¿Es posible una restauración?

No era fácil pensar que después de siete décadas la Unión Soviética se desintegrara y la dinámica capitalista se recompusiera dentro de la primera economía socialista del mundo. Hubo señales de esa posibilidad desde las primeras décadas de ese proceso, pero no adquirieron suficiente entidad como para considerarlas seriamente. Sin embargo, la adopción de políticas económicas destinadas a equipararse con la economía de los Estados Unidos, en el terreno industrial, militar, espacial, etc., permitía prever ese desenlace.

Si el proceso histórico que dio lugar a la primera experiencia socialista mundial en Europa oriental tuvo tal retroceso, a pesar de lo que costó en vidas y sacrificios, no se puede pensar que la Revolución Bolivariana esté exenta de ese riesgo. Parece inconcebible que Venezuela retorne a los esquemas característicos de la llamada “Cuarta República”, que lo avanzado en la construcción de la democracia participativa se devuelva a lo que fue la democracia representativa.

¿De qué dependerá que las transformaciones iniciadas en 1998 se consoliden y avancen y que las deplorables cuatro décadas del puntofijismo queden atrás definitivamente? La respuesta parece estar en el plano de la conciencia y la organización de las fuerzas revolucionarias. Quienes propugnamos y militamos por la refundación de la República, para superar las lacras del capitalismo y construir una sociedad de justicia y bienestar, tenemos una responsabilidad fundamental en cuanto a garantizar la irreversibilidad de los cambios.

Si no se corrigen las fallas de gestión, si no se fortalece el poder popular y se le trasfieren competencias, si no desarrollamos capacidades productivas y de autoabastecimiento, si no se profundiza la batalla de las ideas, para contrarrestar la arremetida de los medios de comunicación y la influencia del pensamiento liberal burgués, la oposición procapitalista y proimperialista podría encontrar terreno fértil para recuperar espacio y devolvernos al pasado.

Llevamos una década de logros económicos, sociales, políticos e internacionales que han creado las condiciones para un gran salto, aun en medio de los embates de la crisis financiera global. Desperdiciar lo alcanzado por descuido sería imperdonable. Las arremetidas fascistoides de la derecha en los espacios que ha ganado son la muestra de lo que significaría bajar la guardia. El presidente ofrece ejemplo permanente de que no se puede dar tregua ni respiro al adversario. Igual ocurre con los sectores más humildes de la población, cuyo grado de compromiso es admirable. El reto del 2009 es profundizar la revolución.

Caracas, 09-01-09



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Luis Vargas


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