De la dependencia cultural e intelectual no tenemos la menor duda en afirmar que el sistema educativo y fundamentalmente las universidades han sido, en la mayoría de los casos, cómplice de estas aberraciones. Hemos tenido una universidad de espalda al país, ghetos intelectuales, académicos de escritorio, investigadores y extensionistas para el beneficio de una élite. Una educación excluyente a la que no pueden llegar los pobres en su inmensa mayoría. Estas cúpulas universitarias, con sus excepciones, que al igual que otras instituciones como la iglesia y los medios de comunicación, se han convertido en representación de los decadentes partidos políticos y son ellos la máxima expresión de la oposición, y quienes critican las propuestas de cambios que viene desarrollando el gobierno nacional, pero sin ofrecer alternativas, requieren de su transformación.
Los universitarios no podemos seguir de espalda al país, como promotores del pluralismo ideológico, productores de conocimientos, estamos en la obligación de asumir, critica y constructivamente, posición ante los cambios que se generan, no para "bendecirlos" y convertirse en aparto ideológico del gobierno sino para asumir el rol protagónico en la contribución de la construcción nacional. Teniendo claro que las misiones son alternativas temporales para dar respuestas a los excluidos sociales, es necesario ir creando paralelamente las bases de las estructuras- que con cierto grado de permanencia - tendrán que asumir estas responsabilidades.
Hemos criticado como históricamente las universidades se han comportado como (un estado dentro del estado) donde el estado nacional pareciera tener como única obligación garantizar los recursos, los cuales muchas veces carecen de mecanismo de control administrativos, el propio estado mucha veces no maneja con precisión cuántos alumnos hay por carrera, cuántos egresaron, cuántos trabajadores, obreros, profesores, en qué condiciones de trabajo, cuál es la planta física, laboratorios, beneficios estudiantiles, convenios nacionales e internacionales, actividades investigativas, tecnológicas y de producción, llegando en muchos casos a conocer solamente la partida de trabajadores a los cuales hay que pagarles un salario.
Este desligamiento entre estado, sociedad y universidad, se produce por causas múltiples, por un lado la deformación del estado petrolero cuya renta ha hecho posible mantener a instituciones y sectores sociales sin responder a un plan estructurado de cuáles son las prioridades del país, cuál es el modelo de desarrollo económico, cuál es el modelo político y cultural que haga posible definir una política educativa cuyo objetivo central sea contribuir en la formación del modelo societal que se desea. Al decir de Prieto Figueroa (1977):
"Nuestras universidades no se apersonan de las necesidades de las comunidades, ni tienen conciencia de la orientación del desarrollo en Latinoamérica. Su gran pecado es la improvisación, crecieron al garete, como órganos de expresión de la oligarquía que las usa para formar las elites del poder (…)La universidad debe figurar como un engranaje fundamental en la elaboración de los planes de la nación, puesto que a ella corresponde suministrar los técnicos encargados de realizar esos planes y promover el desarrollo." [1]Continuará…
[1] Prieto Figueroa, Luis Beltrán. (1977). Estado y educación en América Latina. Caracas. Monte Ávila Editores. p.295.