La batalla ideológica

La batalla por construir una realidad socialista en un país donde predominan los “valores” capitalistas, es dura. En Venezuela, como en otras naciones del llamado “capitalismo periférico” de Samir Amin, el adoctrinamiento consumista que sustenta al sistema, es proyectado desde el norte pero ejecutado por operadores locales y comienza desde muy temprano.

Un primer paso consiste en inculcar a los niños, mediante la TV y la publicidad en general, la veneración a Mickey Mouse, a las Barbies, a Hello Kitty y otros personales ajenos a nuestra esencia caribe-amazónica-andina, pero que van sembrando la semilla del “sueño americano” desde la infancia. De esa forma, se elabora en la mente de niños y adolescentes la meta de conocer Disneylandia, con un empeño casi comparable al deseo de los musulmanes de peregrinar a La Meca, aunque por supuesto, los primeros rinden culto a otros dioses. En esta etapa, como en las que siguen, la clase media juega un papel fundamental tanto por su capacidad adquisitiva, como por su mayoritaria tendencia conservadora, que los identifica con Estados Unidos.

Con el crecimiento se inicia la adicción a los juegos electrónicos y a la violencia que los caracteriza, al tiempo que las televisoras privadas convierten a las niñas y niños en adultos prematuros, que visten y actúan como pichones de vedettes y de galanes en mensajes publicitarios y programas infantiles. Así se propicia la banalidad, y gracias al apoyo de una profusa difusión publicitaria, respaldada por una de las organizaciones ideológicamente más sólidas del país, como es el Miss Venezuela, se realizan anualmente concursos de belleza física reconstruida, que culminan con la elección de una reina considerada como arquetipo “representativo” del país, en justas internacionales de la misma calaña. Para superar la discriminación de género, desde hace años existen concursos equivalentes para los caballeros.

Desde 1999, la campaña de alienación colectiva ha tomado más vigor, porque se asume como herramienta básica para combatir las políticas del presidente Chávez. Entonces, los mensajes que antes viajaban más subliminalmente, ahora transitan además una vía expresa, y no existe espacio ni tiempo que no sean invadidos por la publicidad asociada a la propaganda contra el “régimen”, tal como ocurre por ejemplo, en numerosos programas radiales y varios televisivos, en las salas de cine o en las enormes vallas que obstaculizan la visibilidad y distraen a los conductores en avenidas y autopistas.

Paradójicamente, mientras se exalta un discurso socialista, en paralelo crece la ideología materialista de la derecha, que ha transformado a los centros comerciales en templos donde circulan miles de personas en incansables romerías diarias, que por habituales ya empiezan a formar parte de nuestra idiosincracia, al menos en las ciudades más grandes y en aquellas que anteriormente atraían visitantes por sus recursos turísticos. El fenómeno refleja una clara división social, que además perjudica a los centros urbanos: hoy en día la gente de las clases media y media-alta visita Margarita más por el interés de consumir y “dejarse” ver en el Sambil, que por el disfrute de sus playas y pueblos pintorescos; mientras que los nativos y turistas de menores recursos, hacen sus compras mayormente en los numerosos negocios dispersos en el centro de Porlamar. Algo similar ocurre en Paraguaná, donde cada vez menos personas llegan hasta el casco central de Punto Fijo, porque se quedan en los enormes centros comerciales estratégicamente ubicados antes de la entrada a la ciudad.

El proceso de cambios que se adelanta en el país, enfrenta el reto de que la mejor distribución del ingreso que se está logrando, pueda significar el paso desde la marginalidad y la pobreza, a una clase media con las tendencias señaladas. Cuanto se ha ganado en expresión popular con la insurgencia de actores que antes eran reprimidos o ignorados, así como en organización comunitaria, debe ser reforzado con mayores niveles de concientización para rechazar las fiestas de brujas y el esclavismo consumista que impone la moda, y para que nadie olvide de dónde provenimos.

Profesor Titular UCV.

charifo1@yahoo.es



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Douglas Marín Ch.*


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