolana que, partiendo del conocimiento y comprensión de la realidades regionales y mundiales, asume con creatividad e inteligencia, la construcción de alianzas tácticas y estratégicas, en el propósito de edificar un nuevo mundo pluripolar, que rompa las viejas hegemonías imperiales y favorezca la colaboración de los Estados y pueblos del planeta en la lucha por la Paz y la Justicia Social, el desarrollo sustentable y la protección de la dignidad y los derechos de la persona humana.
Para las nuevas corrientes democráticas y revolucionarias que emergen de 500 años de resistencia contra tres imperios (español, británico y norteamericano), esta decisión, aún con sus matices y contradicciones, es un triunfo que unifica e impulsa la voluntad independentista y soberanista de Nuestra América y, una confirmación de que, por encima de la voluntad libertaria de nuestros pueblos, guiados por las ideas y el ejemplo imperecedero de nuestros Libertadores, no les será fácil al imperialismo y a sus secuaces, imponer nuevamente sus intereses bastardos.
Sin embargo “el muerto que voz matasteis, goza de buena salud”; ya que la O.E.A. no es solo un “Ministerio de Colonias” sino también, un instrumento con el cual, al final, cuentan las viejas élites políticas de Nuestra América para intentar mantener su control sobre el aparato del Estado y seguir garantizando el orden burgués y la sumisión a los dictados del imperialismo norteamericano, por lo que, aunque a “regañadientes” algunos hayan tenido que sucumbir ante las nuevas realidades del continente, seguirán oponiendo resistencia a los nuevos tiempos de cambio que desde California, Arizona, Texas y Nuevo México, hasta la Patagonia, estremecen los cimientos de “… esta gran Humanidad que ha dicho basta y ha echado a andar, y su marcha de gigante no se detendrá hasta conseguir su verdadera independencia …”. como lo profetizó el comandante Fidel Castro Ruz en la lectura de la II Declaración de la Habana.
La OEA esta herida de muerte, pero hay “misterios de la ciencia” que pueden resucitarla. Por nuestra parte, no debemos tener dudas del honor de ser sus sepultureros, pero mientras tanto, no le deberíamos dar al imperio, como lo señaló acertadamente el comandante Che Guevara: “ ni un tantico así…”, por lo que debemos impedir que los palos y picos de nuestra tarea mortuoria puedan ser nuevamente usados por los nuestros enemigos para intentar sepultar los nuevos sueños y las viejas utopías de los pueblos de Nuestra América.
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