Parábola del Partido Socialista Unido

Debo confesar algo antes, porque la cabeza no sé si por el pelero que aún conservo no obstante los 65 a cuestas, y habiendo sospechado siempre que los calvos piensan mejor por tenerla despejada, a veces se me “atoya” como a Uribe, que la habrá tenido de “atoyada”, ¡vaya a saberse cuánto! de hace algún tiempo para acá.

Empero, creo entender bien ciertas cosas acerca del futuro partido unido, y me voy a permitir exponerlas a través de las siguientes diez puntualizaciones:

Primera: Entiendo que, el antecedente más próximo que tiene nuestra Revolución, es la rebelión del pueblo venezolano del 27 de febrero de 1989, que marca con nitidez el hasta aquí me trajo el río con esta cuarta república... A nadie más que a Carlos Andrés Pérez podía caberle el tan “alto honor” de ser su adecuado sepulturero. Cálculos muy conservadores dicen que tres mil almas ofrendaron su vida en un intento en apariencia estéril…

Segunda: Entiendo que esa sañosa masacre contra un pueblo desarmado, perpetrada por unas Fuerzas Armadas comandadas por unos verdaderos “doctos en la falacia”, produjo en vastos sectores de esas mismas fuerzas un justificado malestar pudiendo llegar hasta resentimiento, acelerado de manera inequívoca por el “virus” revolucionario. Que el “virus” revolucionario dejaría como secuela afortunada en un grupo grande de militares, un deseo irrefrenable de reflexionar sobre métodos arbitrables para accionar y así poder cambiar ese estado tan despreciable de cosas. Que dentro de ese grupo, el que llegara a descollar más por razones harto confirmadas, sería Hugo Chávez Frías, sin menoscabo por supuesto del talento y del valor del resto de ellos. Que el liderazgo de Chávez no es que haya resultado coyuntural y frívolo, sino que por el contrario, con el paso del tiempo, lo que se ha hecho es cada vez más enjundioso y sabio, y por ello, cada vez más confiable y más respetable. De que por tanto sea por ello indubitable que, al hablar de Revolución Bolivariana, deba hablarse también de Chávez en estricta inherencia, debido a que incluso hubiera él de resultar tan eficaz vector para alcanzar “inocularle” ese “virus” revolucionario al pueblo siempre alzado, lo que es innegable ha ejecutado incluso con holgada destreza y verdadera devoción pedagógica.

Tercera: Entiendo que, también por constituir el nuestro un legítimo proceso revolucionario, le ha implicado tener que pasar por la liberación épica del tutelaje imperialista, además del encono que ello genera de parte del imperio más poderoso de la historia, que como bien sabemos, no son conchas de ajo…

Cuarta: Entiendo que ese mantener bufeando todo el tiempo de odio disimulado al imperio más poderoso de la historia, unido claro está al diáfano liderazgo de Chávez, ha permitido que los sectores revolucionarios, presuntamente de ley, se hayan mantenido unidos (aun cuando separados) en toldas con denominaciones varias. Pero que a esa atomización no obstante haber lucido exitosa en el área electoral, no se le hayan visto mayores ni aun menores éxitos en el campo ideológico como para crear en sus militantes un sentido perdurable e indubitable de compromiso y de pertenencia a la lucha revolucionaria, ha obligado en sana lógica a una reflexión sobre la unidad.

Quinta: Entiendo que, ante esa incertidumbre, y ante un tan receloso instrumental ideológico, haya sentido el líder Chávez la necesidad explicable de proponer lo del partido unido de la Revolución, como para proveerla en justicia de un piso antisísmico...

