Hace escasos días y en el escenario del debate surgido en ocasión del análisis de los resultados electorales del pasado veintiséis de septiembre, evaluábamos las motivaciones que llevaron a una significativa parte del electorado a sufragar en contra de los candidatos oficialistas en algunos sectores del país. En cada discusión parece quedar claro que el problema obedece a múltiples factores en los cuales se destaca, indudablemente, la mala gestión local o estadal de muchos de nuestros actuales gobernantes y funcionarios públicos, y la escasa eficiencia y pro actividad de una Asamblea todavía desvinculada de las organizaciones populares, y que actuaba sólo cuando el Presidente formulaba requerimientos, salvo honrosas excepciones.
Esas quizás parecieran ser causas sustanciales que precipitaron los resultados electorales que si bien, como ya se ha dicho, no constituyen un triunfo de la oposición, revelan las ingentes disfunciones del sistema y del proceso bolivariano. No obstante, de constituir ellas las causas primarias de estos resultados, es indudable que podrían ser neutralizadas como agentes motivadores de una selección electoral consciente, de no padecer el ciudadano promedio venezolano de graves dificultades para evaluar de manera integral la realidad de su país y actuar en consonancia.
Se trata del mismo efecto psicológico que surge en las víctimas de una situación de rehenes y sus captores: presas todos del capitalismo, sus actuaciones se encuentran enmarcadas por factores de carácter anecdótico y por pensamientos centrados, muchos de ellos representativos de una cultura populista y clientelista que el proceso bolivariano no ha podido superar, y en el peor de los casos, impregnados de matrices de opinión generadas por los medios de comunicación opositores: “A mí no me han ayudado”, “no me agrada el o la candidata”, “hay que frenar a Chávez para que no regale nuestras riquezas”, “debe haber equilibrio en la Asamblea…” y un sinnúmero de argumentaciones que ignoran completamente el problema coyuntural venezolano y los procesos históricos de la América mestiza.
En consecuencia, el comportamiento electoral de algunos sectores impactados por lo local, se hace vulnerable a los efectos sistemáticos que los medios de comunicación opositores ejercen sobre la población. El elector “olvida” las actuaciones de los candidatos de la oposición, “olvida” o “ignora” sus vínculos con organizaciones imperialistas que aspiran la destrucción de la resistencia que el proceso bolivariano ha encarnado, no sólo en aras de la protección de nuestros propios recursos, sino en la activación de procesos antiimperialista en el resto de Nuestra América.
Al elector que desconoce las razones por las cuales prolifera la delincuencia en los países de estructuras capitalistas, aumenta la inflación, disminuyen las probabilidades de un empleo formal, aumenta el burocratismo, la corrupción y la ineficiencia de los empleados públicos, el discurso presidencial en contra del capitalismo comienza a resultarle cansón. Más aún cuando ese mismo capitalismo les reporta los placeres más extraordinarios, aquellos que le permiten evadir su realidad y sentir que “disfrutan” la vida.
Probablemente la mala gerencia local impide que el ciudadano promedio logre alcanzar una visión en perspectiva de la difícil situación planetaria provocada por el capitalismo, y la delicada situación en que se encuentran las naciones nuestramericanas. Observa al capitalismo como una parte de sí mismo, de su modo de ser. No en balde las consignas opositoras giran a la identificación de los colectivos con las secuelas y males del capitalismo disfrazado de colores: Todos somos RCTV, Todos somos Polar… Y recientemente: Todas somos Andreína Flores…
Venezuela se halla en los actuales momentos en el ojo del huracán, el fracaso de este intento por recorrer caminos distintos a los ya conocidos hasta ahora, en la tarea de una justa distribución de las riquezas nacionales, y en la construcción de una sociedad con iguales posibilidades de crecimiento para todos sus habitantes, significará el regreso de los testaferros de la oposición al servicio de la voracidad norteamericana.
Por ello urge considerar de manera formal y sistemática el impacto del factor ideológico en el “ablandamiento cognitivo” de los individuos, y en especial, de los colectivos populares, esos que el veintiséis de septiembre, en algunas localidades de nuestro territorio nacional, juzgaron “necesaria”, la incorporación de grupos opositores de marcado prontuario golpista y antidemocrático, al escenario político de la Asamblea Nacional.
Este último hecho nefasto –es necesario decirlo- es consecuencia del otorgamiento de absolución que hizo el Presidente de la República, vía decreto, a los principales actores de desmanes y atropellos durante el golpe de estado del dos mil dos. Una mala señal de impunidad jurídica que el Líder nos dio, y de la cual aún no sólo no terminamos de reponernos, sino que sufrimos sus consecuencias.
En ese desconocimiento histórico de los procesos continentales, no es difícil que alguien haya actuado en rebeldía contra la selección de lista de diputados a la Asamblea, y de diputados al Parlatino Latinoamericano, ejercida por un Presidente que según su perspectiva, no atina a castigar a los responsables de negligencias, considerándolos sus incondicionales, y quien en el pasado fue flexible con los opositores que violentaron las normas constitucionales, al impedir que se aplicaran los correctivos de rigor.
Urge, indudablemente un proceso de revisión de las actuaciones de nuestro Líder, sobre cuyos hombros viaja nuestro proceso revolucionario. El enorme impacto que su imagen tiene sobre los colectivos, nos lleva también a analizar estrategias de acción en nuevos procesos eleccionarios.
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