En la Asamblea Nacional de delegados (as) del Proyecto NuestrAmérica-Movimiento 13 de Abril, se decidió por amplia mayoría no entrar dentro del partido propuesto por el Presidente.
Como movimiento revolucionario político-social nos sentimos emplazados, al igual que muchos, ante la propuesta partidaria del presidente, hecha alrededor del mes de Octubre. Tal emplazamiento condujo a abrir un debate a nivel nacional que ahora concluye con la decisión de no entrar dentro del partido por conformarse y por tanto no ser parte de su construcción militante. Claro está, esto no quiere decir que nos eximamos de participar en los debates con que nos topemos a nivel de base, foros, etc, alrededor de la formación de este partido. Estamos conscientes de la enorme dimensión que tomará el mismo y la gran cantidad de dirigentes de base, personas de buena fe, colectividades y comunidades que seguramente harán parte en sus inicios de la discusión y constitución de dicho partido. Por el contrario, quisiéramos aprovechar dichos momentos para aclarar nuestra posición al respecto como unos más del pueblo en lucha. E igual, para aprender y enriquecernos con los argumentos contrarios a los nuestros y que de manera sincera y transparente están a favor de la propuesta partidaria. Siempre habrá “otra verdad” amiga o incluso enemiga de la cual aprender.
EL ARGUMENTO DE CORRIENTE
Sería demasiado extenso y difícil incluir todos los argumentos que sirvieron para tomar la decisión que finalmente adoptamos, existiendo por supuesto distintas ópticas al respecto. Muchas de ellas se centran en nuestra propia historia como parte de las corrientes histórico-sociales que desde los años 70 y 80. Aquellas que tomaron parte activa de la armazón muy dispersa pero permanente y tremendamente enriquecedora de un movimiento revolucionario y de resistencia popular que buscó alejarse por completo de la lógica burocrática, alienante, jerárquica y antilibertaria que fueron tomando los partidos de izquierda en nuestro país y el mundo a lo largo del siglo XX. Independientemente de su concepción mas o menos radical, su práctica mas o menos democrática, de la acción política que emprendieron. Desde ese entonces, y nuestra historia como corrientes autónomas, críticas y de resistencia así lo corrobora, hemos pasado por todo el vía crucis de pérdidas, errores pero también de aciertos y concreciones, que supone la construcción de una “nueva cultura política” antiparlamentaria, antiburocrática y no partidaria, que de asomo de la posibilidad de generar un movimiento revolucionario unido pero fundado en su propia diversidad. Esto es: en su indelegable autonomía, en su permanente debate, en la construcción de una “razón de todos y de todas” que haga de la militancia no un acto de obediencia ciega a intereses que muchas veces no se conocen y no se debaten. Al contrario de lo que much@s conocieron como militancia, que ella se realice como acto feliz y vital, un acto de crecimiento espiritual y humano, acto de ser ternura y acero como lo fue el loco y maravilloso Sergio Rodríguez, acto de sentirse y saberse parte de la lucha por la liberación popular, por la liberación del colectivo ante toda forma de dominio, opresión y explotación. Incluidas las innegables desviaciones que al respecto se generaron y se siguen generando desde el campo revolucionario.
