Acaban de inaugurarse formalmente tanto las milicias populares o “bolivarianas” al tiempo que se le dio vida a algo que acaban de llamar “guerrillas comunicacionales”. La primera de ellas en un acto majestuoso en la Avenida Bolívar donde se invitó a hablar a una bella muchacha de la UNEFA, dándose un discurso guerrero y soberanista que le sacaba las lágrimas a cualquiera.
Las “guerrillas”, más modestas, más “caraqueñas” aparecen en un acto presidido por Jaquelin Farías pero donde las caras adjuntas de algunos compañeros y compañeras de vieja data en la pelea por la comunicación libre y alternativa daba la sensación de esperanza y de victoria. Dos figuras que de inmediato han sido objeto de un terrible odio acusador por parte de los periódicos y pantallas oligárquicas: como debe ser.
Dicho a ese nivel y uniéndolo con otras muchas figuras de lucha y poder popular lanzadas desde el mismo gobierno, todo va viento en popa. Y en efecto lo es así si lo vemos desde el punto de vista de la realización formal o nominal de un programa histórico construido y reivindicado por las corrientes de lucha popular más importantes sobretodo entre los años ochenta y noventa. Programa hecho por pedacitos y desde miles de cerebros una vez superados los límites nacionalistas y deterministas que ofrecían los programas revolucionarios construidos entre los años sesenta y setenta. Es el momento en que se le da nacimiento a un pensamiento centrado en el protagonismo popular y no en la “nación” como entelequia programática.
Las “milicias populares” por ejemplo es un principio de organización de la propia guerra popular que cobra vida fundamentalmente después de la rebelión del 27 de febrero y la evidencia para todos que sólo una “línea militar de masas” fundida en la propia dinámica y evolución de la organización popular de base podía crear las condiciones de una insurrección victoriosa; línea de lucha central para ese momento. Es por supuesto una herencia directa de las inmensas enseñanzas que deja la lucha del pueblo vietnamita en el principio del “pueblo en armas”. Prueba de su precario pero firme desarrollo comenzando los años noventa: el protagonismo central que juegan esas milicias en La Vega, Manicomio, el 23 Enero, los Valles del Tuy, en el golpe del 27 de Noviembre del 92, donde los militares insurrectos no pasaron de tres aviones dando vueltas, unas bombas y sin saber que hacer; verdades por cierto que el militarismo sembrado nunca ha dejado conocer.
Las “guerrillas comunicacionales” es una idea posterior que tiene que ver con la misma complejidad que va tomando la lucha comenzando el siglo XXI en donde empieza a evidenciarse el inmenso vacío de poder comunicacional que había –y hay- para ese entonces y la necesidad de hacer congruente la idea de poder popular, proceso popular constituyente, en el plano comunicacional. Recuerdo un documento hecho por un amigo que no lo menciono para no rayarlo conmigo, donde se nombran explícitamente las “guerrillas comunicacionales” y otras unidades de combate comunicacional a ese nivel que por cierto han tenido cierto desarrollo en Ávila Tv con más o menos acierto. Que linda coincidencia verbal el día que Humberto Eco, tamaño gigante de la semiología, también empezó a hablar de “guerrillas comunicacionales”, situándolas como el único camino efectivo para contrarrestar el poder imperial a nivel mediático. Incluso, poniendo en ellas la esperanza de que aparezcan nuevos tejidos simbólicos, sintaxis y nuevos significantes que revolucionen los lenguajes.
Hoy en día, en principio, para felicidad de todos o al menos los que estamos metidos en este pleito, guerrillas de la comunicación y pueblo en armas por vía de sus milicias, están en la calle, públicamente y respaldadas por un gobierno que según parece hace suyo el programa histórico. De hecho, este no es el único terreno donde ese programa han venido pasando a veces de la manera más sorpresiva: el día por ejemplo que Chávez reivindicó al fin los Consejos Comunales, la democracia revolucionaria, más adelante el socialismo pero entendido no como modelo de estado y gobierno sino como producción colectiva de una política de liberación, ni se diga el momento que se reivindicó ese sueño perdido de izquierdistas marginales y ultrosos –más o menos lo que éramos- me refiero a los Consejos Obreros y el principio del control obrero sobre los medios de producción.
