En más de dos lustros como diputado de la Asamblea Nacional, he podido observar como la oposición ha usado esos espacios para oponerse a todo lo concerniente a presupuestos, proyectos, programas y misiones que se han presentado para dignificar y ayudar a las grandes mayorías del pueblo venezolano.
Sus actuaciones van más allá de la irracionalidad, sus comportamientos fueron, son y serán mezquinos, egoístas, no sólo contra todos los sectores populares sino contra la clase media y media alta; siempre han sido esclavos de los sectores pudientes hegemónicos nacionales e internacionales. En esa década como asambleísta no presentaron un proyecto a favor del pueblo y la patria, por el contrario se sumaron a las acciones de destrucción del país desde aquel golpe de estado, el paro petrolero, el continuo y sistemático engaño, la guerra económica, el apoyo a la delincuencia, el paramilitarismo y el contrabando.
Toda una serie de acciones deprimentes y patéticas, que los llenó de odios y amarguras, a partir de allí no reconocieron ni siquiera los logros del deporte internacional o de la sinfónica Simón Bolívar; o los reconocimientos internacionales por la Unesco por ser Venezuela un país libre de analfabetismo o el novedoso y humano programa de Canaimitas para democratizar las tecnología a los niños y niñas de la patria; o el acceso a la vivienda, los vehículos, los créditos y microcréditos; o las grandes misiones concatenadas con la salud, la educación y el bienestar; o las nuevas rutas socialistas de transporte, el adelanto de metrosbus, nuevas líneas de los metros, trolebús, líneas ferroviarias y sistemas de metrocables, por nombrar sólo algunas de los interminables proyectos de la gestión revolucionaria del comandante Chávez y de su hijo Nicolás Maduro, que han llevado y llevan felicidad a las grandes mayorías, por supuesto, incluyendo a quienes ferozmente adversan este proceso revolucionario.
Sin embargo, esta posición de “desamor”, de deslealtad y poca solidaridad con este noble pueblo no es compatible ni cónsona con su campaña política donde pretender ir a los barrios a pedir el voto. Con qué “caradurismo” estos opositores se acercan a la población a pedir apoyo si son ellos quienes han promovido el desastre en el país, son ellos quienes han creado esta guerra económica de insuflar los precios, promover el acaparamiento y la especulación como forma de saboteo económico para castigar al pueblo, en especial a las mujeres, por haber apoyado al comandante Hugo Chávez y haber seguido fielmente la revolución bolivariana.
Ellos con esa sombra de descaro, se burlan del pueblo al hacerle daño a sus ingresos, al crear una inflación inducida y llevar incomodidad a las familias venezolanas. Su propuesta es el daño a la patria y a su pueblo. La única propuesta que tiene la oposición venezolana es avivar los odios y las amarguras que ellos mismos han venido planificando con la guerra económica y que ahora se ha acentuado en estos días preelectorales.
Ante este oprobioso proyecto apátrida, de la oposición, ante su perfil de cinismo, todas y todos a levantar la moral, a levantar el autoestima y a levantar la conciencia revolucionaria, para propinar la paliza más inesperada que se hayan llevado, por pretender destruir los sueños de millones de venezolanos y venezolanas, que desean seguir construyendo las ideas de un país mejor y de colaborar con la edificación de un mundo mejor para la humanidad.
El viernes si comenzamos la campaña con toda la voluntad mostrando las obras de amor, de sueños y compromiso de un pueblo de seguir siendo libre y apasionado por vivir en revolución, en seguir siendo leal a una causa, a un método, a una ideología, a una doctrina, a una enseñanza, a una manera de vivir llamada chavismo; a seguir siendo antiimperialista, a trabajar por un futuro cada vez mejor y los candidatos de la patria seguirán siendo una voz de victoria y de paz.