La generación cacerola

¿Qué efecto puede haber ocasionado en la psiquis de un púber haber visto en el 2002 y 2003, a su madre, con síntomas claramente histéricos, tocar cacerolas sin parar, como si fuera la actividad más importante de su vida? ¿Cómo se habrán marcado esas mentes infantiles cuando veían a sus progenitores odiar a diario al Presidente electo democráticamente y a cualquiera que se declarara partidario de este, o vociferando que ahora sí caía “este rrrégimen”, para luego ver pasar los años sin que tal premonición se cumpliera? ¿Creerá alguien que no se dejó una profunda huella en las cabezas de los adolescentes que salieron con sus padres a “guarimbear”, quemando basura y cauchos, llenando de humo y suciedad su propio ambiente, además de ver a sus mayores atentando en contra de la propiedad de cualquiera que simplemente quisiera ir a trabajar por esos días?

Analicemos algunas de las improntas que marcaron a esta generación:

1. INCOHERENCIA: sus madres no tocaban cacerolas porque no tuvieran comida para colocar en ellas, como ha sucedido a lo largo de la historia cuando se ha utilizado este método para protestar. Por el contrario, la nevera de estos adolescentes estaba llena de comida, a veces, incluso, con exquisiteces, sin embargo, a las 8:00 de la noche, los padres, en lugar de estar compartiendo la cena, tocaban cacerolas con fruición, para “tumbar a un tirano” que por sus hechos demostraba no ser tal. También se marcó con incoherencia a esta generación, cuando esos mismos padres hablaban, en cualquier reunión familiar, del “comunismo de Chávez, el ogro que les estaba quitando todo”, pero esos adolescentes comprobaban que su familia ahora tenía carro nuevo (comprado con el plan Venezuela Móvil) y además, tenían apartamento propio porque el gobierno de Chávez había bajado los intereses.

2. ODIO: Las expresiones que los padres de estos jóvenes proferían en contra de Chávez o de cualquiera que se confesara revolucionario, sin duda dejaron honda huella en estos niños en cuanto a la manera de enfrentar los problemas. En una salida familiar a un restaurante un día domingo, esos padres preferían dejar de compartir con sus hijos para cacerolear e insultar a alguna persona identificada como “chavista” que también estuviera allí comiendo tranquilamente con su familia, amargándole el momento a todos los comensales. Además, hacían cómplices de esta actividad fascista a sus propios hijos, a quienes ponían también a tocar cacerolas en contra del “chavista”. Cuando iban en el carro, estos padres dejaron de escuchar música para colocar al periodista más odiador dando las direcciones de las casas de cualquier “chavista” caceroleable o indicar en tiempo real en qué restaurante, centro comercial o cine se encontraba la víctima. Acto seguido, el progenitor cargado de odio, giraba la dirección del carro y se iba a ofender y a humillar al señalado, llevando consigo a sus hijos. No digo una marca, una tronera de odio se sembró en estos adolescentes, que ahora hacen lo mismo con Robert Serra, estudiante de la UCAB, cuando este acude al cafetín de su universidad simplemente a comerse una empanada, por el único pecado de haberle respondido a los defensores de RCTV.

3. FRUSTRACIÓN: Otra marca que ha quedado en estos jóvenes es la frustración de haber visto a sus padres odiar con tanta furia al “tirano”, de cacerolear hasta que se desfondaron las Reena Were, y sin embargo, que Chávez tenga cada día más respaldo popular.

Estas no son todas las improntas, pero el espacio no da para más. Cada quien, haga su propia lista.

mphelnacional@yahoo.com


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Mary Pili Hernández

Ex-ministra de la Juventud, ex-viceministra de Relaciones Exteriores para América del Norte, y ex-concejal por el Municipio Libertador. Cristiana, Periodista, Socialista, Bolivariana, Antiimperialista y Chavista.

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