(A propósito del Partido Socialista Unido de Venezuela)

La Revolución Bolivariana y su fuerza de vanguardia

Porque me asumo antillanista, latinoamericanista-caribeño, bolivariano, martiano, guevarista, caamañista, internacionalista… me tomo la libertad, nueva vez, de opinar sobre la imperiosa necesidad de la creación y desarrollo de la nueva vanguardia revolucionaria socialista venezolana.

No se trata, claro está, de un tema estructuralmente venezolano, dado que el proceso hacia la revolución en Venezuela desborda las fronteras de ese país. Se coloca en el centro de la ola de cambios revolucionarios y progresistas que tiene lugar hoy en nuestra América, se convierte en el principal factor de renovación de esperanza y recuperación del sentido actual de la revolución en esta región y actúa como estímulo fundamental de las nuevas transformaciones a escala continental. Y dada tambien la existencia de otros procesos de cambio con exigencias parecidas.

En Venezuela está activada una vertiente trascendente del laboratorio de las nuevas revoluciones y de las nuevas modalidades del tránsito al socialismo y de sus fuerzas políticas conductoras. Ese proceso, junto a otros ya iniciados o en vía de avances cualitativos, por demás, ha contribuido a replantear el debate sobre las alternativas

orgánicas a la crisis del partidismo tradicional y al capitalismo imperante, y sobre la necesidad de un socialismo adecuado a las condiciones y experiencias acumuladas al iniciarse el siglo XXI.

Crisis histórica del partidismo tradicional

Si hay un país latino-caribeño donde se manifestó en grande la crisis del partidismo tradicional, ese es Venezuela; aunque ciertamente ese fenómeno se expresa, con diferentes particularidades y niveles, en no pocos países de la región.

Esa crisis no solo ha afectado y está afectando al conjunto de las fuerzas de extrema derecha, derecha, centro-derecha, y centro, sino tambien (aunque de otra manera) a la izquierda revolucionaria y a la propia izquierda reformista.

En verdad la categoría partido quedó muy maltrecha en Venezuela y lo está en muchos países del continente. Y ese fenómeno se ha acelerado y profundizado a raíz de lo acaecido dentro capitalismo internacional y sus expresiones “nacionales”.

Ahora bien, con las izquierdas y derechas del continente está pasando lo mismo que pasó hace cerca de dos décadas con el capitalismo y el “socialismo real” en el siglo XX: están padeciendo sendas crisis, no iguales, ni con las mismas causas, sino diferentes y a la vez simultáneas.

* Derechas e izquierdas

La crisis de las derechas tiene mucho que ver con su papel de administradoras de las instituciones y ejecutoras de las políticas gubernamentales y estatales del capitalismo y el imperialismo actual. Con la crisis estructural de ese sistema y sus efectos, con el empobrecimiento de las sociedades, con la corrupción y perversión del orden jurídico-político, con la capacidad secuestradora de la partidocracia sobre las instituciones vigentes, con el impacto degradante del neoliberalismo y el militarismo en boga, con los nefastos efectos de su globalización, programas y modelos.

Las crisis de las izquierdas por su parte se relaciona muy estrechamente con el colapso del paradigma estatista a nombre del socialismo, con el descrédito del “socialismo realmente existente” en el siglo XX (sobre todo en la URSS y en Europa Oriental), pero tambien con el enraizamiento en el seno del movimiento revolucionario del ideario clásico anticapitalista y socialista muy propio de la etapa del capitalismo industrial europeo (basado en las características de las sociedades creadas por esa formación económica-social en la segunda mitad del siglo IXX y en gran parte del siglo XX, previas al auge neoliberal, previas a los procesos de reestructuración material e ideológico que ha tenido lugar fundamentalmente desde los años 70 del siglo XX hasta el presente).

Las crisis de los partidos de las derechas es una crisis progresiva de credibilidad por la insalvable y evidente contradicción entre lo que dicen y lo que hacen, entre lo que prometen y lo que ejecutan.

