Si Chávez hubiese lanzado su proyecto de Reforma por un Estados Socialista, por allá por la década de los 80, o de los 90, el arrase hubiera sido total. Incluso si hubiese hecho su propuesta en el 2000, o en el 2003. En aquellos tiempos para comprarse un carrito LADA de los más económicos, había que sudar la gota regorda. Sólo los ricos podían comprar casa y apartamento y darse el lujo de viajar con familias, criadas y escoltas. Hacer mercado completo era impensable. La clase media estaba por los suelos, y la pobreza se desparramaba por todos los rincones de la geografía nacional.
Pero hoy la realidad del mundo mercantilista, sensualista, consumista y neoliberal en general en Venezuela es apabullante. Se impone en todos los espacios. Este reciente diciembre mostró una prosperidad jamás vista. No hubo nadie que recibiera una media de tres a cuatro regalos por cabeza. Las celebraciones se cuadruplicaron.
A mí se me llenó el cuarto de agua con camisas, calzoncillos, batas, bufandas, medias, toallas…
Yo que siempre he sido muy parco en el comer me atosigué de manjares. En todas las casas sobraba de todo. Si antes me comía por estas fiestas navideñas en total unos 200 gramos de pernil, este año me tuve que engullir kilo y medio. Si antes recibía de regalo unas tres hallacas, ahora me invadieron y me amenazaron con 23. En todos lados me acosaban con licores finos y caros, y me decían: “Usted elija que hay de todo”, y uno como en un bar de lujo y muy bien abastecido ordenaba: “Póngame pues un roncito”, “el otro quiere ponche”, “el de más allá vino”, whisky, brandy... Además, en cada casa estaba desatada una rumba. Yo quedé descoyuntado de tanto bailar rap, salsa y cumbias. Incluso, hasta le caía a los bailes de “el perrito” y el de “el cabrito” que ya casi estaban desactualizados.
A muchos chavistas, de medio pelo o de pelo y medio, que les pagaron antes del 2-D esa bola de billete por concepto de aguinaldos, se las echó al hombro, y comenzó a gastar. No le paró al tema del referendo. Estaba tan aturdido de bienestar que se dijeron: “Para qué voy yo a querer cambiar este sistema si con él vivo en el Paraíso, en la gracia de Dios.” Y no se “molestó” en absoluto en ir a votar.
Por doquier, aeropuertos, terminales, restaurantes, centros comerciales, bulevares, todo, absolutamente todo a rebosar. Y la gente como borriquitas y borriquitos cargados de peroles y de regalos, de tal modo que ni caminar se podía. Yo recibí familiares en Mérida de tantas regiones y también de las Europas. Gente que antes no andaban sino pidiendo colitas, llegaban en soberbios jets, se montaban en bellas limosinas, todo el mundo muy bien vestido y acicalado. Y OJO: no es porque hayan robado o lo estén haciendo, sino que lo que están ganando les da para eso y para mucho más.
Es que nos hemos aburguesados todos, y el pobre Chávez que ha traído toda esta fabulosa prosperidad parece que no cae en la cuenta que es ella misma la que está haciendo refractaria a ese pueblo que nunca tuvo nada al mismo socialismo. Terrible y dura paradoja. Por eso el dicho tan sabio de que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.
En cualquiera de esos ambientes, en todos esos mundos plenos de goce y de abundancia, nadie hablaba ni quería hablar de socialismo. A mí entonces se me ocurrió, ya en las jornadas casi finales de estas jugosas fiestas, proponer al PSUV que pasemos a la oposición, y que dejemos que tomen el poder los adecos, copeyanos, primerosjusticistas o sus similares, y que a la vuelta de un año, cuando el pueblo esté pidiendo cacao y comparando la mierda en que se debaten con el pasado glorioso y abundante del chavismo, entonces nosotros salgamos a solicitar un referendo para una Reforma profundamente socialista. Imagínense por un instante a Ramos Allup o al Manuel Rosales incrustados en Miraflores; imagínense a las hordas de mariquitos emperifollados de las universidades privadas paseándose con sus camisas pardas por las calles y avenidas de nuestras ciudades. Imagínense a esos trenes ministeriales plagados de viejos bolsas o de encopetadas damas de la “alta”, hediondas a perfume caro, y por el otro lado a ese lumpen otra vez tragando miasmas.
Claro, hay que entender que ya entonces el Consejo Electoral se encontrará en manos de las mafias politiqueras, que la policía nos echará plomo de verdad, que las cárceles estarán a rebosar de pobres y luchadores sociales, que viviremos una represión y un caos total y de delirio. Así es la vida, camaradas. Vainas.