Hace días, leyendo "La piel de Onagro", novela de Honoré de Balzac; pasando por un pasaje que hablaba sobre las realidades y las apariencia, entre las pobrezas de las riqueza y las riquezas de la pobreza; se activaron mis decrépitas neuronas, como se excitan los ojos cuando comienzan a ver la aurora, para discernir sobre el título de estas cavilaciones; sin creerme el dueño de la verdad. Aparté un poco la modorra mental, prenda que muchas veces nos viste en este mundo de contradicciones. Según la filosofía del conocimiento, se hallan dos formas de conocer: el del hombre vulgar y el del hombre que posee la sapiencia. Con esto no pretende decirse, que se trata de una diferencia del carácter del objeto, al contrario, del modo particular que ambos sujetos tienen que aplicar el conocimiento. El conocimiento vulgar o comúnmente conocido como empírico, es un conocimiento aparente de las cosas. Por ejemplo, todos sabemos que va a llover cuando vemos el cielo encapotado. Es lo que registran nuestros sentidos en forma natural, la costumbre de ver las argentas nubes. Y para ello, tomamos previsiones.
Ahora bien, mi apreciado público aporreahabiente, más allá del cielo encapotado, existe un porqué del fenómeno de la lluvia; y es precisamente, donde interviene la sapiencia del hombre, descubriendo, colocando el conocimiento científico para demostrar fehacientemente por qué llueve. Para esto utiliza los pasos del método científico, estudia las variables, y todos los elementos que intervienen en este caso. Realiza estudios comparados con otros hechos, tratando de establecer claridad científica, inteligencia abierta, dando iluminación a la ciencia y aportando beneficios sustanciales a la sociedad; y por ende, al progreso del estudio, del conocimiento; mientras que el conocimiento empírico o vulgar no suministra ninguna información explicativa de los sucesos. El humano, con su sapiencia, dentro de sus muchas conjeturas, busca las causas y sus efectos, para adentrarse más en el estudio. A mi modo de ver las cosas, vive en un constante desafío para descubrir las leyes que rigen el universo. Con su elevada inteligencia, el hombre se dota de gran estudio.
En este orden de ideas, quizá a manera folclórica, voy a traerles el resultado de una plática que no hace mucho sostuve con un amigo. Resulta que, amistosamente hablando sobre el estudio y las cosas materiales, mi interlocutor lanza esta perlita: -"Yo, vendiendo empanadas, gano más que quemándome las pestañas (estudiando) en una universidad"- Y remata para más colmo con esto: -"Para qué tanto estudio, un profesional no gana nada, chico"- Después de escuchar sus argumentos, me quedé pensativo un instante. Le increpé en estos términos: Considerándolo desde el punto de vista económico, te doy toda la razón. Vendiendo empanadas, sin mucho esfuerzo mental, sin quemarte las pestañas ni las cejas; podrías obtener grandes beneficios económicos, eso no está mal. Sin embargo, el conocimiento es necesario, viéndolo desde el punto de vista social. No pretendo convencerte. Fíjate, tú tienes niños que en algún momento pueden enfermarse, Y para ello tienes que buscar el conocimiento científico de un pediatra; no al empanadero.
Así las cosas, con el ejemplo anterior, mi colocutor no me contraargumentó. Proseguí: Si todo el mundo se dedicara a vender empanadas, no existirían las profesiones que exigen estudios beneficiosos a la sociedad. Le dije: El dedicarse a cualquier actividad no es pecado; hay que buscar las alternativas económicas para cubrir nuestras necesidades, para subsistir. Incluso, una persona puede desempeñar la profesión de ingeniero, abogado, entre otros, en cualquiera dependencia. No obstante, eso no es soslayable para que no pueda tener su propio negocio (autogestión). Pero de ahí, considerar que las cosas materiales, el dinero y el trabajo más expedito, son más importante que la adquisición del conocimiento, del estudio, creo, que es un cuestionamiento írrito; respetando las discrepancias ajenas. Una persona tiene necesidad de comerse una gustosa empanada; empero también tiene necesidad de preservar su salud. Hoy podemos tener riquezas, mañana no. Para cerrar, opino, que el conocimiento es permanente; las cosas materiales son circunstanciales.
¡Muchas gracias! Échele dedos al teclado; y deje que el pensamiento y sus conocimientos fluyan.