Es una crisis ética-moral, dada la gansterización del poder que ejercen y administran.

Es una crisis vinculada a los efectos polarizadores –empobrecedores de la dinámica capitalista-imperialista, de la cual están imposibilitados de liberarse.

Es una crisis de descrédito profundo, que asume el grado de lo insuperable y presenta características de “enfermedad terminal”.

La crisis de no pocos partidos de izquierda, aunque carga en parte con lo acontecido en las gestiones hechas a nombre del socialismo y del comunismo (crisis que por demás tiene características y motivos diferentes a lo sucedido en el campo capitalista), tiene que ver sobre todo con su anquilosamiento ideológico, con el peso en su interior de lo anterior, con sus ataduras a las conceptualizaciones del pasado, con su incapacidad para ver lo nuevo y adecuar su pensamiento y acción a las nuevas realidades creadas por el nuevo capitalismo y el imperialismo, para renovarse sin derechizarse.

Y si en cierta medida cargan –una parte de ellos- por adhesión y defensa dogmática, con las culpas de lo acontecido en el ex “campo socialista”, la verdad es que la restauración capitalista en esa parte del mundo ha provocado males muchas veces más degradantes y dañinos para la humanidad.

Es, por tanto, una crisis fuerte pero no “terminal”, superable a través de procesos de auto-transformación y recreación teórica y organizativa.

A lo dicho pienso que hay que agregarle otros factores que gravitan sobre estos dos grandes campos del ejercicio de la política.

Y me refiero ciertamente a la manera como fueron concebidos los partidos políticos en el contexto de los sistemas jurídicos-políticos emanados del capitalismo, incluso dentro de la propia democracia liberal.

Construcciones generalmente de arriba hacia abajo, con gran peso del verticalismo a todo lo largo de su trayectoria y de su accionar. Separados de los movimientos sociales o controladores de ellos.

Con una fuerte cultura autoritaria y estructuras fácilmente secuestrables por sus direcciones en función de la manipulación de sus bases desde factores de poder (información, medios, autoridad, economía, prestigio, liderazgo histórico…)

Con formas organizativas, en muchos casos, afines a conformaciones clasistas seriamente modificadas en las últimas décadas a consecuencia de la evolución y res-tructuración del sistema capitalista- imperialista.

Todo esto muchas veces se suma y potencia para provocar en partidos de diversos tipos crisis mayores que obligan a una nueva reflexión.

Y me interesa particularmente esta reflexión sobre todo para dar respuesta a los grandes desafíos que esas realidades nos exigen para transformar revolucionariamente las injustas sociedades imperantes.

Para pensar en las izquierdas que necesitamos, en las vanguardias que necesitamos, en las nuevas fuerzas de conducción necesarias para hacer nuevas revoluciones, crear y recrear nuevos socialismos a partir de la experiencias positivas y negativas vividas.

Nuevas formaciones políticas o político-sociales

Este nuevo siglo coincide con la necesidad de nuevas formaciones políticas-sociales revolucionarias.

Ya antes, hechos acaecidos en las últimas dos décadas del siglo XX, estaban demandando reflexiones, renovaciones y recreaciones revolucionarias.

El problema es que el peso paralizante del pasado casi siempre retrasa las transformaciones y las auto-transformaciones necesarias, a pesar de las señales que las exigen.

Con todos los valores positivos que históricamente han encarnado las izquierdas partidistas a lo largo de todo un siglo, con su enorme superioridad ética respecto a las derechas, es claro sin embargo su actual retraso y su evidente papel secundario en los procesos transformadores en marcha en el continente.

Los factores catalizadores y, en consecuencias, protagónicos y hegemónicos -independientemente de los valiosos aportes en su interior de militantes y cuadros de la izquierda histórica- han sido, en muchos casos, generados por actores(as) político-sociales de nuevo tipo.