Ante una apuesta histórica de este orden, y que creemos que al menos en algo ha aportado al espíritu general que inspira la propia revolución bolivariana, era totalmente natural que la inmensa mayoría de quienes nos identificamos en esta corriente y tomamos como marco programático e ideológico el Proyecto Nuestra América, no veamos en la propuesta partidaria hecha por el presidente una alternativa liberadora. En ninguno de los debates se visualizó desde donde ella puede ser garante de la necesaria unidad del movimiento revolucionario en estos momentos de lucha total contra el enemigo omnipresente capitalista y los valores y la cultura del imperio de la muerte. Más bien, mucho temor una y otra vez se expresó entre nosotr@s de que esto produzca un “salto atrás” en la revolución, por lo que supone poner delante de la lucha concreta, de sus innumerables retos, del encuentro como praxis y acto de libre articulación de muchos, la lógica partidaria. Que sea la forma y la lógica partidaria la condición impuesta de la unidad en este caso del “pueblo bolivariano”. Ya sabemos que semejantes apuestas, aún con la mejor de las intenciones, las mas claras perspectiva de lucha, y los mejores hombres y mujeres para realizarlas (cosa que esta a años luz de un buen componente de los que hoy se ascienden o autoascienden a la condición de “dirigentes oficiales de la revolución”), en una inmensa cantidad de testimonios históricos, si no todos, han sido el comienzo del fin de la aurora libertaria y revolucionaria. Y con mucha más razón en el ahora venezolano tomando en cuenta que esa unidad partidaria se inicia y se funda a partir de la condición de dicho partido en actor político de gobierno. Nace convirtiéndose prácticamente en una institución de estado y no un instrumento de la lucha revolucionaria e insurgente de un pueblo en rebelión. Bien claro ha sido Chávez al decir que cada quien tome las decisiones que quiera, pero que sepa que si no entra en el partido esta “fuera del gobierno”.
Se trata por tanto de una maquinaria partidaria totalmente institucionalizada que asumiría en principio una condición revolucionaria y democrática –según palabras del presidente- pero al mismo tiempo se constituye en el sujeto político central que gobierna sobre un estado terriblemente capitalista, burgués, burocrático, corrupto, represivo y patriarcal. Bueno, pobrecitos nosotr@s –como muchos hoy en día en el mundo una vez descartada la vieja tesis de la “dictadura del proletariado”- que hubiésemos querido más bien que toda organización o bloque de organizaciones que estén en la capacidad de articular y de alguna manera dirigir un proceso revolucionario dejen bien en claro que todos aquell@s que las conforman han de estar lo más distante posible de la actividad burocrática y de gobierno. Que se ponga una barrera bien clara entre función de gobierno y praxis revolucionaria. No para negarse absolutamente a la manera anarquista mas sí para distanciarse y asumir su inevitable confrontación.
La contradicción: gobierno del orden capitalista constituido-dirección revolucionaria socialista en este caso se convierte en una antinomia en nuestra opinión insuperable:. Y ya sabemos que en esto que atañe a las estructuras sagradas del orden constituido, los milagros políticos son muy próximos al imposible. La lucha insurgente, rebelde, constituyente, de fabricaciones sociales alternativas a ese estado de cosas, para nosotros debe continuar unitariamente como proyecto bolivariano y socialista, como diversidad subversiva y reflexiva, como contrapoder, multiplicando horizontalmente la creatividad política de todos los que nos unimos en esta lucha decisiva, más nunca como sujeto o candidato de estado, menos aún como partido.
EL ARGUMENTO CONTRAPARTIDO Y ANTIBUROCRATICO
Tales argumentos fueron acompañados por otro conjunto de reflexiones, hechas entre documentos y artículos fundamentalmente, que han puesto todo su énfasis en la crisis de la “forma partido” como herramienta de integración revolucionaria. La crítica en este caso al leninismo y mucho más allá a la cultura partidista, a la justificación de una vanguardia sustitutiva de la producción política colectiva, a las direcciones autoreferenciales y jerárquicas, a la cristalización burocrática de las relaciones entre dirigentes y dirigidos, a la explotación de la plusvalía política producida por la militancia social de base, se acompaña con una critica total a lo que han sido los partidos de izquierda dentro de nuestro país en las últimas décadas y particularmente en los tiempos de “revolución bolivariana”.
