Dicen que la crisis es un normal colapso del modelo especulativo. Estas crisis financieras ya han ocurrido antes, pero Immanuel Wallerstein, analista estadounidense de los sistemas económicos, añade que lo excepcional es que desde hace 30 años vivimos una transición del sistema capitalista hacia otra formación socio histórica, que es todo un misterio. Esa transición se acerca a su final ocasionando desempleo, hambre, guerras y conmociones sociales como las del “caracazo”. Independizarse es demagogia de izquierda si se tiene en cuenta que se trata de una crisis mundial. Más bien hablemos de establecer una interdependencia más equilibrada, más humana y en el caso venezolano la alternativa propuesta es el Socialismo, a objeto de romper con la estructura capitalista heredada. Claudio Katz, en su análisis de “América Latina frente a la crisis global”, afirma que deben tomarse tres medidas urgentes: la nacionalización sin ningún tipo de indemnización de los sistemas financieros; la segunda medida es la suspensión, revisión y anulación de las deudas públicas externas e internas. La tercera medida que impone la crisis es la nacionalización del petróleo, el gas y la minería. Venezuela ha iniciado este camino, pero le ha costado producir y transformar la materia prima, además de controlar la banca privada. En ese proceso viejos métodos de corrupción siguen con vida. Por ejemplo, históricamente empresas de maletín obtienen cupos para la compra de aluminio subsidiado y luego lo venden al exterior ganando sumas millonarias. El Estado venezolano pierde porque el aluminio no es transformado en el país y la ganancia del subsidio queda en un sector privado corrupto, que no produce y sus ganancias no se traducen en mejores empleos, avances tecnológicos o dinamización de la economía real. ¿Quién controla los cupos del aluminio; quiénes son las empresas que compran el aluminio, a quien se lo revenden y a qué precio?.
Por otro lado, la crisis dificulta la inversión social y el apoyo al sector empresarial privado al mismo tiempo, sobre todo porque se trata de intereses distintos. Las empresas Polar tienen claro su objetivo de ganar dinero, pero evaden su obligación de producir arroz regulado porque no aceptan un mínimo de ganancia social, es decir, garantizar la compra de alimentos a los venezolanos a precios justos. No se pueden permitir ganancias astronómicas en detrimento de los ciudadanos obligados a pagar precios inflados. En la crisis de los 30, el gobierno norteamericano estableció un techo a la ganancia, por una simple razón, era más importante los intereses de la colectividad que la ganancia privada.
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La revolución debe ser más eficiente y exigirse logros concretos en tiempos determinados. Es prioridad la vigilancia y la efectividad de los proyectos públicos. ¿Realmente el Metro de Maracaibo es percibido como un logro?, parece que los zulianos tienen muchas quejas al respecto. ¿Funcionan las misiones en Bolívar?, algunas son utilizadas como plataforma política y esconden información del verdadero número de beneficiados. ¿Fue acertada la creación del MIBAN?, pues su creador, el ex ministro Víctor Alvarez no cumplió con ninguna promesa y dejó un desastre administrativo que hoy es denunciado por los trabajadores. En el caso de las empresas básicas, la situación se agrava si los sindicatos buscan espacios políticos y traicionan los derechos de los trabajadores, siendo además cómplices de gerentes incompetentes que maquillan el desfalco. Ni siquiera los proveedores se salvan, pues existen muchos servicios con precios inflados que destruyen unas empresas al parecer sin dolientes. El debate en torno a la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) no es serio. Dirigentes de oposición se benefician de esta orgía y descaradamente incitan a la anarquía para provocar caos político, incluso los medios y algunos columnistas se han prestado al chantaje. Y desde Caracas siguen llegando gerentes fracasados que no saben nada del aluminio, el hierro, el carbón, etc. Vienen únicamente a ocupar cargos con sueldos millonarios, para luego regresar a la capital con descarada impunidad. La economía mundial se viene al suelo y el reto de la revolución en los próximos diez años es sobrevivir a esta crisis y a las traiciones futuras.