Da lástima y se nos quiebra el corazón contemplar el descuido sanitario y la desadecuación pedagógica reinante en las casonas viejas que improvisadamente le sirven de sede a estas empresas mercantiles registradas como colegios de Educación Primaria.
Y pensar que este segmento educacional privado fue la alternativa que asumió el empresario privado y buena parte de los ciudadanos ante la permanente irresponsabilidad de cuanto Presidente haya pasado por Miraflores. Lo de estos siempre ha sido una remodelación de los colegios públicos, y uno que otro nuevo por aquello del billete corrupto involucrado en cada ladrillo, en cada lápiz, en cada pupitre que estos gobiernos adquieren para dotarlos de vez en cuando. El déficit educacional venezolano corre a la par con el déficit habitacional, y ambos en común tienen su crónica insatisfacción. Eso caracteriza la Administración Pública de este país.
Entre pillos, delincuentes y burócratas ávidos de dólares nuestros niños se han ido malformado en lucrativos centros de estudio ante la indiferente mirada de estos inservibles y demagógicos gobiernos.
Y pensar que el habito de la escolaridad fue impuesto desde los años 40 (del pasado siglo) a un venezolano pobre que no mandaba a sus hijos a ningún colegio, pero que sí les enseñaba buenos hábitos ciudadanos y uno que otro oficio artesanal para que cuando adulto sirviera honestamente a la sociedad sin práctica de mendicidad alguna como la que ahora practican hasta egresados universitarios cuando cierran humillantes filas en búsqueda de “cambures” a cambio de su orgullo, de su profesionalidad y de su dignidad.
Como el capitalismo vio un rentable mercado en el asunto educativo, ahora disponemos de ese lamentable cuadro de madres y padres que economizan hasta el último céntimo de sus minimizados salarios para inscribir en colegios privados a unos hijos suyos que el gobierno definitivamente mantiene en permanente marginalidad.
Las estadísticas educacionales que pomposamente exhibe el actual Ministerio de Educación como indicadores de incrementos en la matrícula escolariega, recogen, precisamente, la matrícula de niños mal formados en esos antihigiénicos colegios donde los alumnos son más bien clientecitos en manos de Mercachifles, y una estadística que lógicamente responde al vertiginoso crecimiento vegetativo y demográfico experimentado en el país donde una variable importante la representan las cuotas de inmigrantes permisados sin mayores controles para usarlos más como votantes que como conciudadanos.
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