Allí coincidimos totalmente con el compañero presidente en su crítica propia a los partidos de izquierda que han merodeado o capitalizado tanto el caudal electoral como la ganancia gobernante y representativa de esta revolución (claro esta, con sus excepciones muy minoritarias y poco beneficiadas dentro de este juego de las ruletas de la politiquería. No comparemos por favor al MVR o a Podemos con la Liga Socialista). Efectivamente, en nada han aportado al proceso real y diario de la construcción revolucionaria, dedicándose como buenos hijos de la cultura adecocrática (y en esto nos referimos a la mayoría de sus dirigencias nacionales y regionales no a su militancia de base) a las eternas negociaciones de puestos políticos. A la mirada directa y la pelea a cuchillo, por los puestos presupuestariamente más jugosos de la administración pública. A la generación de fracciones y fracciones de fracciones dentro de sus propios aparatos partidarios en función de las consolidaciones personales y grupales en cualquier instancia de poder. Ni hablemos de la explícita “derecha roja” –militar y civil- que acompaña estas prácticas agregando su propia gota argumental abiertamente autoritaria y reaccionaria; las quintas columnas de la nueva batalla bolivariana. La aversión –y que nadie venga a decir lo contrario- que existe del común del pueblo hacia partidos y burócratas no ha venido en vano, se la han ganado. Y si están todavía “a salvo” de la respuesta directa y sin mucha contemplación legal que se merecen, es por la paciencia, las confusiones, las divisiones, los reflejos de sumisión, el “ponte donde haya”, el propio oportunismo popular, que aún priva entre nosotros los venezolan@s. Obvio, también ha estado la prioridad de “vencer primero a los escuálidos” y todo enemigo inmediato, como necesidad objetiva que se ha impuesto a todos nosotr@s en este proceso transformador. ¿Sí, pero hasta cuando vamos a estar neutralizando y castrando el protagonismo y la lucha revolucionaria de base con este argumento, mil veces repetido por todas las burocracias y partidocracias en todos los procesos de cambio?
A esto debemos sumar, y este es momento decirlo por respeto al propio proceso, la errática legitimación que el presidente ha hecho de muchos de ellos y ellas a la hora de las elecciones a cargos públicos o designación de los mismos. Decisiones respecto a cargos ministeriales, representativos, ejecutivos –o al contrario expulsiones inauditas de los mejores cuadros que hemos tenido a nivel de gobierno- que se vuelven incomprensibles para la militancia social, aún teniendo en cuenta el difícil papel del presidente como mediador entre intereses de grupos y clases en este proceso de transición. ¿Hay alguna manera de decirle al presidente que ya esta bueno de elevar a las cumbres heroicas estos verdaderos sinvergüenzas? Y ni se diga de la grosera utilización por parte de estos-estas designados o candidatos a designación de la imagen presidencial para su autolegitimación. Gusto enorme por hacer de la revolución un espectáculo de narcisismos políticos y manipulaciones propagandísticas, llegando al punto de superar las mejores épocas del Miss Venezuela. Un verdadero insulto a todo ideal socialista, igualitario y colectivo, como del retrato que se va haciendo este proceso en general.
En fin, es evidente que los partidos han llegado al charco de su crisis. Lo que no entendemos es como una suma orgánica de los mismos será distinta a lo que fueron en sus tiendas originales. ¿Qué de unitario tiene un aparato formalmente unido pero lleno de fracciones y nuevas fracciones muchas de ellas provenientes de estas tiendas originales y de las propias fracciones que existían en su seno? ¿Qué tiene que ver esto con diversidad, corrientes, libre juego de tendencias? ¿El método democrático y de base –de darse- lo arregla todo?. Al menos nosotr@s no somos de ese criterio. Cuidado con la arenga democratista a la hora de la conformación de inmensos partidos de izquierda y de masas que se quieren atribuir la conducción única del proceso revolucionario. Cuidado que luego se impone la preciada vocación por la mercantilización y compra de las decisiones colectivas que estos dirigentes traen entre sus costumbres. Igual hicieron los partidos AD y COPEI para imponer su asqueroso pacto y sus personajes de poder. Cuidado que la revolución es muy frágil y pequeña aún (miren lo que ha pasado con el PT del Brasil). Cuidado ustedes mismos que muchos otros han-hemos decidido que mas nunca habrá revolución propiedad de partido alguno.
