Siete palabras sobre la pedofilia

Las apuestas están abiertas, aunque apostar en Semana Santa es pecado grave, que no se quita con avemarías

¿Habrá algún arzobispo, párroco, presbítero, diácono o abad venezolano que, durante esta Semana Santa, se atreva a hablar acerca de los comprobados hechos de pedofilia y otros abusos contra niñas y niños, cometidos por sacerdotes de todo rango en los más diversos lugares del mundo y que ahora han rozado nada menos que a la familia del Sumo Pontífice?

Podría ser, por ejemplo, en el Sermón de las Siete Palabras, ése en el que los curas suelen decirle sus verdades a Raimundo y a todo el mundo, en especial a los canallas, a los injustos, a los poderosos y -por lo mismo- al rrrrégimen.

¿Quién se atreve? Las apuestas están abiertas, aunque apostar en Semana Santa es pecado grave, que no se quita con avemarías. Conocedores del mundo eclesiástico profetizan que ningún prelado conocido dirá una palabra al respecto (contimenos, siete). Casi todos se harán los desentendidos, mirarán beatíficamente para otro lado, se lavarán sus manos como Pilatos lavó las de él.

"Primero pasará un camello por el ojo de una aguja, o, para decirlo con una metáfora más actual, primero se casará Benedicto con Lady Gaga, antes de que uno de estos santos varones admita ante Dios Todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que en este tema de la pedofilia y los abusos la Iglesia ha pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y, sobre todo, omisión", me dice el Estrangulador de Urapal, quien en estos días peregrina mucho por la ciudad, pero -¡el muy hereje!- no va por los siete templos sino por los siete bares.

Y pensar que el sacerdote que se atreva estará practicando el muy cristiano consejo de verse la viga en el ojo propio antes de criticar la paja en el ajeno. ¿Habrá alguno?

Un amigo mío, que es de lo más creyente -y crédulo-, tiene la esperanza de que alguna de las grandes figuras mediáticas de la Iglesia se dejará de fariseísmos e incluirá el espinoso tema aunque sea en la misa de gallo. Su fe se centra en los monseñores más faranduleros, como Lückert y Porras, esos que no pueden ver un micrófono de Globovisión a 30 metros de distancia porque ya arrancan con su letanía sobre derechos humanos conculcados y libertad de expresión crucificada.

Sería un gran avance para la Conferencia Episcopal que el cardenal Urosa hiciera un pequeño paréntesis en sus salmos responsoriales sólo para opositores y dijera algo sobre los pedófilos ensotanados y sus romanos alcahuetes.

Y a monseñor Baltazar, qué bien le quedaría si dejara por un momento (solo por uno, caramba) de orar por el apóstol Zuloaga y por san Oswaldo Mártir y elevara una plegaria -aunque fuera una brevísima jaculatoria- por los cristianos violados y abusados en el nombre de Dios. En verdad os digo que será como para arrojarse de rodillas a cantar aleluyas.

clodoher@yahoo.com


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Clodovaldo Hernández


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