Y esto apunta en dirección a la necesidad de nuevas formaciones políticas (o político- sociales) de vanguardia; conductoras, orientadoras, organizadoras…con renovada capacidad para articular y dirigir las confrontaciones con las derechas, sean estas nuevas o viejas.

La necesidad de esas nuevas vanguardias –evidente en procesos como el venezolano, el bolivariano, el ecuatoriano-, en franco proceso de desarrollo en el caso colombiano, puede ser suplida temporalmente en forma un tanto limitada por la relación entre líderes y masas, y por la confluencia más o menos efectiva de las diferentes organizaciones y movimientos que respaldan los procesos hacia las revoluciones.

Pero en la medida crece la confrontación entre revolución y contra-revolución, en la medida se intenta profundizar el cambio, en la medida sube el tono anticapitalista y pro-socialista del proceso, en esa misma medida la exigencia de una gran fuerza organizada, conductora- transformadora, se torna imprescindible.

El nuevo proyecto venezolano

Eso es lo que a mi entender está pasando en Venezuela.

Y eso es lo que con gran agudeza ha captado como imperioso el comandante Hugo Chávez, al proponer, primero el Partido Único y luego el Partido Socialista Unido de Venezuela.

La propuesta en cuestión, como puede verse, ha evolucionado positivamente, porque a todas luces hablar, después de lo acontecido en los países del Este europeo, de “partido único”, se prestaba y se presta a muy malas interpretaciones. Y ha evolucionado positivamente, aunque sin excluir tropiezos, maltratos, incomprensiones, reacciones contradictorias y hasta reacciones contraproducentes entre fuerzas realmente interesadas en la profundización del proceso y en la transición al nuevo socialismo.

Lo positivo está en haber desechado lo de “partido único” para proponer la unificación orgánica de todas –o la mayor parte- las fuerzas anticapitalistas y pro-socialistas (no solo de los partidos de izquierda existentes hasta la fecha), en dirección a impulsar con más conciencia y mejor organización el proceso hacia el socialismo bolivariano, anunciado por Chávez en el contexto de las pasadas elecciones presidenciales.

Y subrayo en este punto lo del proceso hacia el socialismo bolivariano, porque creo importante que se reconozca que el socialismo implica una transición, una construcción progresiva, una creación paulatina. Y esto fue muy bien enfatizado por el comandante Chávez cuando se refirió a los planteamientos que hice hace unos meses durante mi participación en el prestigioso programa “La Hojilla” que se transmite todas las noches por Venezolana TV, canal 8; planteamientos que he desarrollado tambien con más extensión y profundidad en mis libros y ensayos recientes.

Insisto tambien en lo de nuevas formaciones políticas o político- sociales, porque evidentemente estamos frente a nuevos fenómenos sociales, culturales, ideológicos, económicos y militares, generados por un capitalismo y un imperialismo diferente al de décadas pasadas, pero peores que todas sus modalidades anteriores.

La globalización capitalista y recolonización neoliberal, por demás, han traído nuevos problemas y significativos cambios en las bases y las superestructuras de las sociedades dominadas por esta nueva dinámica capitalista.

Y me inclino a hablar de la necesidad de nuevas formaciones políticas, y no simplemente de nuevos partidos (aunque la denominación en toda categoría no es lo fundamental, sino su esencia), porque el descrédito del término partido ha sido muy profundo y extenso, aunque no uniforme ni igual en todos los países.

El acento en lo nuevo, claro está, hay que ponerlo, en el contenido de los procesos de construcción, articulación y concienciación de las fuerzas transformadoras.

Si hablamos de nuevas democracias, de democracias participativas, integrales, protagónicas… si hablamos de nuevas sociedades, si queremos diferenciar las propuestas de hoy de aquellas que colapsaron…estamos obligados a pensar en fuerzas organizadas y concientes de nuevo tipo, en nuevas formaciones, en nuevas vanguardias; capaces de prefigurar las nuevas sociedades y de superar las limitaciones y deformaciones que concluyeron en reveses tan drásticos y conturbadores como los acaecidos Europa del Este.