Concluyendo esta parte, se prefigura en nuestro debate la necesidad de ir trabajando mas que en macroaparatos paralelos al propio estado reflejos de su misma lógica conservadora y burocrática, en síntesis concretas que integren sociedad y política, movimientos político-sociales que en tanto vanguardias colectivas sean expresión real de voluntades reales en pleno proceso revolucionario, en niveles de articulación, redes, tejidos, frentes, etc, cada vez más complejos, amplios y ricos entre estos movimientos y las instancias constituyentes del poder popular: poder obrero, poder comunal, poder de calle, poder campesino, poder social al fin. Que nuestras organizaciones por su práctica interna y su quehacer social y revolucionario, la comunidad programática, estratégica y de lucha que establezcan en su conjunto, sean realmente prefiguraciones de la sociedad que queremos y no hijas de las degradaciones partidarias que hemos vivido. ¡Yanamacumbé!, comunidad india, comunidad negra, nuestramérica socialista y libertaria, es nuestra consigna y así nuestro concepto de la unidad popular.
EL ARGUMENTO DE LA AUTONOMIA
Otro punto muy repetido giró alrededor del problema de la autonomía de clase, la autonomía de género y la autonomía en general de los movimientos sociales. En este caso por la visión que se ha expresado, no solo por el presidente sino muchos de los propagadores de la propuesta partidaria, su necesaria autonomía si no se perderían al menos quedaría muy debilitada según las consideraciones de los compañer@s. Se ha dicho que el partido sería el lugar de acoplamiento, integración, desaparición de las divisiones sociales y políticas dentro del movimiento popular. El fin de sus dispersiones al fusionarse en una sola estructura que respetaría todas las tendencias y corrientes, garantizando de esta manera la unidad y la diversidad en su seno. Esto suena muy bonito, son principios, en genérico, que siempre hemos defendido y practicado. Además, valoramos el esfuerzo del presidente y de muchos sujetos honestos y claramente progresivos ligados a la esfera de gobierno como a la producción ideológica vinculada directamente a él, por todo el énfasis que han puesto en este asunto de lo uno y lo múltiple, y su compleja dialéctica dentro del proceso revolucionario. Y que conste que en este sentido nos ponemos a años luz del liberalismo hipócrita y derechista que otros han expresado para distanciarse del partido propuesto, siguiendo su tradición camaleónica. De alguna manera, esta primera “filosofía de la revolución” nos parece un triunfo dentro del campo de la hegemonía de las corrientes autonomistas y libertarias dentro de este proceso. Pero si el poder se pareciera mucho más a las palabras que lo legitiman y prometen, de verdad el mundo fuera mucho más bello y justo. Definitivamente no es así. El mundo humano es mucho menos moral, mucho más crudo y animal, mucho más material, que los discursos y los ofrecimientos que lo adornan.
Un partido de gobierno, póngase el tinte que se ponga, al subsumir dentro de sus estructuras el espacio de los movimientos y poderes populares (y en esto Chávez ha sido muy enfático) inmediatamente se convertirá en una “máquina de captación” que pondría en jaque la posibilidad de que estos ejerzan en la batalla política, en la movilización, en la confrontación real, su autonomía en tanto expresiones múltiples de la sociedad rebelde. En el mejor de los casos es posible que se respeten sus puntos de vista, pensares e idearios, que logren incluso cierto poder en los cargos internos del partido, lo que es imposible es que su estar en el partido no se convierta automáticamente en una operación de chantaje conservador, de silencio, de alcahuetería con todas las arbitrariedades y formas de corrupción que seguirán presentándose. Pongamos casos concretos: ¿Cuál va a ser la posición del partido frente a movimientos de resistencia como el de Perijá, Bolívar, Sucre, etc?. ¿Si se toma una institución y de ambos lados (pueblo e institución) hay militantes del partido, cuál es la voluntad y la verdad que priva? ¿Si un colectivo obrero –como ya ha pasado- toma una empresa y las estructuras de gobierno lo adversan, quién priva el partido de gobierno o la iniciativa revolucionaria de masas? ¿Si no se está de acuerdo con determinada política de gobierno y se es militante del partido, por dónde corre la razón, hay libertad de posición y movilización? En definitiva, ¿quién dicta la pauta revolucionaria la iniciativa colectiva o el aparato de partido?
