Material de debate
En la medida en que aumenta el asentamiento
interno de una corte política que sólo vive de la explotación de la plusvalía
política colectiva creada por el esfuerzo de millones que día a día se insertan
en el trabajo social, controlados segundo a segundo por las direcciones
ministeriales, gobernaciones, institutos, etc, esto mismo ha permitido un
rebrote electoral de la derecha y la revitalización del imaginario liberal-oligárquico
que esta derecha expresa. Tal situación indirectamente contribuye con el golpe
en Honduras, ha radicalizar la situación colombiana donde se ha hecho del
genocidio su placer y discurso central político del bloque dominante y por acá
el cambio de correlación de fuerzas representativas que nos espera para las
elecciones legislativas de septiembre. Todos ellos son los signos, entre otros,
de una misma tendencia marcadas por el bloqueo mutuo: imperial y burocrático,
liberal y corporativo, de la rebelión nuestramericana.
Es evidente que en la medida en que se
centraliza, personaliza, desmoraliza, desmoviliza y se partidiza el chavismo
como lugar de afluencia desde los años noventa de miles de colectivos populares,
en esa misma medida éste ha perdido su lugar de liderazgo frente a la
movilización y autorganización popular. La relación entre una cosa y otra ya es
demasiado difícil negarlo hasta en el más “chavista”. Son mínimos los ejemplos
donde la movilización popular de lucha allí donde renace es defendida y
sostenida por la acción de gobierno y por ende de sus liderazgos y direcciones
de partido. Por todos lados estos señores y señoras se están dedicando a
bloquearlo todo en nombre de la sobrevivencia de la revolución que dicen
representar y que a una buena parte los hace ricos; claro, cuando ya la presión
social los desborda apelan al “jefe” y este, en nombre de todos, ofrece la
salida que crea herida en la oligarquía, sin embargo, la mayoría de ellas
supone solo un recambio de patrones, del dueño privado al propietario público.
Pero en realidad el problema que tenemos
delante es la ausencia de una respuesta coherente y congruente a esta situación
que no suponga en absoluto el alimentar nuevos oportunismos “centristas”
dedicados a recoger del árbol caído a provecho propio. Nos referimos a las
posiciones y nuevas invenciones candidaturales de partidos como el PPT, ni
búsquedas absurdas de acumulación de fuerzas insurreccionales por fuera de los
valores y espacios de organización producidos dentro del proceso histórico
revolucionario que hemos vivido desde hace 21 años, nos referimos al
vanguardismo centrado en el monólogo antichavista.
Estamos hoy en
día obligados a fabricar un orden de realidad que permita hacer verdad los sueños
de la rebelión del 89. Esa “otra república” autogobernante y nuestramericana
tiene que empezar a verse en tanto poder y realidad. Es decir, un engranaje
complejo, compacto y horizontal de infinidad de nudos y tejidos de articulación
popular que permitan ir desapareciendo del mapa las viejas relaciones de
dominación burocráticas, capitalistas y colonialistas, al mismo tiempo que
hagan brotar desde todos los territorios posibles constructos productivos y
societales dignos de una “nueva vida”, póngase el nombre que quieran: socialistas,
comunistas, anarquistas, comunales, etc. Es el cometido que nos dejan las
rebeliones de las últimas décadas y frente al cual necesitamos a como de lugar
construir “una política”, lo suficientemente lúcida, y “una organización”, lo
suficientemente comprometida, militante y cohesionada, que garanticen la
consecución de dichos cometidos libertarios.
