A los docentes en su día

Fue el 15 de enero de 1932, durante la dictadura de Gómez, cuando se fundó la Sociedad Venezolana de Maestros, con la finalidad de defender los derechos laborales de los Educadores y mejorar la calidad de la educación en nuestro país. El Presidente Medina Angarita, trece años después, el 13 de enero de 1945, decretó esta fecha en homenaje a los educadores, como Día del Educador o Día del Maestro.

El pasado 15 de enero, celebrábamos un año más de esta fecha, que distingue el valor del maestro en nuestra sociedad. No es cualquier día, ni mucho menos es un profesional comparable con cualquiera. La valía del docente en nuestra sociedad, y en todo el mundo es incomparable, determinante en el desarrollo humano, económico y social de cualquier nación. El maestro es aquel individuo que tiene en sus manos la potestad y la oportunidad de formar hombres y mujeres de bien, consustanciados con nuestra sociedad, desde edades muy tempranas. El ser maestro, es la labor más importante en el mundo, por encima de cualquier otra ocupación, sin desmeritar ninguna. Jamás diría que es un trabajo, es un compromiso con la humanidad, es una ocupación tan o más importante que la que despliegan las fuerzas armadas de nuestra nación, es una tarea de estado, es un acto de amor, es un servicio a la patria y a la ciudadanía, de los más valiosos. Su importancia en el mundo, va más allá de la manufactura de un producto, de la creación de infraestructuras, de la realización de grandes operaciones financieras. Su trascendencia lo eleva a ser el alfarero de hombres, el forjador de ciudadanos no solo útiles, sino continuadores evolutivos de la patria.

Un maestro, no lo es, ni puede ser cualquiera. Más allá de la profesionalización y los estudios, la condición del ser maestro pareciera venir definido en los genes de algunas personas, no basta con los elementos técnicos aprendidos. El ser maestro, desde mi humilde punto de vista, es una condición humana, es un sentimiento, es un compromiso con la humanidad, que sobre pasa la contraprestación económica. Pareciera que no bastase, con hacerse de un titulo en la universidad, hacen falta elementos espirituales, un inmenso corazón y una gran vocación de servicio. Lo contrario, no solo termina afectando el quehacer docente, sino el sistema educativo como un todo.

Hoy en día, todavía conseguimos educadores que despliegan en sus espacios, con sus niños, una entrega total, no solo de su amor, cariño, ternura, atención, paciencia inagotable, comprensión, lo cual ya es bastante. Ellos ofrecen hasta lo que no tienen, por hacerlos sentir bien, por condicionarlos positivamente para el aprendizaje, por crearles un mejor ambiente de estudio, por convertir sus espacios educativos, en lugares acogedores. He tenido la oportunidad, de presenciar en algunas escuelas, a docentes que de sus propios fondos, sin recurrir a otra ayuda, convierten sus aulas de clases, en verdaderos jardines escolares, que con sus pocos ingresos, jamás dejan de celebrar junto a sus niños una fecha importante, que no dejan pasar un cumpleaños por debajo de la mesa, que nunca dejan de estimularlos, motivarlos. Personas que desde sus limitaciones, hacen maravillas. Seres humanos especiales, que entienden realmente cual es la función de un verdadero maestro. Que comprenden que es tan trascendental en la formación del hombre, la labor de los padres en el hogar, como la del docente en el aula.

En esta fecha, se hace obligatorio recordar al maestro de maestros, hombre cuyas ideas, luego de más 150 años de su muerte permanecen vigentes. Por ello evocaré algunos aportes legados a la posteridad por Don Simón Rodríguez. Decía: «El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la sociedad»; «El título de maestro, no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda a aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender»

A todos aquellos que aman su profesión, que sufren su deterioro, que día a día luchan por hacerla mejor, que entienden la importancia de su aporte, a los que se sacrifican, a los que evolucionan, a los que enseñan, a los que forman, a los que sueñan, a los que aman, a los que crean, a los que dejan huellas, a los forjadores de ciudadanos, a todos ellos, desde esta trinchera y desde la responsabilidad que detento en la Zona Educativa, les deseo Feliz Día del Maestro o del Docente. Que el Creador premie su esfuerzo, y conceda cada uno de sus deseos…

Termino este humilde reconocimiento, con un fragmento de la carta enviada por el Libertador a su Maestro: « ¡Oh, mi maestro! ¡Oh, mi amigo! ¡Oh, mi Robinson, Ud. en Colombia! ¡Usted en Bogotá y nada me ha dicho, nada me ha escrito, sin duda Ud. es el hombre más extraordinario del mundo. Usted, maestro mío, ¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota distancia! ¡Con qué avidez habrá usted seguido mis pasos, dirigidos muy anticipadamente por usted mismo! .... No he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha regalado... En fin, usted ha visto mi conducta; usted ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y no habrá dejado de decirse: "¡Todo esto es mío! Yo sembré esta planta; yo la enderecé cuando tierna... Sí, mi amigo querido, usted está con nosotros: mil veces dichoso el día en que usted pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia." »


PEDRO.G.FIGUEROA@GMAIL.COM


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Pedro Figueroa


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