Ayer estuve en dos supermercados buscando arroz. Mi sorpresa fue tal que todavía recuerdo repetí las miles de malas palabras que aprendí en las calles de mi Pueblo Redimido y que repetíamos en grupo los carajitos de aquella época, de una manera tan rápida que llamamos "Carretillear". Eso incluía las más diversas formas de mentar la madre. No es para menos. Un kilogramo de arroz con precio de Bs 15 mil, da para maldecir los demonios. No lo compré, es la primera medida que adopté, pero tampoco me podía quedar sin arroz, y fui a otro negocio distante un kilometro, tal vez un poco más. Una ruma de arroz integral nacional con precio de Bs 6 mil, me permitió adquirir un poco más del doble que aquel con el precio híper especulativo del arroz importado; donde los ganadores no son Pueblo, sino una banda de tracaleros que apoyados o no, trasquilan los ingresos familiares.
Mis preguntas son ¿debe generar una rabia profunda que algo nacional cueste solamente el 40 % de lo importado y sigamos priorizando en importar? ¿Entendemos que esos productos envasados en el exterior vienen con valor agregado que pudiera generarse en el país? ¿Cómo están las metas de producción de arroz?
Sobre esto, lo que comúnmente se ha escrito es que las importaciones de alimentos las controla el Estado y se hacen a un dólar con una paridad de cambio ridícula. Lo que hace suponer que a todo costo y exagerando la nota, 1,5 dólares / Kg de arroz procesado genera en la intermediación mil veces su precio de importación. Pero, usemos otra hipótesis, el Estado favorece con dólares petroleros de una paridad mayor (sobre 2700 Bs/ dólar) esas importaciones selectivas de arroz procesado y empacado. En este caso, la apropiación del dinero del pueblo es solo 5,5 veces mayor. Pero sigue siendo repugnante que el sector privado se encargue de esas importaciones selectivas, si las hubiere, y más irritante que sea un ente del Estado quien las haga o promueva. Indudablemente hay que dejar que drene la rabia
Es evidente que necesitamos transparentar las importaciones de alimentos. Se ha ofrecido e incumplido colocar a disposición del público en general las cifras, la lista de importaciones y beneficiarios del sector público y privado que tienen acceso a los dólares petroleros. ¿Qué temer si no hay guisos? ¿Por qué dejar que se rumore tanto en los corrillos opositores sobre este problema si es tan fácil colocar la data en una página electrónica oficial? Esos precios especulativos también los vemos en pastas alimenticias, hojuelas de maíz, cereales para infantes y hasta en un logro tecnológico oficial antiguo llamado Lactovisoy. Los alimentos para animales que representan en la producción de huevos algo más del 80 % de los costos de producción se importan con dólar petrolero, no con dólar Cúcuta. Sin embargo, el precio de los huevos vuela más alto que las águilas. Por otra parte, cuando hay que generar empleo y mantener las capacidades de procesamiento nacional, es preferible importar con la menor cantidad de procesamiento. Los sub-productos tienen luego aplicaciones diversas.
Sobre el último punto para terminar de drenar la acidez estomacal por la especulación, creo que hay que rendir cuenta del Plan de Siembra en el rubro priorizado arroz. No hay distractores posibles, son cifras concretas de lo planificado, lo sembrado y los cosechado en los últimos cuatro ciclos (dos secanos y dos de arroz bajo riego). Si las cifras no cuadran o las tendencias no son favorables, habrá que repensar la estrategia y probablemente resulte importante generar un estímulo para logar precios internos más apetecibles al esfuerzo productivo nacional y mejores oportunidades a los consumidores para adquirir arroz en los anaqueles a precios muy inferiores a aquellos que se pagan por el arroz importado.
¡Producimos o nos jodemos todos!