No ha habido una sola Revolución en el mundo que haya sido, desde comienzo hasta su finalización, inmaculada, que no haya cometido injusticias, que no se le haya ido la mano, que no haya tenido sus excesos. Víctor Hugo definía la revolución como brutalidades del progreso que cuando han concluido se reconoce que el género humano, aunque ha sido maltratado, ha marchado. Para el camarada Trotsky una revolución es “… un modo implacable de resolver los problemas históricos. La política más funesta que puede seguir una revolución es la de las medias tintas: esa política guiada sólo por el afán de evitar los problemas. El revolucionario es como el cirujano que clava el bisturí en el cuerpo del enfermo; no puede vacilar...”. Pero las revoluciones de un mismo género igualmente tienen sus diferencias en métodos, en el tratamiento de las contradicciones de clases, en la aplicación de sus políticas económicas, en las personalidades de sus dirigentes y hasta en sus capacidades…
El Proceso Bolivariano, considerado por una mayoría de venezolanos y venezolanas, como revolución, no escapa a esa ley infalible de la historia de cometer errores pero debe contarse con la virtud de saber corregirlos a tiempo. No es perfecta. Demasiados enemigos tienen por delante, por detrás y por los lados. La obligan a dormir con un ojo abierto y el otro cerrado. A veces no duerme, a veces no come, a veces no se baña, a veces no se cepilla los dientes, a veces tiene que salir desnuda a defenderse de sus detractores. No le dan tiempo para brillar de higiene y hasta de salud. Sin embargo, una revolución socialista es, independiente de lo implacable y los maltratos que cause, magnánima y humanitaria. De lo contrario, no se propondría el comunismo.
Pero hay injusticias que no se deben cometer, porque son expresiones de exceso de infantilismo que viene dado por la mezcla del sectarismo con el dogmatismo que ciega los ojos y tapona los oídos para no ver las necesidades imperiosas ni escuchar los clamores más urgentes de la gente humilde, de la gente pobre, de la gente explotada, de la gente más necesitada de manos solidarias, que son las gentes por las cuales se hace una Revolución. Demasiadas experiencias, independientes de las condiciones objetivas en que se produzca una Revolución, existen para evitar cometer errores que ni siquiera deberían de manifestarse. Hay funcionarios más papistas que el Papa y creen, juran y perjuran que todo lo que hacen viene justificado por su amor y pasión por el socialismo cuando en verdad lo que hacen es demostrar posiciones antisocialistas.
Algunos camaradas funcionarios de Gobierno –en sus diversos niveles o desde arriba hacia abajo o más de abajo hacia arriba- se toman lo que les parece justo por sus propios criterios sin darse cuenta o no querer darse cuenta que están cometiendo injusticias. Muchas veces, lo hacen de muy buena fe sin percatarse que lo que hacen es un chantaje ideológico que no debe tener cabida en un proceso revolucionario. Todo partido político que exige, como condición sine quo non para aceptar como militante a una persona el dominio de la filosofía desde Thales de Milito hasta el último párrafo del libro materialismo y empiriocriticismo de Lenin, termina separando la cabeza del tronco y las extremidades del cuerpo. La condición básica para ser militante de una organización política es estar de acuerdo con su programa de Gobierno y con sus estatutos. Lo demás, viene después y es allí donde resalta el deber de formarlo desde el punto de vista no sólo de la filosofía sino de la doctrina completa.
