En estos últimos días, después de la enésima Asamblea Informativa del Movimiento Democrático Popular por el Bien de Todos, vinieron a mi mente las imágenes de las movilizaciones que se registran en casi todo el orbe, sin distinción de condiciones de desarrollo. Lo mismo en Buenos Aires que en París, en Chicago o en Caracas, en La Paz o en Barcelona, en Oaxaca o en la Ciudad de México, los pueblos o, mejor dicho, el pueblo está manifestando su decisión de hacer efectiva la democracia. Si viviéramos en la época de la guerra fría, con toda certeza los dueños del poder estarían encontrando que el “oro de Moscú” patrocinaría tales expresiones de rebeldía, por conducto de La Habana y, en cierta medida, lograban asustar con el petate del muerto. Hoy, desaparecida la Unión Soviética, no hallan un sustituto eficaz; intentan demonizar a Hugo Chávez y logran hacerlo más popular; las campañas de terror ya sólo asustan a una minoría de pusilánimes y ratones de sacristía, en tanto que enardecen y fustigan el ánimo colectivo en contra de quienes las promueven.
Pero, hay que confesarlo, sí hay una mano oscura que mueve todas estas manifestaciones y, por cierto es criminal. Lo que hemos vivido en la Ciudad de México no es espontáneo, todo lo contrario, es un movimiento provocado. Dirán que es el “peligroso” Andrés Manuel el que lo provoca y se equivocan, él no es más que un instrumento de un designio mucho más poderoso y, ese sí, peligroso. El poder de esa mano es tal que recorre al mundo entero y que levanta a las “muchedumbres” de aquí y de allá, siempre protestando y atentando contra la legalidad y el “estado de derecho”. Por primera vez coincido con los dueños del poder: es preciso atajar la provocación.
Es preciso atajar el hambre y la injusticia; es necesario romper con la antidemocracia que, disfrazada en una supuesta legalidad a modo, pretende convencer al pueblo de que actúa en su beneficio, confiando en la eficacia embrutecedora de la televisión o del púlpito. Esa es la mano peligrosa que mueve a las multitudes en su contra; aunque se esconda tras de elecciones manipuladas y conteos amañados, habrá que destronarla.
El pasado sábado pudimos presenciar la mascarada del Tribunal Electoral de la Federación (TRIFE) que, haciendo acopio del más frío puritanismo legaloide, desoyó el reclamo popular de recuento total de la votación del 2 de julio para, a manera de graciosa dádiva, disponer el recuento de un 9% de las casillas de votación, argumentando insuficiencias procedimentales de los recursos de impugnación presentados por la Coalición por el Bien de Todos en el resto de los más de 70 000 casos en que se exhibieron errores o indicadores de fraude. Los magistrados actuaron como simples agentes de barandilla, pero nunca como jueces empeñados en la búsqueda de la verdad; no entiendo porqué han de ser siete magistrados, excelentemente expensados, para desarrollar un trabajo mecánico de revisión de papeles y de tiempos de presentación, más aún si la consigna es de evitar la revisión cuyo efecto sería el encuentro de la verdad. La culpa es de Andrés Manuel ¿cómo se atrevió a criticar los sueldos de los ministros de la corte y a advertir que buscaría reducirlos? Es obvio, quienes tienen en la mano la posibilidad de reconocer su triunfo no van a arriesgar sus pingües emolumentos en aras de la verdad.
La lucha sigue y se fortalece. La resistencia civil dosifica sus medidas para no desgastarse. Ya el día domingo corría entre la multitud el reclamo de “recuento total o paro nacional” entre otras formas legítimas de presión. El plantón en la plaza y en las calles va tomando características de gran riqueza didáctica; la gente sencilla cambia la televisión por la asamblea informativa; el comentario cotidiano no se refiere a la telenovela en boga, sino al desempeño de las instituciones y de sus personeros. El campamento es el aula del más intenso curso de civilidad y patriotismo. Ya nada será igual.
A la revisión del 9% de casillas, independientemente de su resultado, tendrá que seguir la revisión del total. La exigencia es por la verdad democrática, no sólo por el cargo de Presidente. Necesitamos comprobar los supuestos de la manipulación y el fraude para proceder a una nueva institucionalidad. La sospecha abarca también a la elección del Congreso y las gubernaturas. La voluntad es la de recuperar a la Nación, no sólo la presidencia.
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