La organización y la conciencia, la ciencia y la mística, la posibilidad de articular voluntades diversas, la capacidad de confrontar y de potenciar las fuerzas que puedan derrotar la contrarrevolución y sus planes; como tambien transformar la sociedad, crear sus nuevos valores, liberarla y desarrollarla a favor de los(as) oprimidos (as) y de todos (as) los (as) excluidos (as)…son requisitos imprescindibles para el éxito revolucionario en términos estratégicos.

Y esto no se logra espontáneamente. Ni siquiera puede alcanzarse con una positiva relación entre el líder (o los líderes) y el pueblo, por más formidable que esta sea.

Esto requiere de un tejido político organizado y articulado a los sujetos sociales de la revolución, exige de estructuras organizadas y politizadas en torno al programa estratégico de la revolución.

Necesita de una fuerza unificada y organizada, de una fuerza conciente, de una fuerza conductora, enraizada en el pueblo-pueblo, dotada de capacidades tecno-científicas, de mística y ética revolucionaria abrazadas a principios e ideales ¡Necesita de vanguardias a tono con los nuevos tiempos y las nuevas realidades socio-culturales!

Vanguardias de verdad- verdad

No hablo –y esto lo he dicho y escrito muchas veces- de vanguardias autoproclamadas, sino de una fuerza revolucionaria que encarne todas rebeldías justas y todas las liberaciones necesarias, en estrecha relación con las clases y sectores explotados, oprimidos y excluidos…

Vanguardia clasista de los(as) trabajadores (as).

Vanguardia de las mujeres enfrentadas al patriarcado.

Vanguardia de los pueblos originarios vilipendiados y sobre-explotados.

Vanguardia de las etnias y nacionalidades sometidas y discriminadas.

Vanguardia de los(as) excluidos (as) socialmente y culturalmente.

Vanguardia de las justas insumisiones y demandas de la juventud discriminada y subordinada.

Vanguardia de los movimientos ambientalistas.

Vanguardia de la pobresía excluida, explotada y discriminada por la gran burguesía local y transnacional.

Vanguardia de todos (as) los afectados por la ofensiva neoliberal del gran capital.

Vanguardias de verdad -verdad, a tono con los nuevos tiempos

Necesidad sentida en la Venezuela de hoy

Esta necesidad es muy sentida por una gran parte del pueblo venezolano, más allá de las estructuras partidistas existentes y antes de que se propusiera la unificación de todos (as) los partidarios concientes de ese proceso hacia la revolución.

En la última década el proceso transformador en Venezuela ha creado conciencia y generado activismo revolucionario en innumerables movimientos sociales, agrupaciones y espacios organizativos que no participaban en los partidos políticos existentes y que no se sentían a gusto dentro de ellos o en sus periferias.

Por eso la nueva fuerza, la nueva formación política, o político-social revolucionaria, no debe limitarse a la suma de los partidos de izquierda existentes, mucho menos circunscribirse a repetir fórmulas conocidas y fracasadas.

Incluso hay que tener en cuenta que en esta última década se desarrolló el Movimiento V Republica (MVR), que pese a su impresionante fuerza electoral, se quedó corto en cuanto a representatividad de los factores revolucionarios acumulados y más aun respecto a los requerimientos de una fuerza de vanguardia a tono con los nuevos desafíos.

Más aun, la existencia y la confluencia de todos los partidos políticos que hicieron causa común con el presidente Chávez –con sus límites en fuerza, forma y contenido, con su espíritu de competencia (unos más que en otros) por cuotas y espacios de poder electoral y de otra índole –está distantes de representar a todos los (as) actores (as) sociales de la revolución actual y de encarnar una fuerza conductora eficaz.