Voy al caso, camarada Maduro que creo usted, como Presidente de la República Bolivariana Venezuela, debe ponerle coto o freno a la siguiente injusticia por el bien del Proceso Bolivariano. Hay personas carentes de recursos económicos que para hacerles la casa donde se abriguen de la intemperie y puedan ir ordenando sus vidas con sus familiares, les exigen –como condición sine quo non porque de lo contrario no se las hacen- que dominen de memoria la ideología que pregonó el camarada Chávez. Es verdad que la Misión Robinson cumplió un papel importante en enseñar a leer y escribir, por lo menos, las palabras más comunes que usa la gente de pueblo que nunca tuvo acceso a ningún nivel de la educación. Pero también es cierto que en el momento en que la Misión Robinson cumplía su misión unos cuantos venezolanos y venezolanas –especialmente de los campos- enterraban sus cabezas en sus pequeños conucos para no valorar la importancia de aprender a leer y escribir. Y no aprendieron ni a leer ni a escribir e incluso ni a garabatear letras. Por el campo donde andaba en el tiempo de la Misión Robinson, y es verdad camarada Maduro porque no debo mentirle, tocó a varios camaradas comprar (por 2 bolívares de los de antes) la Biblioteca que regaló el Estado para que no las utilizaran en activar fuego con leña. Y, además, nos correspondió dictar las primeras clases a niñas que no conocían ni la O por lo redondo sin que perteneciéramos a la Misión Robinson, porque ésta por esos lares no llegó aunque el camarada Chávez dio los recursos necesarios para que se cumpliera hasta en el más alejado rincón de la patria. Hoy, satisfechos nos sentimos que una de esas niñas ha obtenido su grado de bachiller de la República Bolivariana de Venezuela.
Bueno, lo cierto, es que una campesina de ese tiempo decidió irse a la ciudad buscando no mejoría en su educación sino en su economía. Desde entonces trabaja como servicio doméstico donde algo de dinero le ofrezcan para poder garantizar un poco de comer a sus cuatros hijos y a ella misma. Hasta hace poquito vivía en un rancho todo de zinc. Le dijeron que le iban a hacer su casa por lo cual tumbó el rancho y ahora ella, su compañero y el hijo menor duermen en un pedacito de terreno cubierto con zinc pero sus tres hijos restantes duermen en la casa de un vecino. A los días le salieron con el cuento de que si no hacía un curso ideológico y si no se aprendía lo necesario de la geopolítica (estudio de las relaciones entre los elementos geográficos y la política de los Estados), no sé cuántas “R”, y otros conceptos científicos, no le hacen su casa. ¡Santo Dios! Eso, camarada Maduro, en nombre de la humanización socialista.
Ahora, eso me ha creado un grave problema de tiempo. La campesina viene todos los días al rancho donde vivo y, con lágrimas en sus ojos y con ojos llenos de lágrimas, me dice: “Viejo: yo no tengo celebro (quiso decir cerebro) pa esa cosa rara de y que geopolítica, unas “R” que nunca las he escuchao ni naide me las ha enseñao. Viejo: yo nunca he estudíao. Usted lo sabe. Yo lo que he hecho es trabajá como una burra pa podé dale de comé a esos carajitos. Dígame usted, viejo, que debo decí cuando me pregunten por esas cosas pa que me puedan hacé mi casa”. Es el momento en que uno queda mudo y no encuentra respuesta, porque si le digo que debe aprenderse todos los conceptos que le están exigiendo, me hago cómplice de la injusticia. Pero si le digo que rechace tajantemente lo que le exigen, puedo contribuir a que no le hagan la casa y siga pelando bolas casi a la completa intemperie. Es como si a uno lo colocaran entre la espada y la pared. Las medidas salomónicas no están en el listado de los principios del socialismo o del marxismo como tampoco ser experto en ciencia geopolítica.
Con un poco en broma y otro en broma también, le dije a la campesina aun “incivilizada”: “Declárese marxista ortodoxa”. Me miró sorprendida y con la cara enrojecida me dijo: “Viejooooo, qué verga es esa” y se echó a reír volviéndole el amarillo permanente que porta su rostro como si fuera miembro activa del romanticismo, donde no caló Víctor Hugo por no someterse a esas hambrunas obligadas que amarillenta la piel para que el Estado reconociese a los románticos como la ilustración de su tiempo.