Esta clarísimo que este chantajismo silencioso y neutralizador ya existe, es el pan de todos los días que viven facilitadores, trabajadores de base, participantes de misiones, militantes, especialmente del MVR. Inmensos toletes del movimiento popular en construcción se han convertido de esta forma en un “movimientos populares administrados” que delegan su poder. Pero si además estas zonas de lucha que han venido ganando autonomía en vez de proyectarse por su propia fuerza y creatividad, en vez de permitir que la revolución gane terreno desde la lucha y el pensamiento propio, forzarán a que la construcción del quehacer autónomo y colectivo se vuelvan a hundir en estructuras colmadas de palabras lindas pero llenas de personajes grises e intenciones peores; allí si estamos mal. No sería difícil presagiar que si las posiciones entre personajes grises y movimientos se mantienen o el partido unido se divide o la revolución arriesga su muerte. Si se divide compañer@s aquí estamos nosotr@s, entre otros, no para jalonar clientelas dóciles sino para articular luchas y sueños. Si logran taparle la boca a la furia proletaria y empezar el camino del fin, aquí también estaremos nosotros para pelear, así sea con la vida, por que no muera la rebelión conquistada. Que no fuese ni lo uno ni lo otro (ni la división, sino todo lo contrario (CAP 1989), es decir, que este partido logre ser patria de una multiplicidad de expresiones populares y movimientos que crezcan y se liberen en él, sería un milagro consagrado. Un escenario lejanísimo que de hecho le quitaría toda razón de ser a nuestro movimiento como constructo orgánico distinto, no habiendo de nuestro lado ninguna intención de estar reproduciendo viejas y malas costumbres izquierdistas de crear organizaciones de bolsillo con pretensiones de vanguardia universal. Sería el momento mas bien de debatir a fondo el Proyecto Nuestra América dentro de este partido milagroso y hacer de él la herramienta revolucionaria que necesitamos…¡Patria, socialismo o muerte!, claro que sí.
Regresado al realismo necesario, en las intervenciones hechas en asamblea se informó que ya muchos movimientos sociales, incluso algunos tradicionalmente anexos a partidos políticos, precisamente a raíz de esta propuesta partidaria, al contrario de lo que se esperaba, han empezado a discutir este problema de la autonomía con mucha más seriedad y orgullo propio, declarándose en algunos casos movimientos sociales y políticos autónomos. Sin embargo, todavía hay mucha confusión al respecto pero es evidente que en este campo la discusión va a ser o ya es linda y dura. Ponemos entonces nuestra arriesgada y seguramente insultada y perseguida decisión al menos como un ejemplo o mas bien un referente desde donde, independientemente de la decisión de cada quien, ayude a ratificar en acto y pensar la archinecesaria autonomía del campo social y revolucionario. Su autonomía programática, organizativa y de movilización, la autonomía de la lucha del que nada tiene, como condición primera para que la “revolución del siglo XXI” que pueda hacerse se convierta en una promesa cierta de cumplirse.
