Como es de conocimiento, el pasado 20 de agosto pasado el Presidente de la República, Nicolás Maduro Moros, no sólo anunció la puesta en marcha del programa de recuperación, crecimiento y prosperidad económica, sino también solicitó el apoyo del pueblo venezolano para combatir la especulación y el alza desmedida de los precios de bienes y servicios, en una sociedad donde los comerciantes y los "empresarios" toman de inmediato el "desquite", con furia incluida, cuando de aumento del salario se trata.
Pero el presidente igualmente exigió de todo su equipo de gobierno, de los alcaldes, gobernadores y funcionarios públicos, sobre todo de quienes se encuentran al mando de las instituciones del Estado que tienen competencia en la materia, a que hagan respetar el cumplimiento de la ley. Entre otras cosas dijo que había llegado la hora de que el gobierno gobierne la economía y recupere la autorita.
Hoy, a propósito de lo dicho por el presidente Maduro, reflexionaremos sobre la apología de la indiferencia y de la indolencia y, en particular, destacamos ambos comportamientos como una de las características que predominan en un importante porcentaje de los funcionarios públicos venezolanos.
En La Apología de Sócrates, Platón alaba el diálogo que supuestamente Sócrates desarrolla en el juicio donde es acusado y declarado culpable, porque corrompe "á los jóvenes, porque no cree en los dioses del Estado, y porque en lugar de éstos pone divinidades nuevas bajo el nombre de demonios", por lo cual es condenado a ingerir la cicuta.
Desde el punto de vista lexicográfico, se afirma que apología es lo que se alaba, defiende o justifica, generalmente, de alguien o algo
La indolencia se asocia con la persona que posee un carácter poco sensible a las cosas que acostumbran interesar o conmover a los demás individuos. El indolente se caracteriza por su negligencia, falta de actividad y de aplicación en el cumplimiento de las obligaciones. A lo anterior, se agrega que es un ser apático, perezoso, insensible a cualquier conmoción. El indolente se asocia con una persona que no se conmueve ante el drama ajeno, les importa un bledo, incluyendo a los que forman su propio seno familiar.
Mientras que la indiferencia, palabra proveniente del latín indifferentia, sería cuando el estado de ánimo de una persona no siente inclinación ni rechazo hacia otro sujeto, objeto o asunto determinado.
Ambos males lamentablemente, tiene sus apologistas en la administración pública venezolana.
En la novela El extranjero, Albert Camus, nos muestra cómo el personaje central, de nombre Meursault, es un ser indiferente e indolente no sólo ante la muerte de su madre, sino también ante su novia-amante, sus amigos y termina acusado y sentenciado a muerte -en el terreno de lo absurdo-, no por el crimen que realizó al asesinar a un hombre de origen árabe, sino por su indiferente actitud ante la vida y a quienes le rodeaban.
Frank Kafka, en dos de sus novelas también se puede reflejar la apología a la indiferencia e indolencia. En El Proceso cuenta la historia de Josef K, oficinista bancario con una pujante carrera en un importante banco de la ciudad, quien un día es arrestado y posteriormente procesado por motivos que él mismo ignora y que trata desesperadamente de averiguar. A partir de ese momento se configura, con asombrosa anticipación, una inagotable parábola sobre los laberintos y lo horrores de la burocracia, que hizo posible que la interpretación de la ley se convirtiera en instrumento de negación de ella misma.
Ante esto, Josef K. busca un abogado, intenta informarse sobre el estado de su proceso y se topa con reglamentos, leyes incomprensibles y jerarquías infinitas dentro de la estructura de la justicia, sin encontrar nunca al juez encargado de instruir su proceso.
Una noche cualquiera dos hombres lo retienen y se lo llevan allende la ciudad, le despojan de sus ropas y le muestran un cuchillo con el que debía suicidarse, pero ante su negativa, uno de los hombres acaba con el proceso clavándole el cuchillo en el corazón.
Lo terrible de todo es que el acusado nunca se enteró porqué se lo condenaba.