En función de
abrir el debate necesario para ello empecemos por aclarar lo que en nuestra
consideración es un vacío de definición que ha hecho estragos dentro de esa
amplia vanguardia colectiva que constituye hoy en día lo más sano y combativo
del movimiento popular. Sin duda hemos querido avanzar en la generación de una
“nueva democracia” centrada en la participación y el protagonismo popular (es
el prioridad política del poder popular), una “nueva independencia” que
enfrente el imperio capitalista global y reabra camino al sueño unitario
bolivariano, y de manera más ambiciosa todavía, en la fundación de las primeras
bases de un orden que ahora llamamos socialista. Si a ver vamos toda la
retórica de gobierno, todo el ideario que comunica, se ordena alrededor de estos tres ejes
apuntalados sobretodo en los últimos seis años (2004, fin de la primera
conspiración contrarrevolucionaria) por el liderazgo personal de Hugo Chávez y
una institucionalidad de estado que en apariencia se hace cada vez más empática
tanto a este liderazgo como a los contenidos políticos del mismo (terror de la
oligarquía a la aparición desde aquí de una nueva Cuba). Estos ejes en su
conjunto podríamos reconocerlos sin duda como una inmensa victoria hegemónica
de la revolución (una gran victoria de las ideas emancipadoras) como proceso
radical de transformación del orden social, político y cultural. Más aún, es
gracias a esta parcial victoria que hoy en día podemos decir que el hecho
revolucionario sigue estando vivo y presente. El problema inmenso frente al
cual no hemos sabido definirnos es el problema del poder, es decir, cuál habrá
de ser el mando que ayuda a direccionar políticamente el proceso de
materialización de la hegemonía conquistada.
Avanzamos en una
hermosa fantasía libertaria, en hablar de “poderes populares” y “hombres y
mujeres nuevos”, de comunas, propiedad social y consejos obreros, de nueva pedagogía,
producción agroecológica y estrategia continental (bases entre otras del
programa nuestramericano). Hemos convencido y a la vez obligado a que el común
de las instituciones asuman este ideario como suyo pero realmente nada en
concreto hemos definido respecto al poder, o la lógica de mando si se quiere,
que será el pilar de la materialización de esa fantasía común. Nada más
ridículo que un “hiperburócrata” tratando de convencer a todos que sobre su
alma se funden Marx, Bakunin y Bolívar…y a quienes por lo general ni siquiera
ha leído… Mientras tanto los más astutos gendarmes teóricos del orden constituido
se ríen, entienden que el juego está en hacer de esa victoria hegemónica un
trampolín para afianzar sus intereses de clase, y sobre esta claridad tratan de
revivir lo que hoy en día no es más que una grosería al pueblo y la historia
revolucionaria: aquello de la “teoría de la transición” en su versión más
conservadora y determinista. Digamos que para ellos la única manera de llegar a
una cosa, que nadie sabe exactamente de que se trata, llamada “socialismo” (en
principio una sociedad no fundada sobre las relaciones sociales capitalistas
sino en relaciones solidarias) pasa necesariamente por un período previo donde
habrá de dominar el capitalismo de estado, la burocracia, la planificación
central y el partido representativo de la clase (solo que ahora su camino será
más pacífico y aceptando gran parte de las formalidades heredadas de la
democracia liberal). Sobre esta tesis mil veces derrotada, pero nominalmente reimpuesta
el día que Hugo Chávez dispuso que cada ministerio tendrá el prefijo de
“ministerio del poder popular para…”, entramos en una fase regresiva,
delegativa y finalmente absurda: hacer de un estado rentista y dependiente que
lo mejor que puede hacer es administrar “progresivamente” la crisis del capital, la estrella que ilumina
el camino de la emancipación social y la liberación del trabajo.
La fantasía
liberadora adquiere entonces la forma de una ideología de estado, al mismo
tiempo que este tiende a cerrarse alrededor de una lógica vertical y
corporativa, mientras el mando revolucionario y de estado se personaliza cada
vez más. De esta forma la victoria hegemónica queda bloqueada en la
reproducción ampliada y renovada de un viejo, ineficiente y corrupto estado que
ahora “es de todos”: y es efectivamente de todos, todas o demasiados. En
realidad, de aquellos que hemos quedado atrapados observando como las ideas más
queridas las gritan y devoran los nuevos magnates del orden capitalista
nacional. Y entre tanto, en medio de tanto absurdo e inevitable tendencia a la
decadencia, el imperio empieza a preparar de nuevo las baterías necesarias para
acabar con los fabricantes legítimos de esta rebelión, y junto con ellos, sus
conquistas, sus sueños, su expansión liberadora. Es la “república
liberal-oligárquica” que nuevamente espera su hora, piensa su propia transición
y sus alianzas inevitables.