En verdad, toda revolución socialista tiene el sagrado deber de llevar su ideología a las masas –en general- y a cada familia –en particular-. Pero las masas son heterogéneas, con niveles de conocimientos y hasta de ignorancia diferentes, no usan los mismos lenguajes o las mismas palabras, no las pronuncian con igual regla gramatical, no tienen la misma medida de inteligencia; en fin, parafraseando al camarada Trotsky, podemos decir: ni el "todopoderoso" parlamento británico, ni el papaupa Presidente de Estados Unidos, ni la más poderosa revolución pueden hacer de todas las personas la expresión más acabada y exacta de la igualdad anatómica, biológica y sicológica y, agreguemos, poseen demasiadas diferencias en relación con la igualdad de oportunidades y de recursos económicos.
Cada sector de gente del pueblo, para adoctrinarla, requiere que se le tomen en cuenta sus niveles de conocimientos como sus niveles de ignorancia. Si uno llega a un barrio donde la gente no tiene el más mínimo conocimiento de política ni de doctrina y uno le entra (encorbatado, cuello de camisa almidonado, pantalón de gabardina, zapatos muy lustrosos, unos diez libros debajo del sobaco, cinco bolígrafos, diez cuadernos, un diccionario Larousse, peinado de académico, y una chapa en el cuello que diga: “Profesor de marxismo”) con términos como “geopolítica”, “plusvalía”, “plustrabajo”, “deflación”, “empiriocriticismo”, “nazismo”, “capital constante”, “capital variable”, “agnosticismo”, “nihilismo”, por ejemplo, la gente podrá aplaudir al expositor y gritar ¡Viva Chávez!, ¡Viva la Revolución!, pero, de seguro, nada de esa guarandinga entiende y termina, sin decirlo, por creer que el expositor es un rolo de loco o de la tierra un pirata sin parche en el ojo, aunque el profesor crea que se las está comiendo.
Existe más de un millón de métodos sencillos para explicarle a la gente de bajo nivel cultural las bondades y virtudes de una Revolución como las maldades y perversidades del capitalismo salvaje sin ninguna necesidad de chantaje ideológico. De ¡pronto!, con el correr del tiempo, nos daremos cuenta que esas masas tienes un potencial de inteligencia y terminan, no pocas veces, teniendo más conocimiento que los propios expositores y asumiendo métodos más efectivos para explicar ideología que quienes se creen con la potestad de ser los únicos autorizados para formar doctrinariamente a la gente del pueblo. Pongo un ejemplo: con el EPA ha andado un campesino desde que nació la organización. Sólo había aprobado el tercer grado y como él mismo lo dice porque nunca quisieron reprobarlo. Jamás lo hemos obligado a leer un libro de marxismo pero ha participado en muchas conversaciones o diálogos donde los camaradas hablan de marxismo en el lenguaje que les es propio para sus niveles de conocimientos, que no son ni de muy allá pero tampoco de muy acá, y lo cierto es que hoy día el camarada Manuel habla de marxismo, hace análisis políticos, habla de lo internacional como si hubiese viajado haciendo investigaciones científicas, explica sus ideas a otros campesinos que sí lo entienden porque usan el mismo lenguaje y tienen la inteligencia para comprender esas explicaciones sencillas que terminan armando de teoría a las personas. Bueno, pero ese es otro caso.
Preguntémonos: ¿cómo meterle en la cabeza –de un solo trancazo- a una persona la geopolítica si nada conoce de puntos cardinales, si no se conoce los estados de Venezuela y sus capitales, ni sus cordilleras ni sus ríos como tampoco qué es el Estado o una clase social, si absolutamente nada sabe de política, sin poseer un mínimo de nivel teórico que le permita asimilar cuestiones más avanzadas? ¿Cómo meterle en la cabeza a una persona que realice permutaciones y ecuaciones si no sabe multiplicar ni dividir aunque sepa contar los pocos billetes que le paguen por su trabajo explotado y muy mal remunerado? Es preferible prometerle hacerle la casa si encuentra una aguja en un pajal. Por cierto y lo juro que es así: la campesina, como el resto de sus hermanas, jamás han dejado de votar por el Proceso Bolivariano y, en cierta forma, son chavistas sin nada o poco conocer del pensamiento filosófico del camarada Chávez. Pero eso no debe ser, camarada Maduro, una condición sine quo non para hacerle una casa a personas humildes del pueblo que, lamentablemente, todavía –por muchas razones- no le han entrado favorablemente a los conceptos científicos del socialismo.
