La oposición venezolana, aliada con la derecha internacional, desde Cúcuta y Miami, fundamentalmente, ha centrado su ataque en la desestabilización económica. Por ello nacionalizar la banca, lo opuesto a privatizarla, es una medida necesaria.
Recordemos que uno de los pocos decretos promulgados en 2002 por Pedro Carmona Estanga fue la restitución de los créditos indexados, mediante los cuales cobraban intereses sobre intereses: el precio de la vivienda era reajustado mensualmente por la subida de la inflación. Y por ello uno de los primeros firmantes del mandato golpista fue Ignacio Salvatierra, presidente de la Asociación Bancaria para ese momento.
En el contexto actual, los bancos estadounidenses, según Jaime Petras, tienen muchos métodos de transferencia de fondos ilegítimos a los Estados Unidos para su inversión en negocios lícitos o en bonos del tesoro norteamericano, y de esta manera legitimarlos. Un ejemplo de la legitimación de capitales es el caso de los paraísos fiscales, como Panamá Parpers. Otro es la transacción ilegal de billetes venezolanos por pesos en la casas de cambio en el norte de Santander.
Petras afirma que sin ese dinero sucio la balanza de pagos de los EEUU sería insostenible. Y entre los bancos más grandes que figuran con esta práctica están J.P. Morgan, Chase Manhattan y el Citibank, vinculado al sabotaje reciente contra Venezuela.
Además de lo anterior, el presidente Maduro denunció el domingo 18 que aunque puso en circulación una cantidad suficiente de billetes de 50, por los cajeros automáticos se colaban los de 100 Bs, mientras el Twitter de Dólar Today calificaba esto como una burla, permitiendo inferir su participación en alianza con los bancos privados.
Por estas razones, y otras como el colapso electrónico propinado por Credicard hace días, estatizar la banca venezolana es prevenir futuros atentados contra nuestra moneda.