De la lectura de esta novela se desprende una particular interpretación de la burocracia, que no toma en cuenta a las personas que requieren de su atención y que no tiene un interés concreto en ayudarlas; muy alejada, por cierto, de lo planteado por Max Weber, quien la concibió como la forma más eficiente de organización teniendo en cuenta la complejidad de los aparatos estatales, de las dependencias gubernamentales y pensando en las necesidades de sociedades cambiantes y dinámicas.
Esa burocracia, de agudos y ligeros claroscuros, necia, desconsiderada y con un alto contenido de corrupción, cuyas larvas se retroalimentan en el dolo y el sometimiento, se puede ilustrar en el siguiente párrafo de El proceso:
"No cabe duda de que, tras las manifestaciones de este tribunal y, en mi caso, después del arresto y del interrogatorio de hoy, se esconde una gran organización. Una organización que no solo da trabajo a unos guardianes corruptos, a unos inspectores necios y petulantes y a unos jueces de instrucción cuya mejor cualidad es de ser mediocres, sino que además, mantiene a una magistratura de grados superiores y supremos, con toda una caterva inevitable y sin número de ordenanzas, escribientes, gendarmes y otros servicios auxiliares, probablemente incluso verdugos. (No me gusta esa palabra) ¿Y qué sentido tiene, señores, esta gran organización? Consiste en arrestar a personas inocentes y en instruir contra ellas un proceso absurdo y, como en mi caso, casi siempre sin resultado. Teniendo en cuenta la insensatez de todo esto, ¿cómo evitar la peor de las corrupciones en el cuerpo de funcionarios? Es imposible; ni siquiera el juez del tribunal supremo sería capaz de conseguirlo por sí mismo".
Con razón Michel Foucault habla de la microfísica del poder y de su relación con el otro poder: el saber
En otra novela, La metamorfosis, Kafka, cuenta la historia de la transformación de Gregorio Samsa, un viajante de comercio de telas, en un monstruoso insecto, y el impacto que tendrá este acontecimiento no sólo en su vida, sino en la de su familia. La historia comienza cuando este personaje al despertarse, después de un sueño intranquilo, se autoexamina y encuentra una transformación en su ser: tiene innumerables patas, un abdomen abombado, un caparazón en su espalda, nuevas y fuertes mandíbulas.
Aunque lo novelado por Kafka se enmarca dentro de lo fantástico, sirve no obstante, para compararlo con la transformación que se produce en muchos "personajes" que se encuentran al frente de oficinas de la administración pública venezolana. Por eso vale la siguiente pregunta: ¿Quién duda que en los tribunales, en los registros, en las notarías, en la Policía Nacional Bolivariana y la Guardia Nacional, así como en otras instituciones de atención y resguardo al público, encontramos con frecuencia a funcionarios, que sin ser estrictamente demonios ni insectos, se empeñan en ser indolentes y/o indiferentes y con ello hacer la vida imposible a l@s venezolan@s, no entendiendo que son tan mortales como el resto de los mortales de nuestro país?
En la administración pública venezolana encontramos el funcionario que es muy religioso, esto es, llega a su trabajo y atiende al público cuando Dios quiere. El funcionario que repite insistentemente: ¿"Me explico"? o ¿"Me entiendes"?, incluso la mayoría de las veces sin haber desarrollado idea alguna, con lo cual evidencia su irrespeto al otro, al interlocutor, quien queda con la duda de si realmente es él quien no entiende o su emisor es un eunuco.
En los actuales momentos, cuando aún no ha comenzado a hacerse efectivo el aumento salarial decretado, ya, sin embargo, los comerciantes están haciendo la de las suyas, y, como respuesta, se ha activado la contraloría social por parte del pueblo venezolano. La pregunta que surge. ¿Cómo está actuando la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde)?.
Hasta ahora el balance parece negativo para esa institución, su presidente actual y la mayoría de los directores regionales, al menos por los comentarios que circulan por las redes sociales y los artículos de opinión que se escriben al respecto.