Esto explica el impacto que ha tenido la propuesta del comandante Chávez en el seno del pueblo, más allá de los evidentes déficit e indefiniciones en el proceso real de su creación sobre todo en materia de métodos, procesos previos, contenidos teórico- políticos… Más allá de la reacciones explicables o no, justificables o no (desde intereses particulares), correcta o incorrectamente formuladas, de determinados agrupamientos históricos de la izquierda venezolana (Partido Patria Para Todos -PPT, Podemos, Partidos Comunista Venezolano- PCV).

Explica la avalancha de afiliaciones hacia el nuevo proyecto, hacia la propuesta de Partido Socialista Unido de Venezuela, que casi llega a cinco millones y medio de ciudadanos (as) de todas las edades, acercándose cada vez más a la votación a favor de Chávez en las pasadas elecciones presidenciales.

Y esto es una inequívoca señal de que en la actualidad, al margen o independientemente de la organización que encabece el líder de ese proceso revolucionario, no es posible construir y desarrollar la nueva vanguardia; esfuerzo que por su carácter de masas, sus déficit históricos y limitaciones heredadas, por las particularidades de este tipo de sociedades, no está ni estará libre de múltiples problemas y escollos, de innumerables obstáculos (objetivos y subjetivos) a vencer; al tiempo que requiere tener presente el bloque histórico a representar y el proyecto de sociedad a crear y desarrollar.

Como bien apunta Amílcar Figueroa, luchador revolucionario de toda la vida e historiador marxista venezolano…“se trata hoy de conformar un partido cuyo imaginario en buena medida sigue en construcción. Le corresponde desempañarse sobre las realidades de los albores del tercer milenio y en un país que no transitó, como hemos señalado en muchas oportunidades, un camino clásico en su desarrollo capitalista, por tanto, su composición social es particular y ello determina características específicas del bloque histórico interesado en el cambio revolucionario, más allá de la clase obrera y el campesinado. Pero a la vez, un país cuya contradicción principal a lo largo de más de un siglo ha sido con el imperialismo norteamericano y a consecuencia de ello existen inmensas tareas nacionales por adelantar. Por lo demás, -y esto no es menos importante- un proceso de cambios que se ha desarrollado, ampliado y recreado en el ámbito de la democracia”(Sobre la Construcción del Partido Socialista Unid.--Amilcar Figueroa, Pág. 40)

Y esa es la razón para que a su vez el referido dirigente venezolano destaque las certeras palabras del comandante Hugo Chávez, cuando en el Teatro Teresa Carreño de Caracas ante los primeros propulsores (as) de la nueva organización socialista, enfatizara que “la propuesta hoy es un partido de masas que genere los cuadros que el proceso requiere” (obra citada, Pág. 40)

La era neoliberal del capitalismo, su impacto en las sociedades dependientes, la fuerza de masa desatada e incorporada al proceso revolucionario, el profundo calado del liderazgo de Chávez, el caldo de cultivo que todo este implica para crear una gran organización revolucionaria representativa de un heterogéneo sujeto popular, potencia las razones para emprender este original camino.

Cierto que quizás, por momentos, las orientaciones bien intencionados (aunque a veces impetuosas) emanadas desde el impactante liderazgo que encarna el Comandante Hugo Chávez tienden a disociarse de los procesos necesarios, de los prerrequisitos convenientes y de las no pocas veces lentas respuestas de los promotores de la nueva organización.

Cierto que faltan cosas por importantes por definir sobre el nuevo socialismo y el tránsito hacia él, sobre la relación de la vanguardia político-social y el Estado, sobre la autogestión y co-gestión de la propiedad pública y los procesos productivos y distributivos, sobre el programa de largo plazo y sus fuentes teóricas; sobre la relación entre Estado y sociedad, entre activistas- cuadros y la gran membresía del partido, y entre éste y las organizaciones sociales.

Hay cosas por definir y otras han sido muy bien esbozadas.

El propio Chávez ha rescatado interesantes ideas de Lénin, Gramci, Mao, Marx, Engels y Mariategui sobre estos temas.

