Medvédev, actual primer ministro ruso, antes fue presidente, interrogado por un maestro, en una apartada región del gran país euroasiático, de por qué el Estado, pese la alta inflación, mantenía a los maestros con sueldos tan bajos.
Antes de seguir adelante con el asunto ruso, me detendré un rato en recordar lo que sostenía y defendía el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. Para este, el rol del maestro como agente de cambio en la sociedad, desde la escuela y la comunidad donde convive, es de primer orden. En el pasado lo fue, lo que explica precisamente los destacados roles de él mismo, Simón Rodríguez, Andrés Bello y el brasileño Paulo Freire, ahora en esta moderna etapa.
Las luchas de la vieja FVM y más tarde del Colegio de Profesores de Venezuela, en primer término, se dedicaban a orientar e influir en el diseño del sistema educativo, lo que era asunto vital en sus eventos internos tanto regionales como nacionales, y en segundo lugar, se ocupaban de la defensa del salario de los agremiados. Una cosa y otra, estaban estrechamente vinculadas a la lucha de clases de la sociedad venezolana y al rol clasista que le correspondía desempeñar a los educadores.
Ya avanzada la etapa del puntofijismo, la derecha, valiéndose de la artimaña de la conquista del derecho a contratar, volvó los viejos gremios en simples sindicatos, dedicados exclusivamente a la defensa de aquél y dejaron a un lado el otro rol, tan importante y quizás más que el primero. Es decir, los educadores renunciaron al derecho o práctica de discutir el asunto educativo en detalles y hacerse oír en esa materia por el Estado. De esa manera, dejaron exclusivamente el derecho a decidir sobre esos asuntos tan vitales. Por eso, perdieron su rol y fuerza de cambio y apenas se convirtieron como sindicatos, en vigilantes, muy malos y desacertados por cierto, del salario de los educadores. Porque si algo malo aquí se hace, es cuidar el ingreso del educador, para que este pueda dedicarse como debe a su loable tarea. Un educador que se sobresatura de trabajo, dentro o fuera de su campo natural, desciende en su calidad y rendimiento; se convierte mentalmente sobre todo en una mercancía y lo que es peor, los efectos de eso lo pagan el educando y la sociedad toda.
Aquel derecho de los educadores, nacido de las luchas de la vieja FVM, de discutir entre ellos el sistema de aprendizaje o de educación, que les permitía influir en el diseño de los objetivos del Estado en ese campo, fue abandonado para dedicarse sustancialmente a lo salarial y alguna u otra ventaja pírrica para el docente, lo que el patrón generalmente incumple o lo hace de manera que siempre le deja insatisfecho y por debajo de sus necesidades básicas. Para decirlo en el lenguaje habitual de alguna gente, se optó por el simple economicismo.
El FMI y los gobiernos de la IV República, diseñaron una estrategia, a la cual sirvieron en razón del cambio antes mencionado no sólo los docentes y su respectiva dirigencia con ellos identificados, sino también la izquierda. En la sola lucha por aumentos salariales, contratación o defensa de esta, por educadores salían de una huelga para entrar en otra. De esto debe recordar mucho nuestro apreciado Aristóbulo, entonces mano de derecha del máximo dirigente de la FVM de entonces, Isaac Olivera.
Entonces el FMI y la derecha, con la complicidad inocente de la izquierda, convirtieron la lucha de los educadores en un simple asunto alrededor del contrato que, salvo algunos simplismos, tocaba el tema educativo. Incumplir el contrato y defender su aplicación, se tradujo en una práctica huelgaria casi permanente, que contribuyó al crecimiento progresivo de la escuela privada. Por la casis parálisis y por supuesto deterioro de la pública. De dirigentes gremiales con alta formación académica, visión crítica del proceso educativo y sensibilidad por la condición social del docente, optamos por sindicalistas profesionales.
Pero en medio de aquel teatro, el salario del educador cada vez se alejaba más de la majestad de su cargo, hasta convertirle en uno de los más bajos entre los trabajadores del país. Y eso ha tenido un costo sustancial, no sólo el descenso de la calidad de vida de ellos, sino el deterioro del sistema educativo global y la calidad del aprendizaje formal. En Venezuela, desde hace años, el docente para poder subsistir se llena de horas de trabajo, en el sector público y privado y se ha dedicado en buena medida a hacer otras cosas, como volverse vendedor o mercader, para “cuadrar la arepa”, si es que consigue harina, maíz o masa. Hoy, no tiene nada de raro, que también muchos de ellos se hayan vuelto bachaqueros.
Pero por el incidente entre el primer ministro ruso y un maestro que, como ya dije, le preguntó o reclamó por el bajo salario de los educadores, Medvédev, pareciera que el Estado capitalista todo, no me invento socialismos, mal valora a los educadores. El interrogado, dio una extraña respuesta que denuncia el bajo concepto que tiene de la educación y los educadores. Respondió Medvédev, “¿Por qué no monta un negocio?”.
Quizás, sin mostrarse muy inteligente que digamos, utilizó contra el maestro que le interrogó, a través de aquella pregunta, el mismo chantaje que aquí por años se ha hecho. Consiste en convencer a los educadores de aquello que su trabajo es un apostolado, por lo que deberían renunciar a los más mínimos derechos y conformarse con la elemental subsistencia, si es que la tiene; para eso es maestro. Quiso decir Medvédev, como cualquier burócrata que bien gana, “si no tienes vocación para cumplir tus deberes aun muriéndote de hambre, dedícate a la vulgaridad de comerciar”. Algo así, como si estando en Venezuela, para empezar, lo “invitase” a bachaquear, porque, bien sabe el funcionario ruso, por algo hasta ha sido presidente que, muchas cosas que se hagan sin valor alguno o muy poco, para no pecar de exagerado, en la sociedad, son mejor recompensadas – “recompensadas”, dije con todas las connotaciones de la palabra – que formar muchachos.