Lo que es más camarada Presidente (porque si no se frena una injusticia se puede abrir la compuerta para que muchas otras injusticias se cuelen por las barandas y afecten a las personas más necesitadas) en el mismo barrio otra mujer con 5 hijos y soltera la hicieron destruir su rancho y luego le dijeron que quedaba fuera del listado de las que le iban a hacer sus casas. Y a una tercera la sacaron porque no estuvo en capacidad de hacer el curso ideológico. Un crimen, camarada Maduro, por el ángulo ideológico o político que se le analice. Se llama Lisbeth y mantiene su familia de lo que le produce cortar cabellos con una máquina portátil. Mucho más de la mitad de este país, incluyendo gente de la oposición, sabe que nunca ha sido política del Gobierno excluir a los más necesitados de sus programas y misiones por el hecho que no dominen doctrina filosófica, política o científica. Será que también en nuestro Proceso Bolivariano cabe la recomendación que le hizo el camarada Fidel a la Revolución Cubana: “la gran batalla que se impone es la necesidad de una lucha enérgica y sin tregua contra los malos hábitos y los errores que en las más diversas esferas cometen diariamente muchos ciudadanos, incluso militantes”.
Camarada Maduro: seguro usted comparte el criterio que para hacerle una casa a una persona que la necesita y no tiene los recursos económicos para comprarla en el lugar que desea ni qué tipo de casa quiere, no debe ser necesario que sepa de geopolítica, de filosofía, de sociología, de marxismo porque, y eso nadie se lo puede negar, la gente del pueblo tiene un mínimo de sicología para diferenciar lo que se está haciendo bien o se está haciendo mal, entender lo que les resulta favorable o desfavorable, lo que le conviene o no a un Proceso revolucionario sin haber ido a la escuela, porque viven las 24 horas del día ese trajín que les hace recordar siempre el verdadero rostro de sus necesidades, de sus sueños, de sus esperanzas y de lo que va conquistando o no. Claro, eso no quiere decir que la Revolución deje de cumplir su misión de ideologizar a las masas. Que se sepa nunca el camarada Chávez dictó una orden de que a quien no supiera o dominara el pensamiento de Bolívar, de Martí, de Marx, de Lenin, de Simón Rodríguez, de Zamora o de Fidel, no se les hiciera casa o no se les atendiera en un hospital o no se les diera cupo en las misiones. Más bien, hay pruebas de muchas familias que siendo de la oposición pero pobres de economía, que el Gobierno les ha hecho sus casas y eso es política revolucionaria. La revolución beneficia todo lo que sea pueblo independiente de los pensamientos de las personas. Ahora, aquellos, sean quienes sean o de la clase social que sean y tengan o no recursos económicos, que traten de derrocar a la revolución por medio de la violencia, el Gobierno tiene el sagrado deber de combatirlos con métodos de coerción y punto.
Por favor camarada Maduro: seguro usted ordenará que les hagan sus casas a las personas pobres económicamente que las necesitan sin condicionamiento ideológicos o políticos. ¡Gracias! Que no sea completamente gratis, es otra cosa que la gente del pueblo debe entenderlo correctamente. La revolución no puede ser un almacén donde todos vayan y tomen lo que crean de manera completamente gratis. Estamos aún lejos del comunismo, que es otra cosa.
Nota de último minuto: la campesina aprobó el curso. Mi compañera y yo le hicimos la tarea y la presentó y la aprobó. Cosa que no debe hacerse pero no queda de otra. Bueno, pero por lo menos, un pasito hacia adelante dio la campesina.