Hay muchos retos
por delante pero insistimos que el primero de todos pasa por construir una política
que defina el punto de poder o el punto de mando por donde habrá de
garantizarse la victoria definitiva de las ideas creadas y defendidas. Tanto
como supimos impedir la entrada del desastre neoliberal, hoy en día,
conscientes de los límites que arrastramos como movimiento popular y revolucionario
a la hora de fabricar la rebelión necesaria, a como de lugar se nos impone la
tarea de dar un salto cualitativo que al menos sepa pararle el trote a la
lógica corporativa del “estado socialista” y su futura e inminente hermandad
con la república oligárquica que hoy lo desafía y desgasta. Es desde este acto
de conciencia de donde reaparece para nosotros la “tarea orgánica” como reto
del presente. Seamos propositivos en ese sentido:
1. Respecto
al poder en sí, antes de verlo como una batalla de tácticas y estrategias
encaminadas a la conquista de “un lugar” ya constituido y articulado de mando
oficial, somos de la consideración que “nuestro poder”, el poder de los
descamisados, (ese “nosotros” consciente de sí que se enfrenta a los “hijos de
puta” de los que hablaba Pancho Villa) será y existirá siempre en la medida en
que se entienda a sí mismo desde una política absolutamente autónoma de las
lógicas burguesas, representativas y burocráticas del poder (mucho y con toda
razón todas las tendencias del pensamiento libertario han repetido lo mismo)
centrada en la creación constituyente. Si el destino de ese nosotros se pone
así mismo fuera de esta lógica, “nuestro poder” no puede ser otra cosa, y en
primer lugar, que “nuestra política”, es
decir, nuestras ideas-mundo convertidas en una voluntad colectiva de
transformación profunda que se lleva a la práctica partiendo de lo que somos y
hacemos en tanto fabricantes materiales e inmateriales de la comunidad humana.
Ese es el poder que proponemos buscar y crear. Por tanto, nuestra
política es “otra política”, es decir, no es una política que pide un puesto
dentro del orden de dominio garantizando la tranquilidad de todos sus actores,
es una política fabricada desde la comunidad que lucha en función de la vida
que queremos conquistar para todos, cualquiera que sea la forma o formas de
lucha que nos toque afrontar.
2. Situándonos
desde esta perspectiva, una “otra política” que supone “otra” perspectiva de
poder nos obliga al mismo tiempo a ubicar el problema de la transición ya no
como una pretensión teleológica (una teolog de tránsito entre dos modos de
producción antagónicos (capitalismo-comunismo) dirigido y completado por una
vanguardia iluminada. Entendemos el problema de la transición desde una posición
humilde y material e igualmente comunista: como un modo de reconocer cuales han
de ser las condiciones básicas para que una pluralidad de experiencias de
carácter anticapitalista puedan ayudarse a sí mismas y al resto de los pueblos
a realizar sus objetivos emancipadores esenciales independientemente del tamaño
y trascendencia histórica de las mismas. Por los momentos nos atrevemos a
adelantar las siguientes condiciones:
a. Que
la construcción de una organización y una política anticapitalista suponga como
meta fundamental la generación de experiencias colectivas anticapitalistas
b. Que
todo proceso de transición está centrado por tanto en la creación de nuevas
relaciones de producción que se liberen de las ataduras tanto de la división
social del trabajo como de las relaciones despóticas que implican la producción
y explotación de plusvalía (incluimos entre ellas la explotación de plusvalía
económica, política como ideológica)
c. Que
lo esencial frente al problema de los estados nacionales y sus gobiernos no es
en sí la conquista de un gobierno de izquierda sino la posibilidad que el mando
de estado –al menos en una buena parte- trabaje por un largo período como una
retaguardia de los núcleos más avanzados
y comprometidos de la lucha popular (mando que obedece). Esto supone obviamente
una presión inmensa sobre los agentes de estado de manera que no les quede otra
alternativa que “el obedecer” el mando multitudinario, el cual a su vez
necesitará de un base de articulación y síntesis que supere en poder la lógica
autoritaria del estado. En otras palabras que la potencia social transformadora
quiera y pueda tomar el papel dirigente que le corresponde como sujeto de
transición y a su vez exista una dirección de gobierno dispuesta a entender la
razón, facilitar y a la vez acatar su papel “obediente”.