Yo diría que entre la propuesta de Mariategui sobre el Partido Socialista que trató de crear y los actuales planteamientos de Chávez hay esencialmente bastante similitud.

Mariategui quiso subvertir el proceso tradicional y clásico de creación de la vanguardia proletaria, reivindicando la necesidad de una partido socialista de masas, con fuertes raíces obreras, populares, indígenas… del cual surgiera la columna vertebral de sus cuadros dirigentes y militantes revolucionarios para lograr un mejor producto, invirtiendo así el orden rígido establecido entonces en el movimiento comunista internacional y además deformado por su dogma- stalinización.

Chávez además ha insistido en la necesidad de que la membresía del nuevo partido socialista haga “vida política en un organismo social”, subrayando la necesidad de no separarse de la sociedad, de sus organizaciones sociales y sus órganos de poder. Solo que faltaría pensar y definir bien el cómo establecer las garantía para que las organizaciones políticas ni se fundan con el Estado, ni se traguen ni sometan ni anquilosen las organización sociales, como aconteció con los soviet en la URSS y con otros órganos de poder popular en otras revoluciones.

Hay temas éticos y morales, de mucha envergadura, que están por definirse, formularse y solventarse.

Como tambien el papel del saber, del conocimiento, de la formación teórico-política. Los tipos de escuelas políticas, sus contenidos, sus mecanismos y métodos al interior de la fuerza política conductora.

Cuestiones trascendentes para su calificación y capacidad transformadora. Cuestiones complejas dada la necesidad de superar y/o evitar la indigencia teórica, el dogmatismo, el atraso, el reduccionismo, el burocratismo y la corrupción en las filas revolucionarias o potencialmente revolucionarias.

¿Cuál democracia?

¿Cuál socialismo?

¿Qué tipo de poder y de organizaciones exigen los grandes cambios que necesitamos?

¿Cuál debe ser la relación y la dinámica diferenciada entre el Estado con sus políticas, y la vanguardia revolucionaria y las suyas?

¿Cómo definir el internacionalismo, el latinoamericanismo, el antillanismo que hoy necesitamos?

¿Cómo gestionar y controlar socialmente las propiedades y bienes del Estado para que no sean enajenados por la burocracia y no puedan generar partidocracia y sistemas de privilegios?

Hay que avanzar más aun – ya se está avanzando- en esas trascendentes respuestas a esas agudas preguntas, pero no hay que cerrar el proceso de creación del conocimiento, ni con sentencias inapelables, ni con referencias doctrinarias desmentidas por el curso de la historia. Se hace camino al andar y se hace teoría sin dejar de seguir luchando.

La nueva vanguardia no puede ser una receta. El proceso hacia ella es algo mucho más vivo que un esquema preconcebido, resultando de una permanente relación entre la teoría y la práctica, sin despreciar ninguna de estas vertientes y otras más.

Desde la nueva propuesta, no al margen de ella

En el Discurso de la Unidad del Comandante Chávez (Propuesta sobre el Partido Socialista Unido de Venezuela), pronunciado el 15 de diciembre del 2006, hay una buena base y un conjunto de ideas para empezar la marcha creadora, enriquecer, corregir y desarrollar el proceso de construcción de la nueva vanguardia.

Su contenido, como el de otras intervenciones esclarecedoras y educativas, es más importante que cualquier choque o distanciamiento temporal de otros(as) puntos de vista, que cualquier exceso o maltrato real o supuesto de esas diferencias, y que cualquier respuesta excluyente de una u otra resistencia.

Los grandes líderes no son infalibles y no siempre saben dosificar su inmenso poder o medir el impacto de sus expresiones respectos a aliados a veces ciertamente incómodos.

Los (as) colaboradores (as) o funcionarios a su servicio, mucho, pero mucho menos aun.

