Las consignas son la síntesis de una línea política. En este momento en que un importante sector social venezolano aspira confirmar –con un “sí”- una enmienda constitucional para que cualquier ciudadano o ciudadana de nacionalidad venezolana puede postularse indefinidamente a la Presidencia de la República, los sectores que adversan esa propuesta sostienen que eso es antidemocrático y que es una expresión de dictadura personal, como si todo gobierno –de acuerdo a la sociología y la política- no fuese una expresión de la dictadura de una clase sobre otra. ¿Acaso, la más completa o la menos completa vivencia de democracia política no es la dictadura de una parte de la sociedad sobre la otra? Si no es así, habría que buscar con lupa y no encontrar ninguna experiencia histórica donde un gobierno no sea una dictadura de clase.
Entendiendo que el sentido de las palabras “alternabilidad republicana” es utilizado como un régimen democrático, lo primero que debería definirse es el significado de democracia, porque éste no es lo mismo para la burguesía que para el proletariado; para la minoría que se acostumbra a gobernar con el método de la representatividad que para un pueblo que quiere dejar de ser un convidado de piedra y convertirse en protagonista participativo de su destino; para un rico que disfruta de todos los privilegios que para un pobre que tiene los deberes de resignarse a la explotación y opresión de clase o del ser humano por el lobo-humano. Por ello, es necesario decir que la verdadera democracia política es aquella que no excluye a las clases, sectores y estamentos sociales del pueblo; que los inserta como autores directos en la decisión de su destino; y que, además, prepara las condiciones para la desaparición definitiva de la democracia política cuando la sociedad aprenda administrarse por sí misma y sea privilegiada con un elevadísimo nivel cultural, pero para ello es indispensable –igualmente- un elevado grado de satisfacción de las necesidades materiales.
Ninguna consigna más adecuada a los intereses de los opositores a la enmienda constitucional que la que encabeza el título de esta opinión: “Hombres nuevos y alternabilidad republicana”. Seguramente se le agregarían tres palabras: “… y mujeres nuevas”. Pero eso conlleva necesariamente a estudiar, meditar o reflexionar si en verdad esa es o no una consigna realmente democrática. Ya antes en Venezuela se ha hecho uso de esa consigna.
La consigna de “Hombres nuevos y alternabilidad republicana”, por lo menos en el caso venezolano, nació de la necesidad de lucha por el poder político entre liberales y conservadores. Estos, siempre aferrados al dominio casi absoluto de la sociedad, se valían de todas las maniobras, trampas y aditamentos para no dejarse despojar de su dominio. Frente a eso, los liberales, en su afán de ganarse muchos sectores sociales y, especialmente, a militares, a miembros de la burocracia y de guardianes del régimen, lanzaron la consigna de “Hombres nuevos y alternabilidad republicana”. Salió del pensamiento y la boca de don Antonio Leocadio Guzmán, un político culto, estudioso de eminentes socialistas utópicos y hasta conocedor que ya circulaban en Europa obras comunistas, pero –de la misma manera- ambicionista de profundo ideal individualista. Existen historiadores que lo consideran como un verdadero padre de la demagogia social venezolana. Para Antonio Leocadio Guzmán no eran los intereses del pueblo venezolano los que le alimentaban su espíritu de lucha, sino su afán de llegar a ser Presidente para mejor servir a los postulados de la oligarquía criolla haciendo uso de principios o elementos de liberalismo político.
Cuando se discutió sobre lo positivo del régimen federal y sus orígenes en Venezuela fue, precisamente, don Antonio Leocadio Guzmán quien dijo, cosa que nos permite medir el nivel de demagogia social cuando fue lanzada la consigna de “Hombres nuevos y alternabilidad republicana”, lo siguiente: “No se de dónde han sacado que el pueblo de Venezuela tenga amor a la Federación, cuando no sabe lo que esta palabra significa; esa idea salió de mí y otros que nos dijimos: supuesto que toda revolución necesita bandera ya que la convención de Valencia no quiso bautizar la Constitución con el nombre federal, invocamos nosotros esa idea; porque si los enemigos hubieran dicho Federación nosotros hubiéramos dicho Centralismo”.
Para la burguesía una alternabilidad republicana o democrática no es más que la forma aristocrática de ejercer el poder político al completo servicio de los intereses económicos de los grandes magnates de la propiedad privada, donde cada demócrata tenga a su disposición no sólo los leoninos negocios de la economía de mercado, industrial, bancaria, financiera, sino también una legión de esclavos de la economía doméstica. Por eso no se percatan o no lo quieren reconocer que un nuevo tiempo plantea la necesidad de nuevos métodos, y éstos requieren de nuevos personajes para la conducción del Estado y de la sociedad. Pero ello no implica, de modo alguno, hombres nuevos ni mujeres nuevas para que sea garantizada la alternabilidad republicana o democrática al estilo burgués, sino al estilo de las necesidades del socialismo.
Para un régimen de monarquía no existe ninguna alternabilidad republicana o democrática. El rey es rey hasta que muera y deja a su hijo mayor el derecho de herencia para la continuidad monárquica. Eso no excluye que no pueda ser derrocado, tal como existen muchos ejemplos históricos. En todo caso la alternabilidad republicana o democrática tiene como fundamento la urna electoral, para que mediante el voto sea la mayoría, con derecho al mismo y de manera directa, la que determine quién debe ser el Presidente o su gobernante, y no un parlamento o colegio electoral quien tenga la potestad final de la decisión.
La lucha contra el capitalismo, la necesidad de la revolución socialista rompe, de forma definitiva, con los conceptos políticos esenciales del régimen que le antecede, porque está obligada a transformar de raíz a la sociedad. Eso implica, por ejemplo, que a la “alternabilidad republicana” le opone “elegibilidad y revocabilidad en cualquier momento de todos sus altos funcionarios”, que sí es en esencia una consigna verdaderamente democrática y revolucionaria. Eso quiere decir: que si un gobernante lo hace bien a favor del pueblo o de la sociedad, le genera progreso y justicia, libertad y felicidad, nada debe obstaculizar para que gobierne hasta que se muera si así lo decide la mayoría de la población en las urnas electorales. Si lo hiciere mal, el pueblo no tendría que esperar ningún lapso de tiempo ni andar llenando fórmulas burocráticas para revocarlo.
Ojalá, el presidente Chávez un poco más adelante si se dan las condiciones propicias, le anuncie al país que la retribución salarial para los altos funcionarios del Estado (poderes ejecutivo, legislativo y judicial a nivel nacional y regional) no será superior al doble del salario de un trabajador medio; y, al mismo tiempo, que todos los funcionarios ejerzan labor de control y vigilancia de tal manera que todos sean rotativamente “burocráticos” y, en consecuencia, ninguno sería propiamente burócrata. Entonces, la aplastante mayoría de la sociedad venezolana abrazará el socialismo por secule seculoide.
“El objeto de la guerra es debilitar la resistencia antes de intentar vencerla, y la mejor manera de lanzarlo es atraer al adversario fuera de sus defensas”.
“Excitar al combate y reducir al contrario al último extremo atacando su imperio en los puntos más vulnerables”.
“Quien oprime demasiado la teta para sacar de ella leche, calentándola y atormentándola, saca manteca; quien se suena demasiado fuertemente, se hace sangre; quien oprime demasiado a los hombres, excita revueltas y sediciones”.