La primacía del diálogo en la política y el alza de los salarios

La política es la ciencia de lo posible; en este concepto hay un dominio amplio de acuerdo entre quienes se dedican a la política. Particularmente, en Venezuela existiría un gran acuerdo sobre la necesidad de que todos los sectores democráticos -del gobierno y la oposición- planteen y participen de un diálogo, cuyo objeto central sea encontrar soluciones a los urgentes problemas económicos, políticos y sociales que aquejan al país.

Personalmente, pienso que Venezuela tiene una gran cantidad de recursos que, aprovechados adecuadamente, le permitirían salir holgadamente de la situación de crisis en la que se encuentra. La unidad de estos factores democráticos, haría fracasar a todos aquellos quienes se empeñan en hacer mal a Venezuela (estén éstos dentro o fuera del país). Este acuerdo, me parece es el éxito inicial de una estrategia política de estabilización y desarrollo nacional.

Pienso, es posible acordar entre todos los sectores democráticos sobre una serie de aspectos relevantes para el presente y futuro del país, sin necesidad de plantear un conflicto agudo o existencial. Una conducta distinta por parte de los actores políticos, me parecía imprudente e irracional en las actuales circunstancias. El fortalecimiento del escenario interno es la condición para vencer la estrategia de agresión externa, que nos plantea el imperio estadunidense; diría, para resumirlo en una frase, es el reto en el que nos encontramos.

Un aspecto central de estos acuerdos, además de los propiamente políticos, pasa necesariamente por elevar los salarios de los trabajadores, adoptando un plan nacional de recuperación de los mismos; consensuado ampliamente en lo posible, pero que -sin duda- constituye una medida de gran urgencia y necesidad nacional.

Los salarios en una sociedad capitalista determinan la supervivencia de los trabajadores y de sus familias. Los trabajadores son la gran mayoría de la sociedad. Esto es, son la mayoría de Venezuela; aún en las actuales circunstancias, sigue siendo para los trabajadores venezolanos verdad la frase: " si no trabajo, no como". Por ello, es verdaderamente inconcebible y no debe suceder, que la remuneración al trabajo se encuentre muy lejos de permitir atender las necesidades básicas de los trabajadores y de sus familias.

He dicho que, las sanciones son criminales y que han producido un daño igualmente criminal contra los venezolanos, independientemente, de sus preferencias políticas. También, he dicho que ese daño ha implicado en esencia un retroceso histórico en las variables económicas y sociales, no sólo en Venezuela, sino que difícilmente se ha visto, a lo largo de la historia, en otro país, en todo el mundo, al menos en uno en el que no ha habido una guerra. Y evitar la guerra es, en gran parte, la tarea de los políticos, y evitarla a través de medios democráticos, es la tarea de los políticos democráticos.

El bloqueo a la economía venezolana es producto del empeño de una clase política por provocar el colapso y cambio de las instituciones nacionales, usando medios no democráticos. Lo que distingue la tarea de los políticos democráticos es asegurar que sea consultada la voz del pueblo y que ésta pueda ser expresada libremente y oída por quienes deben tomar las decisiones. El bloqueo -de hecho- impide que los venezolanos expresen libremente su voz, pues sobre su voluntad y deseos pende la amenaza y presión de las medidas intervencionistas, adoptadas por una potencia extranjera. Por ello, el diálogo y un consenso básico entre los factores políticos democráticos venezolanos es tan necesario, para hacer frente a la estrategia desestabilizadora externa.

Un elemento imprescindible de nuestra estrategia, para hacer frente al bloqueo, debe ser elevar los salarios de los trabajadores y recuperar de manera sostenida sus condiciones de vida. Los trabajadores son -estoy completamente convencido- las bases de los sistemas democráticos en todos los países. Así que, debilitar las bases de la democracia no puede ser ninguna buena estrategia.

Por otra parte, los bajos salarios sólo sirven para dar pie a la estrategia de desestabilización de las democracias. Los bajos salarios provocan la ampliación de las brechas y las desigualdades sociales. Los bajos salarios promueven el enriquecimiento y concentración de la riqueza en pequeños grupos al interior de la sociedad, que terminan siendo, precisamente, los principales enemigos de la democracia. Los bajos salarios -a través del enriquecimiento excesivo de pocos grupos- ejercen una presión excesiva sobre los niveles nacionales de reservas de divisas, necesarias para proveer de insumos, equipos, repuestos, medicinas y demás bienes esenciales a la economía de un país y a la atención de necesidades urgentes de los miembros de la sociedad. Los bajos salarios provocan el debilitamiento del Estado, el malfuncionamiento de sus instituciones y el deterioro de los servicios públicos. Los bajos salarios provocan, por dos vías, una presión sobre los ingresos del Estado, disminuyendo las fuentes de ingreso, por ejemplo, vía disminución de rentas o impuestos, y aumentan su gasto, vía incremento de las necesidades de asistencia social. Los bajos salarios debilitan el crecimiento de la economía, disminuyendo los niveles de empleo y gasto de consumo e inversión en la misma. Los bajos salarios debilitan a los sindicatos, partidos políticos, organizaciones sociales y demás instituciones de respaldo a las democracias. Los bajos salarios, en definitiva, no benefician a las democracias, sino todo lo contrario.

Estamos conscientes de que el bloqueo ha impuestos sacrificios y los trabajadores los han hecho y están dispuestos a hacer sacrificios, pero conviene balancear los sacrificios, revisar los niveles de salarios actuales y reajustar los mismos, para asegurar que las familias mejoren su capacidad de hacer frente a sus necesidades básicas y contribuyan -como se requiere- al progreso y desarrollo nacionales. Por ejemplo, el sector privado acumuló en el pasado una considerable cantidad de divisas, producto éstas de las exportaciones de un recurso que pertenece a todos los venezolanos: el petróleo. Resulta natural, que se les requiera a ellos invertir, para elevar la capacidad productiva nacional y facilitar el crecimiento económico. Los bajos salarios sólo sirven para subsidiar, a los empresarios, la actividad de inversión que deberían realizar autónomamente y, peor aún, postergan la realización de esta inversión tan necesaria. En ausencia de inversión productiva, los sacrificios que deben hacer los trabajadores son sencillamente excesivos.

Finalmente, la brecha existente entre el nivel al que se fijan los precios de los bienes y servicios nacionales y el precio al que se ha fijado el salario, no constituye ninguna amenaza al funcionamiento de la economía, particularmente, privada. Por el contrario, los muy bajos niveles salariales están impidiendo la recuperación sostenida de la economía nacional.

Por estas razones, no debe quedar duda acerca de la conveniencia de elevar los salarios. Sea justicia.



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Rodolfo Magallanes

Profesor del Instituto de Estudios Políticos de la UCV

 magallanucv@gmail.com

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