En la Comuna no pueden reproducirse –desde las cosas más sencillas- las diferencias hirientes, los privilegios ni los vicios de la sociedad capitalista que pretendemos sustituir porque nos repugnan. En una Comuna no pueden existir niños abandonados; madres –sin esposo- criando en forma miserable a sus hijos, ancianos abandonados, hermosas viviendas o ranchos de lata y tablas, todo eso sería “como una cachetada de Dios” en el rostro de quienes luchan por una Venezuela igualitaria y justa. Para alcanzar la Venezuela Comunitaria, Bolivariana y Socialista de verdad hay que ir a las raíces del problema, a sus causas y no a la reforma más o menos cosmética de sus efectos.
En la construcción del Socialismo del siglo XXI acaso el factor más importante para lograrlo trate de la eliminación de la mala hierba del sistema de apropiación privada de la riqueza generada por el trabajo necesariamente social. La propiedad privada de los medios de producción necesariamente conduce a la apropiación, por parte del propietario de los medios de producción, del plus valor generado por el trabajo del asalariado. Esta perversión del sistema llevará inevitablemente a la concentración de capital en pocas manos. La negación de la propiedad para las grandes mayorías y sus efectos nocivos no termina acá –siendo de suyo extraordinariamente perverso-, el dueño del capital obligatoriamente decide también para qué, por qué y para quienes produce. Motivado por la acumulación de capital la unidad productiva creará bienes de consumo según el criterio de su propietario privado basado en la ganancia y no en la necesidad social. El capitalista produce bienes porque obtiene beneficios y no porque satisfacen una necesidad del colectivo, de esta manera igual producirá leche, que calzados, ropa, condones, pornografía o lo que sea siempre que le produzca buenas ganancias. Un “empresario exitoso” no lo es por el sector al que se dedica sino por su acumulación de capital. Nuestros “empresarios más exitosos” son los Cisneros o los Mendoza por los miles de millones de dólares que concentran en sus manos. Ellos son el paradigma, el modelo a emular por cualquier capitalista, importa poco a que renglón de la producción se dedican.
Bastaría ver como el sistema capitalista basado en sus principios de la ganancia dedica enormes capacidades a producir cachivaches o pamplinas orientadas al estímulo de la vanidad; desde las mil cremas para adelgazar, pasando por las operaciones de las “lolas”, bebidas alcohólicas o cigarrillos, mientras en el mundo se nos mueren de hambre millones de personas o pueblos enteros se condenan a la muerte por el VIH Sida, mientras los grandes laboratorios se dedican a producir y ganar cientos de miles de millones de dólares con medicamentos para la disfunción eréctil. Una Venezuela comunal y socialista tiene que orientarse hacia la satisfacción de las necesidades sociales de su pueblo y no hacia la ganancia de unos pocos. No romper con esta máquina inclemente de injusticia sería renunciar a la sociedad comunal y justa que soñaron desde Jesús de Nazareth hasta Simón Bolívar o Ernesto “Che” Guevara y al final sería sólo una dolorosa morisqueta.
La forma de propiedad más generalizada a lo largo de estos años de Revolución Bolivariana ha sido la organización, producción y distribución de bienes basada en las Cooperativas. No cabe duda de que esta forma de organización económica y social supone un gran avance dentro del sistema capitalista, un gran aporte de la Revolución Bolivariana dadas las circunstancias; tampoco debe nadie dudar, que esta forma de organización económica democratiza el capital, lo hace accesible a más personas pero no borra el principio inmoral del capitalismo. Bastará que pasen unos pocos años -en muchos casos semanas o meses- para que la perversión capitalista en esencia se reproduzca como lo hace el pasto luego de una buena lluvia. No se habrá resuelto el problema real, simplemente se habrá reconstruido el sistema y en todo caso reformado pero no eliminado. De allí que aprobar la Reforma Constitucional, sin argumentaciones ni esguinces, radical y de un solo tajo, sea imprescindible para abrir las puertas a una posible Venezuela Comunal y Socialista.