d. Que
la centralidad territorial que supone esta política de transición vaya creando
las condiciones para borrar del mapa las divisiones regionales, nacionales,
clasistas heredadas del mundo capitalista
e. Que
la o las organizaciones revolucionarias que se comprometan con este tipo de
premisas trabajen como un tejido entrelazado fuera de todo criterio de
representación y a distancia del poder constituido
3. Estas
premisas nos obligan a empezar a ordenar en lo que respecta a nuestra experiencia
una tesis “alternativa” de la transición, de “otra transición” propia que nada
tenga que ver con estar justificando el suntuoso mundo de los nuevos magnates
de turno, y lo peor, como únicos garantes del futuro soñado. Como bien lo
adelantó Marx en el “Programa de Gotha”, la realización del programa
revolucionario no se funde con el pasado en un híbrido estatal impotente. Un
“viejo poder”, aunque haga suyos todos los humanismos e igualitarismos que
queramos, jamás le abrirá las puertas a ese programa, el cual hoy en día
sintetizamos en la liberación del trabajo, el conocimiento y la tierra. La
“dictadura revolucionaria del proletariado” de la cual habló y que tan mal
utilizada fue después, no es más que una brusca manera de reafirmar la
necesaria ruptura que supone el comenzar la construcción de la nueva sociedad.
Todas las grandes revoluciones del siglo XX trataron de responder a este reto
sin éxito con la tristeza de los auténticos líderes revolucionarios y
frustraciones extraordinarias de casi la mitad de la humanidad. En respuesta, creímos
por estas tierras nuestramericanas a los principios de este siglo que la
formalidad constituyente e inaugurativa –la “refundación nacional” de la cual
se habló- de un nuevo formato democrático y popular de por sí nos abría el
boquete en el cielo, faltaba adecuar a ello los instrumentos políticos de
movilización y los liderazgos pertinentes (Chávez, Evo, Correa, etc). Era y es
un paso esencial que ha generado una experiencia colectiva fundamental, pero es
la “praxis” y la “conciencia crítica” que deriva de ella, quien enseña. En ese
sentido hoy podemos decir sin ambigüedad, corriendo el riesgo de las
equivocaciones y límites de siempre, que cualquier “otra política”, pase lo que
pase en los graneros del orden constituido, sean cuales sean las retóricas de
sus nuevos líderes nacionales, lleguen hasta donde lleguen los logros de esta
fase “progresiva y constituyente”, sea o no sea necesario establecer puentes
tácticos o momentáneos con las tendencias más progresivas y honestas ligadas a
este liderazgo, estará obligada a producir su propia transición sobre elementos
radicalmente distintos a los límites del estado-nación y sobre un “nosotros”
amplio, diverso, plural, pero que no acepte nunca encerrarse tras las rejas de
dirección externa y burocrática alguna. Contemos algunas metas particulares que
nos parecen fundamentales para esta transición desde “otra política”:
a. Uno:
no siendo el estado-nación, en concreto, el gobierno nacional, su objetivo
político primario, sino el espacio vital y productivo que necesitamos
descolonizar, descapitalizar y liberar de los dominios heredados desde la
colonia hasta hoy. Dos: situándonos en el contexto global del capitalismo de
hoy y al mismo tiempo en el renacer de un utopismo bolivariano o
nuestramericano esencialmente anticapitalista. Se hace por tanto fundamental
“una política y una organización inspirada en ella” que aprenda a trabajar de
manera “desnacionalizada” construyendo nuevos territorios y nuevas comunidades,
a partir de la fabricación de todas las formas de articulación cognitiva,
comunicante, productiva, formativa, distributivas, movilizadoras, posibles,
quebrando todos los límites territoriales, raciales, nacionales, locales,
sexistas, que la historia nos ha impuesto.
