El párrafo es de Emeterio Gómez (“Un Marx de Monedero”. El Universal,1-9. Caracas, 17-05-07). Forma parte de la Cruzada que emprendió contra el marxismo, especialmente contra la teoría del valor, que es efectivamente el corazón de la crítica de Marx a la economía política. De modo que Emeterio apunta bien, pero con balas chimbas. Emeterio ha dicho antes que Marx no pudo poner de acuerdo su desarrollo acerca del valor de las mercancías, en el primer tomo de El capital, con lo que después explicaría acerca de los precios, en el tomo III. Bueno, tal y como aborda Emeterio el asunto, se entiende por qué cree que Marx falló: no ha entendido a Marx. Procuraremos demostrarlo seguidamente.
Para
comenzar, cae en lo que Marx llamaba “robinsonadas”, cuando dice: “si a un
capitalista ¡o a una cooperativa comunista! (los signos de admiración
anticomunistas son de Emeterio) se les
ocurre producir…”. ¿Cómo es la cosa? ¿Estamos hablando de fenómenos
económicos y sociales o de ocurrencias? ¿Cuál es la ley que gobierna las
ocurrencias? Obviemos entonces el carácter ocurrente de los capitalistas y las
cooperativas comunistas de Emeterio: El valor de un bien que sobreabunda será
mínimo, aunque haya requerido mucho trabajo producirlo, dice. A ver, Emeterio,
¿qué será mínimo del bien sobreabundante, el valor o el precio? ¿Se fijan? Emeterio confunde valor y precio, pero
dice que fue Marx el confundido.
El valor se determina en la fábrica y el precio en el mercado. Las mercancías salen de la fábrica con un valor y se realizan en el mercado a un precio. Ese es el proceso real de conversión del valor en precio. ¿Qué leyes lo rigen? La fuente del valor es el trabajo y la fuente del precio es la competencia; al valor lo rige la ley del valor-trabajo y al precio la llamada ley de la oferta y la demanda. Así como en la Física, el carácter de partícula de la luz responde a las leyes de la mecánica newtoniana y el carácter de onda se rige por las leyes de la mecánica cuántica, con lo cual, la luz no deja de ser simultáneamente onda y partícula; la mercancía obtiene su valor en la fábrica y su precio en el mercado, sin dejar de ser mercancía y de tener valor y precio.
La ley de la oferta y la demanda es pan comido liberal: para una determinada demanda de un producto, si aumenta la cantidad ofrecida baja el precio y si disminuye la oferta el precio sube. La ley del valor trabajo explica que en un volumen de mercancías está plasmada una determinada cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario y, por tanto, el valor de esas mercancías es igual al tiempo de trabajo socialmente necesario que contienen. Para determinar el valor de la mercancía individual, basta con dividir el tiempo de trabajo socialmente necesario total entre el número de unidades producidas y obtenemos el valor de cada una.
Si un capitalista produce más o menos mercancías no pasa nada, simplemente obtiene menor o mayor precio por ellas. El problema lo tiene el capitalista de menor productividad, pues el precio que obtenga no le compensará el valor creado y saldrá del juego por quiebra, ya que no podrá reiniciar el ciclo de producción. La ventaja del capitalista más productivo consiste en que tiene máquinas más eficientes y necesita menos tiempo de trabajo socialmente necesario para producir la misma cantidad de mercancías; como los productos necesarios para el sustento de los obreros también son mercancías y bajan de valor, aumenta la plusvalía que se apropia dicho capitalista. Como vemos, nada que ver con escasez o abundancia.
¿Qué se puede decir de la escasez de Emeterio? Una mercancía escasa son los diamantes. Pensemos en la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario para producir un diamante. Pueden ser miles de obreros, trabajando durante muchos días, para obtener la pequeña piedra. En ella se concentra todo el valor. Si aparece una mina especialmente rica, es decir, si esos mismos obreros en esos mismos días de trabajo consiguen no una, sino muchas piedras, bajarán su valor y su precio. Pensemos, por otra parte, en el aire, que está a disposición sin que deba realizarse ningún trabajo para ello: por eso no tiene valor ni precio. O en el agua de manantial tomada allí donde nace. Lo que se paga por el agua que llega a las casas es lo que cuesta captarla y conducirla a donde va a ser consumida.
Volvamos a las ocurrencias de Emeterio: Si a un capitalista se le ocurre producir más de un bien que sobreabunda, bastaría con que lo haga con mayor productividad que los demás, entonces, la disminución del precio no lo afectará, sacará a los demás de la competencia y dominará el mercado, mientras no aparezca otro que lo mejore. Aquí se puede decir algo también de la escasez: mientras no aparezca uno mejor, el capitalista que sacó a los otros del juego dominará el mercado, entonces, encarecerá intencionalmente sus mercancías y no estará interesado en aumentar la producción, porque obtendrá el mismo ingreso vendiendo menos de lo que el mercado demanda. Se trata de lo que aquí llamamos acaparamiento o beneficiarse de una posición de monopolio.
Creo que este es un tema que siempre es difícil de penetrar y de exponer y por eso invito a la lectura de El capital, especialmente el primer tomo y los primeros capítulos, donde se encuentra la teoría del valor, sin dejarse intimidar por los disparos de salva de Emeterio. Ya vimos que no basta con títulos académicos y manejo discursivo, cuando se tienen prejuicios anticomunistas y antimarxistas. Mientras exista el capitalismo, las leyes básicas de su funcionamiento son las que descifró Marx. Contra ellas se han estrellado intelectuales de bastante más talla que Emeterio, también izquierdistas, que no tuvieron la suficiente humildad para reconocer que el genial alemán había llegado al meollo de la cuestión y se dieron a lo mismo, refutar la teoría del valor.
Caracas, 17-05-07