Aquí va sólo una perla. El abogado Ignacio Ramírez Romero, primer Suplente de la Defensa Pública hace la siguiente denuncia:
"Hoy, 24 de agosto, siendo las 11.30 am visité en la Av. Fuerzas Aéreas cruce con la entrada principal de la Urb. Las Acacias de Maracay, el Supermercado Luxor, C.A. con la intención de comprar café al precio acordado en la lista que el Gobierno publicó por las redes sociales que fijó ese rubro alimenticio en Bs S 6,00 y para mi sorpresa me conseguí que las presentaciones de las tres marcas de café en los estantes de venta oscilaban entre Bs S 9,90 a 13, 50 el medio kilo (500 mg). Cuando pedí a la gerencia del establecimiento me aclarara porqué razón Luxor no estaban respetando el precio regulado, una joven, que se identificó como Gerente de Recursos Humanos, me respondió que el propio Sundde les había autorizado venderlo por encima del precio regulado porque los empaques ya tenían marcado el precio especulativo, y puse en duda lo expuesto en su defensa. Le advertí que ese proceder los hacía reo de ilícitos económicos y podría acarrearles sanciones privativas de libertad, multas y otras sanciones accesorias. La firme actitud de la empleada de Luxor me obligó dirigirme personalmente hasta la sede de Sundde de Maracay, ya que los teléfonos personales que poseo de la Directora Regional, Ing. Dinora González, no los atendió como tampoco respondieron los teléfonos locales. Me anuncié con una funcionaria del Sundde, que a esa hora se encontraba desolado, y le pedí la atención de la Ing. González, quien, como me ha ocurrido en tres oportunidades anteriores, no se dignó atenderme y al final decidió atenderme en la recepción una abogada que escuchó mi denuncia. Le expliqué que ayer, jueves 23/8/18, la marca de café Flor de Aragua, por intervención de la GN, fue vendida en la sucursal del Supermercado Luxor en la vía Turmero (sector Coche-Aragua), a Bs S 6,00 los 500 mg. Para estupefacción mía, la respuesta que la abogada y la recepcionista me dieron, es que Luxor tenía razón de vender el empaque de medio kilo a Bs S 9,00, porque ese era café gourmet y que el Sundde no podía actuar porque el portugués, propietario de Luxor, tenía razón. Por supuesto, les mostré a las funcionarias la factura de pagos hecha por una usuaria y la foto que tomé en el estante hoy con el Sobreprecio. Traté de llamar a Caracas a los teléfonos que han circulado del Sundde y tampoco respondieron. Mi experiencia personal fue decepcionante, y frustra, por un lado, a los propios usuarios, quienes casi nunca consiguen respuesta efectiva para combatir esta guerra económica sin cuartel, pero, además, deja muy mal parado al alto Gobierno, porque nuestros propios funcionarios, llamados a combatir la usura, el acaparamiento y la especulación, cohonestan con esos viles comerciantes, que siguen burlándose del Gobierno y del propio Pueblo que osa en reclamar sus derechos. Por lo menos, en Aragua, el Sundde es un ente fiscalizador y sancionador que brilla por su negligente e impúdica forma de actuar. ¿Habrá alguna autoridad que revise y ponga orden en ese ente regional?
¿Esta apología de la indiferencia e indolencia quedará impune? Ojalá se actúe y se hagan los correctivos que correspondan por esta y otras denuncias. El pueblo venezolano está manifestando razones y síntomas de estar hastiado de tanto abuso por parte de quienes no tienen límites en sus groserías a la hora de practicar la especulación y la usura.
Dos máximas del Comandante Supremo, Hugo Chávez Frías, para estos apologistas de la indiferencia e indolencia:
1. "Máxima exigencia debe ser una consigna, buscar siempre la mayor eficiencia en lo que se hace, por más elemental o simple o sencillo que pudiera parecer".
2. "La revolución o es un hecho profundamente cultural o no es. Es una tarea de todos y todas, de todo el pueblo, del Partido Socialista Unido de Venezuela, del Gran Polo Patriótico".
La revolución bolivariana y, sobre todo quienes la dirigen, tienen el gran reto por delante de no dejarse obnubilar por la neurosis despótica del poder, el carácter narcisista de lo que estimulan valores y criterios individualistas y acomodaticios, porque ello no sólo forma parte de la descomposición social, mental y espiritual de nuestro tiempo, sino es la absoluta negación de la sociedad soñada por Chávez.
Por eso hay que combatir, hasta más no poder, la apología de la indolencia y de la indiferencia, ambas contradictorias con una sociedad de justicia social.