EL ARGUMENTO PROGRAMATICO
Un punto donde evidentemente nos quedamos vacíos de respuesta es en lo que respecta a su propia definición programática y clasista de la propuesta partidaria. Razón por la cual, si bien tomamos la necesaria decisión de no participar en la construcción de este partido, sigue siendo muy importante aprovechar la coyuntura de su formación para profundizar el debate en lo que respecta a estos aspectos tan importantes. Las preguntas están sobre el tapete: ¿De qué socialismo estamos hablando? ¿Qué pasará con la propiedad sobre los medios de producción? ¿Cómo entendemos el cambio en las relaciones de producción, la división social del trabajo, los modelos de gestión? ¿Cómo superamos la lógica de la acumulación, el dinero, la mercancía, la sociedad mediática y de consumo? ¿Cómo concebimos el lugar y papel del poder popular, de los movimientos sociales? ¿Cuál es el papel del y la pobre en la superación de su pobreza? ¿Qué pasará con el estado y con las estructuras burguesas y coloniales de mando? ¿Cómo vamos a entender el problema de las clases y su relación con el dominio político?¿Cómo ponemos fin a la lógica burocrática de las instituciones? ¿Cómo superamos la división entre sociedad civil y sociedad política? ¿Cómo entendemos la defensa y extensión del poder constituyente, del poder y los contrapoderes? ¿Hay estado bajo el socialismo? ¿Socialismo de estado o socialismo autogestionario y libertario? ¿Cuál es el lugar de la soberanía en la sociedad globalizada? ¿Hay alguna posibilidad de cumplir dentro de la esfera nacional la obra socialista? ¿Cómo nos enfrentamos al problema del mercado internacional y el imperio económico del capital? ¿Defenderemos el principio de crecimiento económico? ¿Cómo vamos a enfrentar el ecocidio que se viene produciendo en la tierra? ¿Qué concepción tenemos del desarrollo y qué entendemos por desarrollo socialista? ¿Cómo vamos a sincerar y superar todo el cuadro de opresión cultural, de género, étnico, subjetivo, que vivimos como sociedad?¿Quién es el sujeto o la multiplicidad de sujetos que liderizan la revolución socialista? ¿Cuál es la visión de integración del conjunto de nuestramérica que defendemos? ¿Cuál va a ser nuestra política frente al proceso de las resistencias en el mundo? ¿Se va a promover o no la internacionalización de la revolución socialista? ¿Seguimos pensando en una revolución nacional por etapas? ¿Si no es así qué nueva valoración tendría el principio de revolución permanente?.
Una infinidad de preguntas además de estas podrían sumarse y que permanentemente se reciclan dentro del debate revolucionario. Aunque ya la historia nos ha dejado bien claro que nadie tiene afinadito el manual de sus respuestas, es evidente que al menos ya tienen que ir aclarándose algunas cosas. Hasta ahora de eso no hay nada salvo las posiciones personales que ha venido adoptando el presidente y proponente del partido, sobretodo después del saboteo petrolero para acá y que sin duda ya tienen un puesto en la historia contemporánea. Obviamente que por la urgencia de formar el partido es muy posible que sean la posiciones adoptadas por el presidente en su combinación bolivariana, cristiana y socialistas, las que priven oficialmente. Posiciones que viven la permanente contradicción de emanar de un jefe de estado amarrado a una estructura terriblemente burocrática y capitalista, pero que en término de tales (propuestas ordenadas en el discurso político y los horizontes programáticos de gobierno) se trata de posiciones que se han ido depurando y adelantando al menos una respuesta muy progresiva a todo este universo de interrogantes aunque falte mucho por aclarar. ¿Será entonces un partido socialista “chavista”, así como los hubo y hay partidos leninistas, trostkistas, maoístas, etc?.
Así parece, aunque habría mucho que decir, más allá del personaje, que es lo que significaría aquello del “chavismo” como nueva corriente revolucionaria. ¿Podríamos decir para comenzar que al hablar de “chavismo” estamos asumiendo una tesis que nos invita a revertir desde sí misma la democracia liberal por una democracia y una economía dual en permanente transición progresiva?. ¿Es decir, donde se combinen y confronten a la vez, una política representativa y participativa, una economía acumulativa y socializante o de liberación del trabajo?. ¿Será entonces un intento de superación del reformismo desde sí mismo partiendo de la base que la democracia dentro del siglo XXI sólo podrá abrirse contado con un gobierno electo nítidamente socialista y revolucionario? ¿Una democracia pluralista en posibilidad de garantizar desde la fuerza del estado la evolución positivamente socialista, participativa y anticapitalista de esta dualidad?. Algo de esto debe ser, al menos “por ahora”.
