El día 15 de febrero de 2009 quedará para siempre marcado como el día en que el pueblo latinoamericano cambió las seculares reglas del proceso político de las oligarquias y de los centros metropolitanos de poder. Los venezolanos, al romper con esa falácia de la alternância del poder cómo algo positivo y democrático, para afirmar, reafirmar y confirmar que el poder es un ejercicio político y exclusivo del pueblo, dieron nuevos parámetros para la vida política de América Latina. Fue una victoria belíssima y árdua, conquistada contra el poder de siglos de dominación ideológica, de los usos instrumentales de las religiones como el cristianismo y el judaismo cómo armas de combate a la enmienda, de las constantes intrigas y mentiras difundidas por los medios de comunicación bajo la batuta de agentes imperiales a servicio de los Estados Unidos y de la Unión Europea. Finalmente, una victoria libertadora y marco de una nueva era para aquel país andino y de confirmación de un proceso que ya está en marcha, como se vio en Bolivia y en Ecuador.
Los adeptos de la lógica formal, prendidos a la sencilla simplicidade de las cuatro operaciones aritméticas, preferirán interpretar los números en sí y ceremoniosamente pronunciarán el veredito de una situación de riesgo para el proceso revolucionario bolivariano de Venezuela. En la realidad, aunque muchos no tengan la más pequeña gana de admitir, tal procedimiento es sólo aquello que los ingleses acostumbran llamar de wishfull thinking, anulan todas las variables históricas, sociales y económicas de todo aquel proceso para crear posibilidades inexistentes y casi imposibles de haber, como si las operaciones políticas sean simples adicciónes o disminuciones numéricas. Inducen a falsas conclusiones y sólo sirven para dar más sobrevida a grupos políticos, sociales y económicos paulatinamente alejados del poder desde el insucesso de las maniobras golpistas de abril de 2002 hasta 2004, con el golpe de abril de 2002, la "huelga" petroleira y las sabotajes financiera, cambiaria y alimentaria.
Los hechos verdaderos son otros. Venezuela existente hasta el inicio del pacífico proceso revolucionario bolivariano poco diferia de sus vecinos de la América Latina en términos de índices de desarrollo humano y económico, aunque fuera una gran exportadora de petróleo. Una materia-prima que le producía pocas ventajas económicas y financieras. La única "ventaja" dada por esa política de exportación era apropiada por sus oligarquias, que la transformaban en beneficios materiales y bienes de consumo importados para el uso personal de los oligarcas. Un cuadro que fue se avolumando de tal modo que ya en los albores de los años de 1980 a Venezuela necesitaba importar casi todo que necesitara, desde bienes duraderos a alimentos.
Como un subproduto de todo ese cuadro político-económico hubo el crecimiento de grandes estamentos de la clase media y de la propia élite oligárquica como agentes político-administrativos del Estado y de sus empresas, algo fácilímo de verificarse mirando la composición de los cuadros dirigentes de la PDVSA de aquellos tiempos , por ejemplo, en que la élite venezolana, además de ejercer la mayoría de los cargos administrativos, gentil y servilmente entregaba los cargos operacionales y operativos para personal fraternalmente indicado por el gobierno de los Estados Unidos o sus empresas de petróleo.
El resultado era la drenaje de los recursos y el posible agotamiento de las yacidas de ese combustible fósil. Un cuadro que fue roto por la administración de Hugo Rafael Chávez Frías lo que ha motivado toda esa abierta lucha contra su gobierno, sea interna o externamente. De hecho es siempre oportuno acordar que el aparato de Estado aún es compuesto por mucha gente originária de aquella fase, lo que tal vez pueda explicar la lentitud y los reiterados "equívocos" adminstrativos provocados por esa burocracia.
Lo que aconteció el domingo pasado, 15 de febrero de 2009, fue el corolário de una larga, dura y espinhosa caminada de luchas populares, muchas de las cuales el tiempo y la historiografia oficial olvidó, otras, como el Caracazo, 26 de febrero de 1989, que por su importancia y fuerza irradiadora, prosiguió en su jornada desalienante hasta los idos de abril de 2002, cuando el pueblo venezolano decide asumir que su gana no puede ser cambiada por golpe ninguno.
Era un nuevo paradigma político - el pueblo como protagonista y agente directo del proceso histórico. Y así, de lucha en lucha, de combate en combate, de la comprensión del carácter político-ideológico de toda su sociedad y de la necesidad de formas propias y negadoras de ese carácter fue formándose un nuevo tipo de gente, un nuevo tipo de pueblo. Un pueblo que majoritariamente sabe lo que quiere y para donde ir.
Así, es profundamente falso querer ver una "victoria" de la oposición oligárquica e imperialista en los índices de la votación del referéndum. Hoy, mucha gente que siguió los "consejos" religiosos e incluso se mostró coerente con su formación ideológica social y familiar, difícilmente concordará con políticas que signifiquen lo retorno a los hábitos y costumbres de la IV República del Punto Fijo, de la COPEI, de la ADECO y sus espúrios hijitos de hoy.
Es esta el análisis que se puede hacer, principalmente se llevemos en consideración que ha sido ascendente el grado de conciencia del pueblo venezolano, en una evidente prueba que la cantidad está transformándose en calidad como demuestran estos últimos veinte años. Un conocimiento que cada día que pasa, aún en países como el Brasil, comienza a formar parte de los anhelos y ganas de los pueblos de la América Latina. Es la espada de Bolívar recorriendo nuestro hemisferio latinoamericano y caribenho. Es lo despertar del pueblo.
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