Hemos cultivado con esmero una sociedad dispendiosa; la trayectoria del despilfarro es de larga data. Fuimos educados para ser insensibles al ahorro, sobre todo el ahorro energético. Todo parece indicar que en nuestra Patria la abundancia es contraria al ahorro, hay que tirar al aire lo que creemos que nos sobra, hay que utilizar vanamente la energía y hacer un uso inadecuado de toda instalación publica; ya vendrán detrás los peculadores a reparar el daño y quedarse con su tajada. Así se expresaba un amigo y maestro en sus conversaciones en mi pequeña oficina, dolido porque no le aprobaron en el Gabinete un proyecto para dotar a la agricultura de 1000 millones de dólares por año que servirían para corregir los problemas estructurales detectados en sus investigaciones. Así hablaba JJ Montilla y así también escribió varios artículos en la prensa nacional pidiendo que se corrigiera el precio de los combustibles, que mantenía ese desorden en la vida ciudadana, que hacía de los autos la prioridad del Estado mientras el buen vivir de la gente no era prioridad.
El Comandante Chávez se negó a incrementar los precios de los combustibles, antes fustigó cualquier intento de quitarle al Pueblo el beneficio de combustibles baratos. De allí nació aquello de la famosa gota de petróleo que nos corresponde. Ese discurso pasaba por alto que los pobres, sus principales electores andaban a pie y en un sistema de transporte público calamitoso, desordenado y hasta peligroso. Chávez, como político tenía muy claro los efectos inducidos que incrementos graduales del precio de los combustible tuvieron sobre el apagón político de Carlos Andrés Pérez. Todos los años de gobierno del recordado Comandante Chávez dieron piso a la discusión de los precios de los combustibles, pero igual en todo momento fue negada esa posibilidad. El subsidio a los combustibles siguió incrementándose hasta el macabro estado en que nos encontramos ahora, con la producción petrolera reducida y en caída libre, la producción de derivados incluidos los combustibles igualmente reducida, y el consumo interno alto y agravado por la extracción hacia países vecinos; el combustible barato, risiblemente lo único que ha beneficiado en una contra cultura que atenta con la economía sana, el ambiente sustentable, los sistemas de transporte adecuados, las inversiones de alta prioridad, entre otros efectos nocivos. Y el peor de todos los efectos ha sido una corrupción tal que el stercus demonis de Oviedo o el excremento del diablo de Pérez Alfonso, fueron adelantos para destapar el mierdero en que finalmente se convirtió el negocio anti patria de los combustibles en Venezuela.
El Presidente Maduro está lanzado a corregir esos errores que son también parte de su gobierno. Y a pesar, digamos que tristemente, la sociedad entera desconoce todas las implicaciones que en políticas públicas y riesgos políticos tienen los nuevos precios de los combustibles, la medida ha sido bien recibida. La desinformación es la peor enemiga de esta política. La ausencia de una política educativa sobre los temas petroleros ayuda a esta desinformación. La ausencia de estadísticas manejables por el ciudadano común en otra piedra en el zapato; las aberraciones comunes en el suministro de combustible en este ínterin de cambio de precios se ocultan o se minimizan.
Lo que no se ha dicho lo especulamos. Primera especulación: Los nuevos precios abren los ingresos a las cuentas de la factura petrolera interna y posiblemente tendrá efectos en la colocación de combustibles en el exterior. Es el inicio de una economía post petrolera, que no dejará de lado el rentismo enfermizo ´pero que mejorará su eficiencia. Sin embargo se critica que los ingresos de la venta de combustibles no han sido cuantificados adecuadamente y menos se ha informado sobre las futuras inversiones a realizar. Esto es una obligación ex ante a los nuevos precios de los combustibles. Si esos ingresos van servir para incrementar el gasto público corriente no estaremos haciendo uso adecuado para favorecer por ejemplo los motores productivos. En estas primeras especulaciones la gente dice: esa vaina es para robar más. Duele que no se informe como se va a utilizar los nuevos y abundantes ingresos.
La segunda especulación es sobre la congruencia entre lo que el gobierno pauta sobre el cuido del ambiente y lo que se hace en realidad. Hay suficiente información en otros países sobre los aportes de los combustibles fósiles a la contaminación con gases con efecto invernadero. Nosotros damos buenos discursos ambientales y con la política de combustibles baratos dejamos una huella contraria a lo que le decimos al mundo. Los efectos de los nuevos precios se verán en el uso racional más cuidadoso y consecuente con el bolsillo pero también con el ambiente. Amén.
La tercera especulación está en la ausencia de un Plan Nacional Sustentable del Sistema de Transporte Público. Hemos retrocedido en el tiempo a las más precarias formas de movilización de nuestra gente. Inclusive transportar gente en estas condiciones deplorables es un delito. No se puede perder esta oportunidad para darle a los ciudadanos (as) mejores servicios de transporte, con calidad de los medios de transportación, seguridad, rutas adecuadas, mejores formas de atención al usuario, desde paradas hasta formas de pago. Hay que salir del transporte chabacano al transporte humano. Eso, pareciera que no está previsto o sigue en el sistema de gestión política de parches calientes. Es posible que además se requiera revisar y corregir en profundidad los sistemas de transporte de carga, que encarecen la vida.
Y la cuarta especulación (pueden ser más) es que ha llegado la hora de revisar el matrimonio obligado u obligante entre el petróleo y agricultura. Me considero el enemigo público número uno de aquel editorial responsabilidad de Arturo Uslar Pietri sobre sembrar el petróleo, cuando se trata de utilizar para rescatar la agricultura a realazos. Eso no ha funcionado, ni funcionará. Los excedentes financieros podrían apoyar planes concretos para mejorar las capacidades maltrechas de las infraestructuras agrícolas. Pero, el sector agrícola puede llegar a tener vida propia. Entretanto, llega esa hora bendita de la revolución en la agricultura, habrá de revisarse los impactos de los nuevos precios en la conformación de los costos de producción y los precios a los cuales finalmente se podrán acceder los productos agrícolas.
No se van a robar los reales, los nuevos precios exigen una contraloría social más aguda, y aquellos factores de poder que subestiman los controles sociales de la política tendrán que comenzar a pensar que el Pueblo pone los gobiernos pero también los quita.