Como joven común y corriente Alberto conoció el hambre, la pelotica de goma, las metras y la realidad del barrio. Su clase social de esa que muchos llaman “clase baja” lo obligó a ingresar a una escuela técnica para aprender algún oficio dentro de un contexto que señalaba el desmantelamiento de la educación pública en Venezuela; donde los Docentes eran los profesionales peor pagados, las instalaciones educativas por el suelo y donde la inversión en el sector educativo alcanzaba a duras penas de un 2,1 % a 3,5% del PIB durante la década del 90.
En este ambiente se instruyó Alberto y con solo alcanzar un título de técnico medio para él era suficiente como alternativa a ingresar al campo laboral que le permitiera sobrevivir. ¿Y la Universidad?...no, eso era casi imposible en un país donde se ingresaba a la educación universitaria “palanqueao” o comprando el cupo y los que no corrían con suerte levitaban en la denominada población flotante, ¡vaya qué democracia!
Alberto terminó su sexto año; ¿Pero qué hacer con un título de técnico medio en electricidad en un País donde la tasa de desempleo alcanzaba un 15% a principios de la década del 90; pero tuvo suerte el carajo al conseguir empleo como obrero en una transnacional de esas que se adueñaron de las riquezas petroleras del País bajo la incondicional aprobación de gobiernos lacayos, como el caso del dictador Juan Vicente Gómez y los posteriores gobiernos surgidos desde las sombras del pacto de Punto Fijo. Era la época dorada para el voraz imperio norteamericano, quien controlaba totalmente la dinámica política, social, económica, cultural del País desde hace tiempo, la época de los viajes a Miami y del ta´barato dame dos; pero a pesar de tanta bonanza petrolera, los pobres se hacían cada vez más y los ricos eran más ricos. Para la década de los 90, la pobreza alcanzaba un 80%, el ideal caldo de cultivo para las venideras explosiones sociales en el País (27 de Febrero de 1989, 4 de Febrero de 1992)
En 1998 arriba al poder el Comandante Chávez y con él las esperanzas de un pueblo explotado por las oligarquías nacionales garantes del sistema capitalista mundial y allí también estaba Alberto como parte de una clase obrera explotada y desamparada por cualquier normativa laboral que velara por los derechos del trabajador. Alberto era uno de los que se podía caer a golpes con cualquiera cuando de defender a Chávez se trataba, apoyaba a la revolución, se veía reivindicado como pueblo, como obrero, a pesar de sus escasos conocimientos teóricos supo diferenciar la lucha de clases que se estaba iniciando.
El Comandante Chávez, sin duda alguna despertó la conciencia no solo de los venezolanos, sino de gran parte de América Latina, lo que le permitió obtener apoyo mayoritario al proyecto revolucionario que él había impulsado y que el pueblo lo hizo suyo. Con la llegada de la revolución, Alberto sentía seguridad…¡Viva Chávez! Clamaba Alberto.
Alberto tuvo varios años en la transnacional petrolera, hasta que inevitablemente llegó su despido. Él pudo invertir su dinero en un negocio propio, el cual le fue generando considerables ganancias que le permitió ampliar la producción, las instalaciones y flotilla de transporte; todo esto en el marco del gobierno revolucionario. Alberto salió del barrio para vivir en una urbanización privada, ya no era obrero, era el dueño con varios trabajadores a su mando. Ya el poder del dinero empezaba a provocar cambios en Alberto, el cual se encontraba en un estadio intermedio entre ricos y pobres.
Ahora Alberto forma parte de la clase media venezolana, esa clase media con su pasado de clase desposeída, esa clase media que denigra sus raíces odiando a los pobres y viviendo toda una vida de emulación con respecto a la clase alta oligárquica. Alberto cambió radicalmente, dejó de hablar positivamente de Chávez y odia la revolución; ahora es un empresario en la rama de los materiales de construcción.
Pertenecer a la clase media en la mayoría de los casos significa acercarse más a los ricos alejándose de los pobres, asimilar todo un conjunto de símbolos y actitudes propias de las clases dominantes; aunque con esta postura no significa que la clase media comparta el mismo plato con la clase pudiente. La clase media mayoritariamente necesita esforzarse cada vez más en su afán de parecerse más a la alta burguesía; ´para ello tienen por cuestiones de vanidad y ego simplemente marcar distancia de los pobres, su génesis original y detestar sin argumentos todo lo que huela a pueblo; de allí su carácter intolerante, excluyente y racista en determinados casos. Esta situación es fácilmente observable en el contexto político actual, estamos sin duda frente a un proceso revolucionario hacia el socialismo que ha favorecido a los más necesitados, aquellos que siempre habían estado excluidos, a los pata en el suelo y desdentados como los califican los sectores opuestos a la revolución bolivariana.
En pocas palabras, el Comandante Chávez inició todo un proceso de empoderamiento del pueblo, conquistó la independencia política antes en manos de los sectores oligárquicos dependientes del capital extranjero, estableció una verdadera democracia protagónica y participativa. Todo esto desplazó del poder político a la burguesía nacional e intereses extranjeros, creando obviamente una descarnada oposición frente al gobierno progresista y popular. La rancia burguesía venezolana siempre a despreciado a los pobres, ha usado al pueblo a su conveniencia durante el modelo de democracia representativa que aplicaron durante cuatro décadas, ha explotado a la masa trabajadora y aumentado la brecha entre ricos y pobres.
Si la clase media quiere desligarse de los sectores populares, es obvio que tiene que adoptar el conjunto de valores de la clase dominante, resultando ser a veces una clase altamente reaccionaria frente a los gobiernos progresistas y al mismo tiempo se convierten en ciegos instrumentos y victimas también de la alta burguesía. La estabilidad política y económica que ha logrado mantener la revolución bolivariana durante estos 14 años a beneficiado y protegido directamente a la clase media nacional, ellos disfrutan a carta cabal; pero al mismo tiempo denigran al gobierno, ya que el patrón cultural adoptado les impide a ciertos sectores medios simpatizar con un gobierno popular que antepone al ser humano frente al capital.
El cambio axiológico de Alberto es el fiel reflejo de un complejo sistema de alienación producto del modelo capitalista imperante. Se termina amando y emulando al explotador y odiando a los iguales explotados. Alberto en su tiempo fue chavista; pero de la boca para afuera, carecía de verdadera conciencia revolucionaria y así como él muchos casos, que al fin y al cabo terminan siendo contrarevolucionarios.
Para la revolución Bolivariana es vital un verdadero cambio cultural, forjar al hombre nuevo y a la mujer nueva. Para ello se hace necesario rescatar y reforzar los valores humanos, sociales, bolivarianos y nacionales desde los primeros niveles de la educación, fortalecer la familia y consolidar toda una filosofía de vida socialista y chavista, que permita socavar y derrumbar los valores del capitalismo; para que no surjan nuevos Albertos que odien al prójimo y entreguen la patria.
Unidad, lucha, batalla y victoria
Basado en hechos reales. La intención del texto no es criticar la iniciativa particular de crear una empresa privada, solo hacer referencia a los cambios axiológicos que se derivan del ascenso socioeconómico en determinados casos.