El arribo del Comandante Chávez al poder en el año 1998 activó de inmediato las viejas estrategias disuasivas usadas desde siempre por la oligarquía venezolana, que no es otra que ganarse a los nuevos presidentes a través de “mimos” y adulaciones. Fue visible el trato empalagoso que recibió Chávez por los medios de comunicación mientras duró la “luna de miel”.
Esta luna de miel rápidamente terminaría en divorcio; porque el ideal del Comandante se mantuvo inquebrantable hasta el último día de su vida y jamás abdicó ante la oligarquía. Él tuvo muy claro la urgencia de refundación de la Patria venezolana de manera democrática y que debía comenzar a través del llamado a constituyente para la elaboración de una nueva Constitución, que permitiera dar los primeros pasos hacia la concreción de un “sacudón” al sistema capitalista imperante. Fue la aplicación de sus primeras leyes habilitantes (año 1999, 2000, 2001) y su claro ideal revolucionario en defensa de las mayorías desposeídas, lo que fue marcando la distancia entre su gobierno y los sectores dominantes que siempre habían detentado el poder. A partir de entonces, culminaron los halagos y la rancia oligarquía se quita la careta y asume de manera directa, pública y estratégica su incansable aventura de desestabilización, de golpe de Estado (Abril de 2001), intentos de magnicidios, asedios internacionales.
El Comandante Chávez, sin duda alguna ha sido uno de los Presidentes más acosado políticamente de la historia venezolana, al punto de haber estado constantemente en riesgo hasta su propia vida; no obstante, a pesar de estar sometido a las muchas presiones nacionales e internacionales que atentaban contra su gobierno y la revolución Bolivariana impulsada por él, nunca pactó con los “amos del valle” representados por una oposición arcaica que se había repartido el poder por más de cuarenta años y siempre dependiente de los designios del imperio Norteamericano. Sellar pactos con la oligarquía significaría retornar al pasado de la desgastada democracia representativa, al tiempo que socavaría las bases de la revolución que apenas estaba gestándose y en esto el Comandante Chávez estaba muy claro; porque su compromiso era con el pueblo, ese mismo pueblo traicionado mil veces y explotado desde siempre, ese mismo pueblo que resucitó el 23 de Enero de 1958, el 27 de Febrero de 1989, el 4 de Febrero de 1992.
Con la muerte del Comandante Supremo de la Revolución ha quedado todo un legado, una ideología y un compromiso sagrado para con la revolución y el pueblo, donde está prohibido claudicar y traicionar el gran proyecto del socialismo del siglo XXI. En tal sentido, frente a este panorama de hacer revolución sin la presencia física del Comandante Chávez, es esencial mantener la unidad por sobre todas las cosas y jamás descuidar la actuación de la derecha apátrida venezolana que no descansa, ni descansará por ver derrotada la revolución Bolivariana.
Es vital mantener la alerta en todo momento y aunque suene radical, no ceder ni un milímetro en los espacios de poder a una oposición que ha recurrido a las acciones más aberrantes y denigrantes para intentar destruir el proyecto socialista que está en marcha. No faltarán los que piensen que por no estar físicamente Chávez la revolución se ha debilitado y por ende sobrarán los que se dejen atraer por sus palabras melosas. He aquí un gran peligro; porque la oposición es experta en la mentira e hipocresía y en política la ingenuidad se paga caro. En pocas palabras, pactar con la oligarquía que ha detestado históricamente al pueblo no es otra cosa que traicionar la lucha colosal del Gigante Chávez en pro de los más desfavorecidos.
En una revolución verdadera emergida de una sociedad ampliamente desigual e injusta como aquella de la cuarta República, los viejos vicios de la política puntofijista no deben tener cabida y cada vez más el Gobierno y el Estado tienen que ser más eficaz y eficiente en pro del bienestar y desarrollo integral de la Nación.
En tal sentido, el Presidente Nicolás Maduro tiene sobre sus hombros un gran compromiso, no fallarle al pueblo; que es igual a no fallarle a Chávez. Recordar que la burguesía no perdona una distracción por parte del Gobierno y que todos los días de manera ritual están conspirando, a lo cual se tiene que responder con más trabajo, mayor firmeza y consolidación revolucionaria. En Venezuela, el tiempo de los pactos por cuotas de poder entre los gobiernos y la burguesía ya pasó, desde el mismo momento en que el Comandante Chávez dio inicio a una democracia participativa y empoderamiento del poder popular. Es tarea de las fuerzas revolucionarias aprender de las experiencias de estos últimos 14 años e impulsar la revolución hacia estadios irreversibles. ¡Unidad, lucha, batalla y victoria!