Sexta: Entiendo que, por haber declarado Chávez que la Bolivariana es una Revolución pacífica, el instrumento que deba ejecutarla, de manera permanente, debe tener al mismo tiempo esa naturaleza pacífica (lo que no significa que, en serio amenazada, pudiera convertirse en la más aguerrida y acometedora) y siempre, además, una creciente madurez, por lo que no debería perderse nunca de vista, y a la vez tratar de adoptarla individual y colectivamente, esa extraña cualidad personal que Chávez ostenta, que no es otra que la de generar las fuerzas del equilibrio a la vez que genera las de la gran transformación. Vale decir, que con Chávez no hay caos… ¡Que con Chávez lo que hay es revolución! Así pues que, entiendo que los contornos preliminares de la Revolución Bolivariana, están ya delineados hasta ahora, donde la implementación concreta de sus postulados se ha venido haciendo, con marcado éxito, aunque no exenta de cierto dramático dolor, como a través de todos los tiempos ha venido pareciendo inevitable en todo sacudón social y político.

Séptima: Entiendo que, ese Socialismo del Siglo XXI que proclama Chávez con verdadera humildad conceptual, debe ser el producto de un hecho esencialmente ético nacional: el de poner en el mero centro de su objetivo estratégico al proletariado (aclarando incluso lo que deba entenderse por ello) con prescindencia de cualquier consideración subjetivo-miserable que pudiera pretender interponérsele. Así que, ninguna visión o enfoque que dé viable solución colectiva a los graves problemas sociales que tenemos, debe soslayarse dentro del debate. (Insisto en la síntesis de todas las verdades, como mecanismo para evitar el absolutismo ideológico o la confesionalidad). Que ese Socialismo del Siglo XXI debe surgir de abajo como siempre Chávez lo sugiere con criterio casi apodíctico. De allí pues que, el proceso de perfeccionamiento de los Consejos Comunales, como propietarios del auténtico poder popular, debe irse dando de manera permanente y a perpetuidad, y donde el partido a conformarse debe ser el fluido facilitador de todo lo que deba realizar, para su ascenso, ese pueblo nuestro desde su pobreza secular.

Octava: Entiendo también por último (pero por ahora) que, si en los que quedaran como dirigentes de ese futuro partido no se les viera al menos una de las más notables virtudes del líder máximo, como por ejemplo, la necesidad de convencer y no de imponer, la pasión en sus convicciones, la organización de las ideas, la capacidad de trabajo y verdadero amor por los pobres, sino que optaran por ardorosas y absurdas polémicas o discusiones que demanden la defensa del prestigio personal y que por tanto sólo buscaran minar el poderío del nuevo partido al sólo oírse entre análisis y discursos nada más que revoloteos alrededor de la verdad sin ni siquiera tratar de tocarla nunca, y que luciera todo como una especie de juego de niños que a la larga provocara indulgentes sonrisas del pueblo que hoy es muy adulto, o que algunos comenzaran con sospechosas y apasionadas negaciones y se aferraran a lo anterior, a lo que muere y debe seguir muriendo, o que consideraran que la imagen de ellos y la del nuevo partido serían entidades separables, donde la palabra de su futuro himno no fuera sagrada, como ocurriera con aquel “Adelante a luchar milicianos, a la voz de la revolución”, por ejemplo, o que sus pensadores y luchadores no fueran serios y con espíritu de caridad y desprendidos de prebendas que les permitiera vivir como parásitos del pueblo, pudiera entonces darse la nefanda consecuencia de que Chávez se fuera convirtiendo en sordo y en mudo por haber tenido sus sentidos siempre muy bien aleados con la necesaria unidad, y de pronto, como alelado, ponerse de pie y comenzar a caminar sin descanso hasta alcanzar las riberas del Sinaruco y del Capanaparo, para luego desaparecer allí para siempre…

Novena: Pues bien, creo entender y además prever casi con seguridad que, aún siendo así, antes de desaparecer para siempre el pueblo saldría de nuevo en masa e iría a buscarlo allá y volvería a rescatarlo de ese otro criminal secuestro de lo absurdo…

Décima: Y luego… ¡qué no hablen paja!..


crigarti@cantv.net


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Raúl Betancourt López


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