La llamada descentralización surgió de los laboratorios de la clase política hegemónica para amainar aspiraciones y construir una válvula de escape distribuyendo las responsabilidades en un colectivo más amplio. Obviamente que este fue un proceso que significó en apariencia un avance interesante. La opción permitiría el posicionamiento de espacios por parte de fuerzas progresistas, sin embargo, la clase dominante se guardaba para sí el control del estado. Los venezolanos, en 1989, tuvimos frente a nosotros la experiencia de elegir de forma directa a los gobernadores de Estado, Alcaldes y Concejales. Ante el vertiginoso deterioro del sistema, ante la desconfianza cada vez mayor de los órganos del estado, esta acción representó para algunos una alternativa de acción, una posibilidad de abrir un boquete en la estructura monolítica del bipartidismo. Los acontecimientos de Febrero del 89 terminaron de encender las alarmas en los laboratorios políticos de los partidos del status, la “descentralización” surge como la mejor arma para salvar el “sistema democrático” ejercido férreamente por el “pacto de la guanábana”. Los ideólogos de la burguesía consideraron aceptable que el MAS, (Movimiento Al Socialismo), podía regentar una gobernación como la de Aragua y Andrés Velásquez de CAUSA R la del Estado Bolívar y a esto se le sumaba algunas alcaldías. Luego se incorporaron a las fuerzas de izquierda algunos otros bastiones; Zulia, Sucre, Alcaldía de Caracas, entre otras. Entre los bastiones donde hubo mayor resistencia fue en el Estado Sucre y justamente siendo el actual gobernador Ramón Martínez el candidato ganador, escamoteado por la potente maquinaria Adeca de ese estado, (similares situaciones se vivieron en Lara y Delta Amacuro), Ramón Martínez, con la solidaridad de todos quienes nos identificábamos con la izquierda en el país, logró, en una repetición de elecciones, consolidarse en dicha gobernación. Para esta fecha ya había ocurrido el 4 de Febrero, acto que trastocó seriamente las bases del sistema, el Hugo Chávez del 4 de Febrero despertaba la esperanza, su discurso encajaba en la búsqueda del pueblo desde ya lanzado a la calle buscando objetivos concretos; este pueblo, con su olfato característico avizoraba que Chávez encarnaba la concreción de su anhelo. No se trataba de lograr abrir pequeños espacios, sino de tomar el poder real y esto generaba mucha expectativa, pero a la vez el Chávez de ese entonces era una incógnita para los que creemos en un cambio socialista de la sociedad y analizábamos el asunto con las “gringolas” del dogmatismo quizá, o con la desconfianza, por ignorancia de las raíces históricas del ejercito bolivariano, motivado por la procedencia militar de Chávez, incógnita que ya hace rato fue despejada, no obstante, el pueblo jamás perdió la fe y confió abiertamente en ese líder con el cual creo una química especial que hoy perdura más viva aún.
Recordados estos eventos, en mi humilde opinión, esa propuesta discutida en los partidos de izquierda por los años ochenta, sobre la conquista de pequeños espacios, ya hoy está absolutamente desfasada, no tiene asidero histórico real ni representa una estrategia válida. Hoy se impone una realidad distinta, es por esta razón que, enfrascarse en discusiones como que si la reelección inmediata debe ser para todas las instancias, es una discusión desfasada, fuera de orden, sin basamento lógico. Ya despejada hasta el cansancio la incógnita sobre la profunda y sólida concepción socialista del presidente Chávez, habiéndose logrado la toma del poder central, que objeto tiene entonces el cuidado de “espacios” entre nosotros mismos. El objetivo de todos tiene que ser el fortalecimiento del poder central, muchos saltarán a decir cualquier cosa, que si la dictadura, la concentración de poder, etc. Pero la realidad estratégica es que no podemos perder de vista el objetivo central, estratégico y fundamental para construir el socialismo. Desde que milito en la izquierda, por allá por los ochenta, en todas las discusiones de importancia, se planteaba el tema del poder, sería ilógico pensar distinto, si se hace política es con este objetivo. El prejuicio sobre el “que dirán”, “maticemos el discurso” y cuantas otras cosas más, no pasa de ser una posición cobardona, sin sentido, sin alma, que generalmente es más el daño que el beneficio deparado. He venido observando con detenimiento las posiciones de algunos camaradas sobre este tema de la reelección inmediata y me da dolor realmente lo que sucede. Camaradas, solo observen la lujuria con que en globovisión y los medios de la oligarquía se les trata y háganse una autocrítica, hagan una retrospectiva de su historia política, recuerden cuando se burlaban de alguna palabra mal dicha en algún discurso eufórico y veamos las babas que hoy derraman para que “sigan hablando”, el frote de manos de esta oligarquía debe ser espectacular cada vez que logran “sacar algo” de alguno de ustedes. No se trata de mantener posiciones sumisas, no camaradas, se trata de leer acertadamente la estrategia y entender que todo se centra en el tema nacional y este, como ustedes saben, tiene que ver con la reforma. Pero además, si hablamos de descentralización, que más descentralización que otorgarle al poder popular amplias facultades para el ejercicio de la verdadera descentralización, la descentralización revolucionaria. El tema del poder desde la óptica socialista conlleva en si mismo el principio del poder al pueblo, otorgarle el poder al pueblo y eso es lo que plantea Chávez. Ahora cabe una pregunta, ¿Se puede transformar un estado solo desde las gobernaciones? ¿Acaso no aprendimos que teniendo la gobernación, pero estando el poder central en manos de la derecha, es imposible impulsar cambios estructurales verdaderos? Defender la tesis de la reelección inmediata para todos los cargos, en apariencia es algo justo, pero no representa lo sustancial de la estrategia política. Es allí donde esto huele como a maniobra, no quiero afirmarlo, cuesta creerlo, pero parece. Diluirnos en debates estériles por algo que estratégicamente no es determinante y justamente ahora que la oligarquía desesperada trata de bloquear la reforma, es altamente equivocado como táctica política. Tratar de alargar los tiempos para algo que sabemos debió haberse realizado ya, desde la óptica revolucionaria es una torpeza. Lo que le digo a estos camaradas es que cada vez que hagan sus reflexiones y observaciones, piensen en lo estratégico, en lo general antes que lo particular; pensemos en el esfuerzo, los sacrificios de todos aquellos que creyeron y dieron hasta la vida por hacer una revolución. Detenerse a estas alturas cuando hay un pueblo cada día más conciente, politizado y deseoso de profundizaciones es inaceptable. Esta es una recomendación para quienes todavía creen en la utopía, quienes ya no creen así pues seguramente estas humildes reflexiones les parecerá una estupidez, pero asúmanlo con la hidalguía que requiere el momento histórico que vivimos.
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