Lo fundamental es apreciar la certeza esencial de la propuesta formulada y la complejidad de su ejecución, abordándola con determinación desde adentro, asumiéndola desde sus propios espacios, desde el proceso que pueda conducir, en intensa y contradictoria brega, a su feliz desarrollo.

Ninguna organización en una situación como esa debe pretender que lo nuevo por construir sea a su imagen y semejanza. Por el contrario, el nuevo reto es precisamente considerarse un instrumento a ser superado y desbordado por algo muy superior. Y esto es válido para todos los partidos del campo “chavista” incluyendo el Movimiento V República, el PCV, el PPT, Podemos, MEP, Liga Socialista, Tupamaros y otros; aunque ciertamente, sobretodo en el caso del glorioso PCV, hay que ponderar su larga historia y las hondas raíces de su fuerte identidad.

La revolución ha creado fuerzas revolucionarias no encuadradas ni dentro de sus estructuras ni dentro de las esferas de influencias de esas organizaciones y puede crear una que unifique todas las corrientes de izquierda y sea superior a todo lo existente.

Por eso a mi entender el énfasis ha debido ponerse en la creación de lo nuevo, no en la disolución o permanencia de lo viejo.

Cada quien ha debido- y todavía hay tiempo para ello- antes que defender lo propio, cargado de insuficiencias, empeñarse en la nueva construcción colectiva con otras calidades y mayor dimensión, desde una actitud fundamentalmente propositiva.

Y no lo digo solo frente a quienes –con razones particulares, fuertes o no, atendibles o no, erradas o no- se han resistido a la integración orgánica, sino tambien ante lo que han asentido con mayor o menor entusiasmo sin superar las viejas concepciones.

Y lo digo porque no tengo seguridad de que en el nuevo proyecto en marcha, absolutamente necesario e impostergable, no comiencen a reproducirse las malas prácticas y malas concepciones que llegaron a tomar mucho cuerpo, por ejemplo, en el disuelto Movimiento V República.

Porque me parece que todavía- más allá de las sabias e inteligentes recomendaciones y advertencias de Chávez- colectivamente no se han puesto los debidos énfasis en precisar, debatir y consensuar temas como estos:

* Las características democrática-participativa del proceso constituyente de la nueva organización (algo así como las normas, métodos y procedimientos democráticos, que incluyendo a todos sus protagonistas, garanticen los consensos o decisiones legítimas sobre su institucionalidad, bases ideológicas y programáticas y normas de funcionamiento)

Esto precisa de un conjunto de proyectos de tesis a elaborar, debatir y aprobar.

* El bloque social histórico a representar, orientar, conducir…
* Los detalles del proceso de organización de abajo hacia arriba y la manera de escoger democráticamente sus dirigentes.
* La ética revolucionaria y los procedimientos para depurar los partes contaminadas de las fuerzas concurrentes, producto de una excesiva tolerancia de la corrupción a nivel del aparato burocrático.
* Su democracia hacia adentro y hacia fuera.
* Las relaciones con el Estado y con el gobierno.
* Las relaciones con la sociedad, sus organizaciones y mecanismos de participación y decisión dentro de una democracia participativa e integral.
* Sus principales fuentes teóricas
* Su visión internacionalista.

- Su política exterior diferenciada de la del Gobierno y el Estado.

A todo esto ayudaría enormemente avanzar más en el debate de las ideas y en logro de grandes consensos sobre el nuevo proyecto de nación, sociedad y Patria Grande, y sobre las características fundamentales del socialismo del siglo XX, superando la dispersión, las confusiones y sobre todo las desviaciones tanto stalinistas como socialdemócratas y eurocentristas, que todavía dejan sentir su impronta negativa.

Ayudaría mucho precisar más aun la relación entre las diversas tradiciones, fuentes y experiencias socialistas en la historia del mundo y de nuestra América. Así como destacar el valor del salto histórico que implica el desarrollo del socialismo basado en las ciencias, sin negar los aportes a su fuerza, a su mística y a su poder transformador de los valiosos antecedentes socialistas primitivos, indígenas, utópicos, religiosos, debidamente rescatados y remozados.