Aquí tendríamos que admitir diferencias con el compañero y con el “chavismo” que son parte de la distancia irreparable que en nuestro tiempo existe entre sujetos comandantes de un orden constituido y movimientos sociales de contrapoder. No somos tan dialécticos y optimistas, preferimos seguir las viejas consejas de los revolucionarios insurgentes de siempre, corrigiéndolas con las nuevas subversiones colectivas. Diferencias que están en la médula de todo el conjunto de la revolución y que si sabemos entenderlas servirán para enriquecerla y más adelante para definirla. En todo caso: ¿Es un partido socialista el lugar para hacer convivir unitariamente nuestras diferencias? ¿Es el lugar para que estas diferencias sirvan para ir respondiendo en el sentido mas creador y transformador y propio a las tantas interrogantes que quedan en el aire?. Definitivamente no somos de ese criterio, la unidad programática o más bien el constructo programático que queda por hacer encontrará sus luces en un suelo mucho mas complejo. Algo que se asemeja mucho mas al modo en los libertadores llenaron de contenido la guerra de liberación independentista o los comunistas originales produjeron su propio manifiesto: en el campo de la batalla, de la lucha de clases, de la luz de la experiencia y el despeje investigativo de las palabras y los hechos.
EL ARGUMENTO CLASISTA
Llegando al punto final de estas argumentaciones, en muchas ocasiones se repitió la inquietud respecto a cuál sería la relación entre clases sociales y conformación social del partido. Seguramente sean pocos los que estaban aspirando a organizaciones monoclasistas a la imagen del viejo obrerismo o del orden cerrado entre obreros y campesinos con lo cual se prefiguraron las primeras organizaciones socialistas, anarquistas y comunistas. El proletariado hoy en día se ha “socializado” ampliamente al generalizarse las relaciones trabajo-capital convirtiéndose en el lugar común de toda –o casi toda- actividad de producción e invadir la vida social en su conjunto. Esto hace muy difícil prefigurar a ciencia cierta, sociológicamente hablando, donde empieza y donde termina el espacio social del proletario, del trabajad@ y del explotad@, y mucho más si estamos hablando de organizaciones que responden a sus luchas e intereses. No obstante, vía negación, es mucho más fácil determinar quién es el que está del otro lado de la talanquera, y por tanto, el que no es bien recibido a la hora de formar organizaciones revolucionarias y movimientos sociales.
Hasta ahora no hay ningún avance claro al respecto a la hora de hablar del partido, pero contradictoriamente si se oye de la necesidad de armar una organización de “unidad nacional” pluriclasista, aunque sean numéricamente superiores los sectores provenientes de todas las formas y condición de pobreza. Entendemos que estamos cruzando un complejo y seguramente largo proceso de transición que nos trasciende nacionalmente. Se entiende en que medida el bloque revolucionario en sí mismo absorbe las contradicciones del momento histórico y del contexto particular nacional en que nos encontramos; en otras palabras no hay “espacios puros”. Entendemos que las viejas tesis de “dictadura del proletariado” sucumbieron históricamente al revertirse el orden dictatorial creado en el proceso revolucionario contra el mismo proletariado. Entendemos que el principio democrático y el advenimiento de multitudes que insisten apoyarse en sus diferencias identitarias, agudiza la complejidad social de todo el universo revolucionario. Pero no hay ninguna opinión que se haya servido de esto ni entre nosotros, ni en entre los mejores teóricos que se han referido a este problema, para justificar organizaciones donde pobres y ricos convivan en un mismo sueño.