Hay una gran diferencia entre las formas cooperativas de propiedad y organización productiva capitalista y la organización económica socialista y comunal. La primera tiene al individuo –en todo caso a su familia consanguínea- como beneficiario del trabajo colectivo, la segunda garantiza la propiedad social de los medios de producción y con ella la decisión sobre las políticas productivas a la Comuna. En la organización comunal todos los medios de producción así como los servicios y demás bienes pertenecen a todos los miembros. Nadie intenta llevar esta propiedad colectiva a los bienes de uso que serán decididos por cada familia según la distribución, disposición y disfrute de sus ingresos fruto de su trabajo.
El modo de evitar la apropiación privada de la plusvalía –fuente de todas las injusticias del capitalismo- consiste en que todos los miembros de la Comuna sean dueños de los medios de producción al tiempo que aporten la fuerza de trabajo. La propiedad comunal de los medios de producción debería pasar a su vez a ser propiedad de la Federación de Comunas y la Federación de Comunas la expresión de una Venezuela Comunal.
Otro aspecto realmente socialista de la organización comunal será el hecho de que se elimine la odiosa división del trabajo con sus privilegios y divisiones entre el trabajador intelectual y el manual como doctrina insuperable. Tanto los salarios como los recursos de la Comuna deben ser distribuidos entre sus miembros según el principio de otorgar a cada quien según sus necesidades y obtener de cada quién según sus posibilidades. No importa si el miembro de la Comuna es profesional universitario, el que barre la calle o la mujer sin marido que aporta cuanto puede según sus capacidades. Cada quien recibirá para tener una vida digna sin diferencias odiosas con el resto de los hermanos y hermanas de la comuna según su indicador de necesidades salvo las pequeñas y necesarias diferencias derivadas de la calidad del trabajo entregado. Entre otras, cosas esto será así porque el miembro de la Comuna rechazaría radicalmente tener privilegios sobre sus hermanos comunales y porque se niega a ser "Señor" de nadie sino hermano de todos.
Otra garantía para la prosperidad, igualdad y justicia dentro de la comunidad de amor que debe representar la Comuna será el hecho de que los cargos que pudiéramos denominar “importantes” sean rotativos por decisión libre y democrática de los miembros de la comunidad. El poder soberano e intransferible de la Comuna residirá en la Asamblea de sus miembros y será está la que decida a quien le corresponde determinado cargo dentro de la organización ejecutora de la voluntad comunal.
Sólo evitando que el ciclo vicioso de la organización económica y social capitalista -según el cual el que más tiene transfiere sus privilegios a los suyos y estos arrancan en la carrera por la vida digna en ventaja con respecto a quienes pertenecen a familias menos afortunadas- podremos generar el ciclo virtuoso de la igualdad, la justicia y la paz. El socialismo es en esencia la satisfacción y la felicidad encontrada no en la acumulación de bienes mientras a nuestro lado otros no tienen nada sino en la felicidad compartida, comunitaria y social. Por eso el socialismo es una forma de vida, una forma de concebir la existencia, la felicidad y el gozo de pertenecer a un colectivo en el cual cada quien es mi hermano, mi familia mi prójimo al que amo como a mí mismo. Un verdadero socialista de corazón no encontrará en esta hermosa aventura humana un sacrificio, nada podrá desviarlo de su vocación social, no se verá a un socialista verdadero hablar de una manera y proceder de otra simplemente porque no hay contradicción entre su ortodoxia y su ortopraxis. Ese socialista –luego de siglos de propaganda y educación en el egoísmo- tenemos que parirlo todos los días desde las cosas más sencillas. Quien sea socialista en lo pequeño también lo será en las grandes cosas. La conducta de un socialista verdadero será un reclamo, una cachetada en el rostro del disfrazado de socialista que en cuanto ha tenido una oportunidad ha pasado de desempleado e exitoso empresario. El reclamo silencioso pero irresistible de la conducta será el mejor modo de quitar caretas y denunciar imposturas.
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