El termino educación, al revisar su etimología, nos plantea la búsqueda de lo que esta oculto, de lo que no se observa a simple vista, como lo recuerda aquella escena, cuando un niño llega con su maestro a un taller de esculturas, y este señalando una piedra, le dice al niño ¿ves el caballo? Y el niño responde ¿Cuál caballo? Yo veo solo una piedra, a lo que el maestro increpa, pronto veras el caballo que encierra dicha piedra. Pues eso es la educación, así como el artista esculpe y talla la piedra para lograr una obra de arte así es el Maestro, que moldea conductas, señala la luz y la senda para la formación, abre posibilidades, suministra estrategias para la vida, pero ese maestro debe tener herramientas de orden conceptual, filosófico, político, pedagógico, metodológico que permitan enamorarse del conocer, del saber, del hacer, de la educación en todo su esplendor.
De allí que es importante establecer cual es el proyecto político que sirve de marco de referencia a lo educativo, establecer quien enseña y a qué valores responde, a que intereses responde la escuela, por que se enseñan determinados contenidos y no otros, por que se enseña una metodología y otra no; con estos planteamientos se evidencia claramente que la educación y el acto educativo obedece históricamente a una determinada concepción del mundo, con una visión de la naturaleza, de su entorno y de la sociedad que se expresa en la realidad educativa y que no deja de lado el compromiso de los hombres y mujeres frente a la realidad.
Los maestros en aras de la supuesta neutralidad de la educación venían siendo formados y condicionados para servir de instrumentos en la trasmisión de conceptos y contenidos culturales que contribuyen a preservar la mentalidad del capital, abonando el terreno para el consumismo, y el mimetismo despojándose de su propia identidad, aprovechándose de su actitud dócil , sutileza e ingenuidad, haciéndoles creer la falsea idea de que la educación es solo un acto de amor y de apostolado.
Por otro lado se encuentran quienes piensan que la educación y su administración es solo una técnica que se puede asumir sin mayor compromiso político y social, ignorando las duras realidades, sin percatarse que la practica de la pedagogía apunta hacia el logro de poner al descubierto los antivalores del capitalismo, donde se reproducen los elementos de la alienación cultural del hombre, de su enajenación como ser pensante; este pensamiento tecnocrático, que obedece a una ideología la cual no es para nada neutral plantea de manera llana que el estudiante debe estudiar, el obrero debe trabajar, el sacerdote debe decir misa, el policía debe velar por el orden, pero la pregunta es ¿ quien decide lo que el estudiante debe estudiar? ¿Quien decide las formas y condiciones de trabajo del obrero? ¿Que clase de misa ha de rezar el cura? ¿Que clase de orden debe velar el policía? Seguramente que al contestar estas preguntas, con sentido racional y critico no se puede seguir afirmando que la educación es neutral, que el currículum es neutral. La educación no es un fin en si mismo, ella esta impregnada de ideologías, por lo cual en ningún momento es neutral., es decir que no hay acción humana desprovista de intención de objetivos, de caminos de búsqueda así como no hay ningún ser humano que sea ahistorico ni apolítico.
De tal manera que, el discurso sobre la supuesta neutralidad de la educación, pretende desactivar el compromiso social de los educadores y comunidades, ignorar la realidad, siendo ese discurso fundamentado en premisas ideológicas no neutrales y con alto contenido político, orientado a una operación político- ideológica que interviene en la “construcción de los fines”: fin de la ideología, fin de la política, fin de la lucha de clases, fin de la conciencia critica de los educadores; dicho planteamiento no es nada inocente ya que intenta desactivar el avance de una escuela cuestionadora y la educación liberadora; esta ultima tiene que asumirse a través de un pedagogía para la liberación que planteada en los términos de una praxis que rompa con el silencio, que oponiéndose a la escuela reproductora de los “valores” del capitalismo sea capaz de transformarse en un lugar para la construcción y confrontación; de allí que la escuela debe convertirse en centro de construcción colectiva rompiendo definitivamente con la docencia tradicional y que el proceso de aprendizaje deje de ser meramente informativo para llevarlo a discusión abierta de cara a la realidad donde quepa la posibilidad de plantear diferentes posiciones ante la misma, teniendo presente que “la educación es una función política de las actividades del hombre, porque por medio de ella se forja la nación, se orienta el porvenir y se impulsa el progreso de los pueblos. El más político de los ciudadanos debe ser el maestro” (Prieto Figueroa).
Al final de este escrito parafraseando al gran maestro Paulo Freire quien plantea con gran claridad que “educar es una practica política, la educación nunca es neutra; toda practica educativa es política, así como la practica política es educativa. Las practicas educativas siempre son políticas porque involucran valores, proyectos, utopías que reproducen, legitiman cuestionan o transforman las relaciones de poder prevalecientes en la sociedad; la educación nunca es neutral, está a favor de la dominación o de la emancipación”
La educación debe asumir los retos del presente que planteándose su perspectiva de liberadora, tiene que superar el carácter funcional que reduce al docente a un funcionario, así como superar el carácter profesional de la enseñanza que reduce al docente en un experto, la educación es una tarea política por excelencia, es una misión de trasmisión de estrategias para la vida.
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