Lo que sí estamos seguros es que, sea lo que sea en el papel, este va a ser efectivamente un partido policlasista. La justificación racional que se para ello aún no la conocemos, pero ya vendrá. Y tendrá que venir primero por la bienvenida simpatía de muchos sectores burgueses y de la pequeña burguesía con el gobierno y que serán invitados a formar parte de las filas del partido. Pero sobretodo por la presión que genera la asunción de múltiples sectores ligados al chavismo a la condición de medianos y grandes capitalistas gracias a las amplias bondades financieras que siguen otorgando nuestros presupuestos y dineros de estado a sus directores (es la verificación moral de que vivimos bajo un estado capitalista sin ninguna condición de dominio en su orden mundial). Y sin que exista forma ni manera de sacarlos de las filas rojas, al menos por las buenas. Sectores que además no tendrán ningún reparo en cantarle “vivas” hasta la más radical de las versiones del chavismo. Hoy, las redes del saqueo que se han apoderado de las instituciones ya están presentes activamente entre las promotoras principales del nuevo partido. Las mismas que han venido produciendo la formación de una “nueva burguesía” y que ya va por los tres colores en los últimos 40 años: blanco, verde y rojo rojito. Las mismas que están a punto de convertir toda la discusión programática, la necesaria materialización de las promesas revolucionarias y al mismo “chavismo” en la más positiva de sus definiciones, en una entelequia inviable.
Luego, sea por presupuestos ideológicos, por vacíos de definición, y por encima de todo, por situaciones objetivas que así lo empujan, es lógico prevenir que este será un partido embriagado por los intereses pecuniarios y burocráticos que este proceso ha dejado avanzar, castigando cada vez mas sueños y esfuerzos de la cuantiosa militancia social sumado a él. Sobre este cuadro lo más que podemos esperar es que este partido si logra hacerse y sobrevivir, es que vaya tomando la forma de un partido esencialmente reformista que convive bajo pacto de orden con una derecha neoliberal y profundamente reaccionaria. Si algún testimonio de alto gobierno, de dirección política oficialista, nos hubiese demostrado la existencia de una firme voluntad por enfrentar esta situación que nos carcome internamente, al menos estaríamos obligados a ser más optimistas. Volvemos a repetir: ojalá estemos equivocados, ojalá salgamos un día de este abismo y no sea precisamente por la violencia, pero…
Lo que sí nos demuestra el marco conjunto de esta situación es que hoy mas que nunca se justifica, ya no solo la autonomía de clase como principio, se justifica el desarrollo y síntesis de una amplia vanguardia colectiva que sin ambiciones ni deformaciones partidistas se constituya en el referente y la fuerza que liderice la rebelión antiburocrática, antipatronal, anticapitalista, antipatriarcal que tanto necesita esta revolución naciente. A nuestro parecer queda por tanto bien justificado el seguir manteniendo y divulgando abiertamente el esfuerzo político y organizativo que hacemos como Proyecto Nuestramérica-Movimiento 13 de Abril como parte activa de esa vanguardia en construcción. Muliplicar la iniciativa resistente y constituyente popular. Promover la esfera consejista en todos los ámbitos posibles. Seguir el proceso de construcción de un amplio Bloque Autónomo Revolucionario. Fomentar la movilización revolucionaria nacional y de base. Promover desde ahora la ida de una constituyente socialista y nuestramericana. Trabajar en una organización en donde lo político no se confunda sólo con propaganda y acción discursiva, que sea practica prefigurante del socialismo que soñamos vivir. Defender este proceso con la misma disposición de victoria que el mismo ha sembrado entre nuestro pueblo.
¡Cualquier sumisión será nuestra derrota!
¡Todo el poder para el pueblo!
¡Volvemos por todos los caminos!
Los autores son miembros del Proyecto Nuestramérica-Movimiento 13 de Abril PN-M13A
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