Quería hablar sobre el terremoto en Chile, pero hay cosas que no dejan de darme vuelta en la cabeza; sin embargo antes de exponerlas déjenme decir solo esto: Ese Pueblo hermano viene sufriendo desde hace décadas los rigores del neoliberalismo salvaje. Sus Gobiernos han intentado maquillar con cifras, infestados por las grandes trasnacionales, una realidad que lamentablemente sale a flote por efectos de la naturaleza. La devastación alborotó el carácter capitalista de quien detentará el poder en Chile en lo sucesivo, al reunirse con los grandes empresarios para, prioridad maldita, preservar sus bienes y luego enfocarse en cual será la tajada de la torta que les tocará en la reconstrucción de la infraestructura. El Pueblo chileno está siendo presentado, incluso por los medios de ese país, como una horda desaforada que contraviene el “orden” como pretexto circunstancial e insensato ante un evento natural. La inmoralidad permite a ciertos roedores políticos, hacer infelices símiles entre nuestro Sacudón y esta tragedia por coincidencias de fechas. Vaya un análisis más estúpido.
La cifra de muertos es tres o cuatro veces mayor a los cálculos oficiales. Solo en El Maule, la pared de agua acabó con casi toda la población. Es patético el por qué se oculta la verdad: El terremoto desmoronó la vanidad política de un gobierno que se mostró al mundo con una máscara de éxitos macroeconómicos soportados en las espaldas de un Chile que no termina de erguirse y caminar por las anchas alamedas.
Bien. Mario Silva habló sobre Un Grano de Maíz, leyendo sobre un camarada que asume esa columna ante crítica y los elogios. Siempre la leo y me sirve para la discusión, para repensar cosas, para afianzar pensamientos sobre los altibajos del proceso, en fin, para la batalla de ideas. Les aseguro que he leído también a sus detractores, quienes a despecho del contenido y de los aportes que pueda dar, disparan tangencialmente sobre elementos que no contribuyen al fortalecimiento o profundización de la ideología revolucionaria. Y no hablo solo del Socialismo del Siglo XXI. Si lo que faltaba era que alguien con nombre y apellido lo asumiera, acaba de desarmarlos.
Coincido plenamente en las ratificaciones hechas y que las discusiones a calzón quitao son indispensables para confrontar verdaderamente las ideas ¿De qué otro modo obtendremos el pan revolucionario, como no sea amasando con tesón la dialéctica en los hornos populares? ¿Cómo formaremos al hombre nuevo sino se propicia desde la revolución la transformación del modelo económico, alfa y omega de la lucha de clases? La ley Orgánica del Concejo Federal propicia dichos cambios y he allí el motivo real de las últimas traiciones.
Es fundamental entender que la batalla es ideológica. No por casualidad el enemigo nos ataca con toda su artillería mediática, pues lo primero que quiere es postrarnos psicológicamente, alienarnos con toda la parafernalia capitalista, arrearnos con la mano invisible del mercado, seducirnos con silicón y botox, con aceites hidrogenados y ciclamato de sodio, con marcas y poses. Pero la lucha no se circunscribe a eso. Surge en predios que asumimos nuestros, minando la voluntad y la lealtad de gente que juró compromiso con el Pueblo y con el Líder Comandante.
Al fragor del proceso, hemos dado cabida a leves camaradas quienes a las primeras de cambio comienzan sus devaneos con empresarios y grupos de poder de distinta índole, incluso delincuenciales, quienes amparados en el anonimato los utilizan para contravenir directrices, normativas y hasta leyes, a nombre de la libre competencia, libertad de empresas y toda la jerga neoliberal que anteponen a la necesidad popular. Se han hecho habituales unos espumosos “pop festivals” como elementos inherentes al proceso y como artera punta de lanza del “pensamiento ligth”. Eventos atroces auspiciados desde la derecha con aquiescencia de señores feudales.
Ya ni siquiera puede decirse que sería bueno que no siga ocurriendo. Es crucial para el avance que se detenga la infiltración, que deje de entenderse el compromiso como un simple ajedrez político electoral donde la cantidad de territorio obtenido priva sobre la calidad revolucionaria. Reitero que es clave la Escuela de Formación de Cuadros, pues el empeño que leves camaradas han puesto en obstaculizar la transferencia de poder al Pueblo, también lo aportan para mantener fríos los crisoles ideológicos en sus feudos.
Hay que temer más el derrumbe de la revolución por efecto de estas convulsiones en nuestros espacios que los avatares telúricos. La naturaleza no es selectiva en su ira, la derecha sí, y está dispuesta a masacrar a cientos de miles de camaradas en su lucha por el poder.
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