b. “Todas
nuestras luchas” las de todo ese inmenso “nosotros” hecho esencialmente de
clase trabajadora, es nuestro contexto. Desde ellas organizamos nuestro
encuentro, los contenidos de estas luchas, la unidad necesaria. Sin embargo, ya
no es suficiente reafirmar su desafío y la autonomía de ellas y con ello la
autonomía política de las clases populares. Hoy en día, en el marco de esa
“transición alternativa”, es esencial construir una “nueva soberanía” y una
“nueva institucionalidad” ligadas a la lógica del no-estado que no es más un
inmenso tejido “desnacionalizado” y “desburocratizado” de poderes populares, y que
al menos en el contexto nuestramericano ya no reconozca ni fronteras entre
países ni la legitimidad de los viejos poderes estatales. Reconocemos sí que
están allí, merodeando su propia e irresoluble crisis, imponiendo su fuerza y
su represión. Son, estructuralmente, el mando colectivo inmediato de nuestros
enemigos históricos, mandos que ya no saben qué hacer para mediar en frente
ante las enfermedades letales de su querido e imperial orden.
c. Por
tanto, al hablar de “poder y de mando”
obligados estamos, desde los lugares que esas luchas nos congreguen, desde los
acontecimientos que ellas produzcan, desde “el” o “los” congresos de los
pueblos que sean necesarios, generar el “proceso constituyente y popular” que
le abra camino a esa “nueva república autogobernate y nuestramericana”. Nada
podemos estar decretando en ese sentido que no sea del aprender de los caminos
principalmente indígenas y zapatistas ya avanzados. Lo que sí nos atrevemos a
advertir es que no se trata de una integración estatista donde privará siempre
la lógica del estado más fuerte y con más recursos. Es una integración mucho
más compleja y horizontal, “desestatizada”, producida por “multitudes” y creada
desde la suma de espacios locales y específicos, regiones y corredores
territoriales que sepan imponer un orden feliz de liberación. Articulándose y
fortaleciéndose a ellos mismos desde un –o varios- espacios federativos y
confederativos que los vaya fusionando y acrecentando su capacidad tanto
productiva como de combate. Seguramente su proceso transitivo y constitutivo durará
mucho tiempo –por lo menos varias décadas- y seguro que serán muy profundos y
dolorosos los conflictos que se habrán de atravesar. Se trata de un continente
demasiado apetecible para los imperios sobrevivientes y para su violenta
respuesta también tendremos que prepararnos “más allá de toda frontera”. Sin
embargo “el acto del nacer”, ese “síndrome constituyente” que definitivamente
le de vida a esta otra política, junto muchos, tenemos que comenzar a incitarlo
y disparar su fragua. Ello puede ser desde el lugar más pequeño o el congreso
más grande. Por aclarar estas palabras se escriben precisamente desde lo más pequeño
y territorializado.
d. Ordenando
elementos, decimos entonces que esta “otra transición” tiene por delante el
reto fundamental de la unidad en lucha de los pueblos desde sí mismos y en su
propia singularidad. Ahora, al mismo tiempo reconocemos que estamos enfrascados
en una cultura y unas estructuras sociales y productivas, de orden privatista,
burocrática y nacionalista que a la final, guiados por neoliberales o
capitalistas de estado, siempre quedarán ahogados bajo la lógica imperial del
capital. Por lo cual toda “estrategia” para esta “transición”, recogiendo la
sabiduría china, tendrá que estar enfrascada “por ahora” en un “doble espacio
de lucha”:
e. Primero, en un espacio de “lucha nacional” que
busque en el mejor de los casos que dentro de los estados nacionales al menos
se imponga una corriente que termine de entender el papel de “retaguardias”
útiles que pueden jugar importantes fragmentos de estos estados frente una
nueva “corriente histórico-social” que no sólo los está negando sino fabricando
un orden alternativo desburocratizado y desnacionalizado. O al menos podamos
establecer en puntos concretos relaciones de “equivalencia de poderes”, es
decir, una difícil relación “de igual a igual” entre la lógica de pueblo y la
lógica de estado. Esto supone una actitud política positiva frente la
pertinencia táctica de la lucha tradicional por los espacios del poder
constituido, apoyando los grupos más progresivos compenetrados en esta lucha,
siempre y cuando se vea en ellos únicamente una retaguardia necesaria del mando
popular exento él mismo de toda lucha representativa. Lo otro, la hegemonía
absoluta del fascismo neoliberal o el estado burocrático-corporativo queriendo
imponerse a los pueblos, ahora o más tarde el enfrentamiento es inevitable.