Contribuiría enormemente a esos propósitos que desde el inmenso valor del quehacer científico se haga acopio de una actitud ecuménica, incluyente, respetuosa de las mejores tradiciones y creencias integradoras y multiculturales.

En la propuesta del comandante Chávez podemos encontrar no pocos puntos de partida e ideas frescas para crear esa nueva vanguardia política y ese nuevo proyecto de sociedad superadora del capitalismo.

Pueden existir otros puntos de vista diferentes y/o complementarios, que si bien deben ser respetados y tenidos en cuenta, no deberían esgrimirse como razones para la separación y el paralelismo desde proyectos organizativos diferentes.

El propio Chávez ha convocado a todas las corrientes de izquierda, a todos (as) los partidarios (as) del socialismo, a formar parte de lo nuevo y ha dado garantías para el debate de ideas, para la vigencia de métodos democráticos, para la escogencia de los dirigentes por la base, para la superación de la democracia, para al eliminación de los cuotas electorales y la dedocracia.

El mismo ha declarado que la nueva organización deberá ser la más democrática de la historia venezolana, comprometiéndose a trascender lo exclusivamente electoral y a superar el clientelismo. Ha declarado tambien que en ella no habrá espacio para “ningún ladrón corrupto, irresponsable o borracho” (aunque en verdad pienso que lo del alcoholismo es otra cosa y creo tambien que el “trago social” es parte respetable de nuestra alegre cultura)

Esto independientemente de que se le haya podido “ir la mano” o “elevado la voz”, en aquellos instantes agudos de la polémica, en los que ha lucido duro y excluyente frente a ciertas disidencias dentro de campo de la revolución.

Bueno, -y lo repito- es que los grandes líderes no son infalible, no están vacunados contra errores, insuficiencias y reacciones fuertes.

A ellos –y más a los que como él son muy inteligentes y estudiosos- le ayuda muchísimo el debate de altura, las propuestas consistentes, las críticas constructivas y bien fundamentadas. Mientras que la incondicionalidad de una parte de sus seguidores le hace daño, la autocensura de los que tienen ideas propias limita su auto-superación y la del proceso, y la inseguridad o los límites propios para debatir estos temas a veces hacen preferir el camino aparte o la segregación sectaria.

Pienso que hay algo de todo esto en el presente de la revolución venezolana.

Sumar aun más

Y siento además que al proceso de creación y desarrollo del nuevo partido socialista de ese país, faltan por incorporarse muchos cuadros valiosos que por razones mas o menos válidas –aunque no fundamentales-, por apego a lo propio, por identidades muy preciadas y difíciles de obviar, por temores fundados (algunos de ellos anticipados por el propio Chávez), por reservas morales , por el peso de ciertos dogmas o por enfoques erróneos, no han decidido todavía trascender sus tradicionales fronteras partidistas o su aislamiento y dar el salto al espacio de la construcción colectiva de la nueva vanguardia.

Su ausencia no ayuda.

Su presencia sería estimable e importante.

Su peso cualitativo y su integridad moral contribuirían a las mejores decisiones. Igual su firmeza en el rumbo socialista.

Sin resignar ninguna íntima convicción, ningún principio político o moral, sería muy bueno que de la separación y el paralelismo actual se pase a la convergencia, al ejercicio común de lo nuevo en formación.

Ojala desde todas partes y trincheras surjan esfuerzos en esa dirección.

Hay que distinguir entre las rosas y las espinas.

Ese desencuentro es entre las rosas rojas de diferentes tonos, pero rosas al fin y rojas siempre.

No hay que descalificar a nadie.

No hay que estigmatizar a nadie.

En el camino hacia la creación y desarrollo de la nueva vanguardia de esa revolución queda mucho por hacer ¡Muchísimo!


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Narciso Isa Conde


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