Segundo, más allá de estar proclamando internacionales sin piso la “lucha
nuestramericana” como segundo y más importante sistema de lucha, se nos
presenta como una suma de conquistas y construcciones puntuales y territorializadas
(como decíamos, de orden productivo, comunicacional, formativo, movilizador y
de defensa) en cuyo espacio se va fraguando el sujeto y el contexto alimentado
por un imaginario, un simbolismo, un conjunto infinito de relaciones, de
acuerdos, de luchas, de nuevas instituciones comunes y federativas, centrados
en lo que desde este orden de palabras denominamos la “república autogobernante
y nuestramericana”. Dos “espacios de lucha” que se entrelazan tendencialmente y
que en nuestro parecer deben sintetizarse en una organización o tejido
militante unificado sobre el sentido de esta “otra política”.
4. Necesitamos
igualmente referirnos aunque sea puntualmente a una “metodología básica de la
transición”. El llamado “método Invedecor” que en un primer momento se planteó
como estrategia de articulación de prácticas de liberación, en realidad jugó un
magnífico papel en lo que fue la batalla por una “nueva cultura política” y la
victoria hegemónica de la cual, al menos en parte, hoy podemos dar fe de su
alcance. Por ello se trató de una metodología básicamente cualitativa que buscó
cualificar y transformar al mismo tiempo la práctica revolucionaria. Pero hoy
en día necesitamos de una “metodología
para otra política”, es decir, de una metodología que se entienda a sí misma
como “una ciencia política del pueblo” que sirva para resolver el problema de
fondo del poder, cuyo asunto básico es el cómo poner en manos de los colectivos
mas resueltos y comprometidos en la base del movimiento popular el mando
colectivo y democrático de este largo proceso de transición. Nos atrevemos a
adelantar que en ambos “espacios de lucha” (nacional y continental) priva en
estos momentos una metodología centrada en la “suma acumulativa de victorias”
gestadas a partir de la solidaridad militante tejida y ampliada, las cuales,
independientemente de sus razones originales y particulares, tengan como fin
despejar el acertijo del autogobierno popular. Luchas dirigidas y definidas
desde las “cartas de lucha” que se armen en cada lugar, desde la “multitud de
razones” que sustancian hoy en día la lucha popular. Lo que ayer fue una
práctica con un contenido alternativo hoy se convierte en la necesidad de
definir una razón de lucha, su alcance emancipador, los sujetos que la llevarán
adelante, su espacio territorial, su identidad propia y el cómo esta victoria,
en caso de obtenerse, hará parte de una “agenda nuestramericana de liberación”.
5. Terminamos
con el problema programático que en nuestro criterio tiene como fin táctico
fundamental el fortalecer los espacios de resistencia y como cometido
estratégico el darle vida a la república autogobernante y nuestramericana. Puntualicemos
algunos de estos aspectos programáticos propios de esta transición:
a. Debilitar
el estado burgués y el orden imperial en todas sus versiones
b. Fortalecer
todas las formas de autogobierno y desarrollo del poder obrero y popular
c. Quebrar
las estructuras de propiedad monopólica imponiendo la apropiación y mando
colectivo sobre ellos como la libertad política en el uso comunal de los fondos
estratégicos que deriven de los excedentes económicos producidos
d. Multiplicar
los espacios y su capacidad productiva en forma de comunidades autogestionarias
que a su vez se entiendan como la base material y de recursos de la “otra
república”
e. Crear
las plataformas comunes para la articulación de las luchas de resistencia y de
derechos además de todas las formas de control social
f. Ocupar,
construir y entrelazar los espacios dirigidos a la formación de nuevas
comunidades y corredores territoriales donde prive el mando popular
g. Desarrollar
un vasto sistema de comunicaciones que potencie la palabra, la imagen y el
sonido de los pueblos en lucha
h. Garantizar
la defensa de los procesos populares libertarios
i. Iniciar
la fragua del proceso constituyente de espacios continentales autogobernantes y
comunes a los pueblos
j. Mantener
los principios de “otro pueblo, otro conocimiento, otra producción, otra
tierra”
Hasta la
victoria siempre