Ahora se vuelve a despertar el modelo centenario de las Comunas autogobernantes y productivas, la “pedagogía liberadora” que se nombra en la ley de educación…¿no será que Chávez no es más que un “anarquista enclosetao”?...otras cosas de central importancia como la territorialidad indígena, tierra al campesinado, recuperación popular del espacio urbano, sistemas de producción y distribución autogestionarios y alternativos, desarrollo y diálogo de nuevos saberes y tecnologías, hasta llegar al punto cardinal de la estrategia continental y la integración nuestramericana.
Probablemente me olvide de algunos puntos también reivindicados, en todo caso visto desde esta perspectiva podemos decir que con figuras guerrilleras y milicianas como las reivindicadas esta semana, además de toda una cantidad de deseos y sueños contenidos en ese programa que jamás se elaboró ni se aprobó formalmente en ningún lado; se “escribió” desde la propia dinámica intelectual de “multitudes” como le gusta decir a Negri y que han sido puestos sobre la palestra pública, convirtiéndose en parte del imaginario social que se ha interiorizado en algunos millones de compatriotas –espero no exagerar-, lo que tenemos y podemos aplaudir es una victoria hegemónica extraordinaria, donde el liderazgo y luces de Chávez sin duda alguna han sido un factor determinante. Es una victoria fabulosa de quienes han sido los “fabricantes colectivos” de esta rebelión que sigue su curso. Un paso clave, perfectamente teorizado por Gramsci, en donde el sentido común ligado a los valores y modos de vida dominantes es sacudido y violentado por una nueva conciencia crítica que comienza a ser capaz de imaginar y empezar a materializar los formatos básicos de un nuevo mundo: la sociedad comunista.
Esto no es poca cosa, es quizás mucho más de lo que esperamos: vaya a saber si estamos en lo correcto diciendo que es la primera gran victoria de la “revolución bolivariana”: la socialización del programa histórico original entendida como victoria hegemónica del pueblo en lucha. Es ese llanto alegre de muchos militantes de otras latitudes que vienen y oyen como aquí se habla con poder de cosas que habían tomado por perdidas definitivamente. A pero en medio de todo esto hay un problema o dos problemas demasiado pesados y a estas alturas más que peligrosos.
Empecemos por aclarar que la misma experiencia de este proceso nos ha dejado perfectamente en claro que no es lo mismo vencer en el plano hegemónico que la victoria en el plano político. Son dos dimensiones de una misma causa que se pueden acompañar en un mismo tiempo, como fue por ejemplo el inicio de revoluciones como la soviética, la china, la cubana, pero también se pueden distanciar avanzando en una y aplastando la otra y a la final acabando con las dos. La victoria hegemónica se juega en el plano de las ideas, la victoria política se juega en el plano del poder. Se juntan ambas cuando la política liberadora construida original y colectivamente se ha consolidado como nuevo poder. Y a la final pareciera que una revolución no puede arrancar y vencer si no se ha vencido en estos dos planos. Nuestra política a la final es nuestro verdadero poder.
El primer problema está allí y ya nadie lo niega. Es muy bonito y hasta maravilloso hablar de milicias, guerrillas comunicacionales, consejos obreros, ¡de socialismo!, etc. Es divino saber que el mando principal de la nación: el gobierno nacional, le ha dado la gana de apoyar esos sueños por la razón que sea. El problema fundamental es si estas figuras suponen ciertamente una liberación de las relaciones humanas y productivas, una expresión profunda de autonomía de clase, un nuevo modelo de poder que se democratiza y horizontaliza, y no son una manera de reproducir lo mismo utilizando los lenguajes y figuras emancipadoras construidas por un pueblo para su propia liberación. Desgraciadamente demasiados ejemplos de esta última opción sobran.
Si esto ha ocurrido en forma generalizada es porque no hay victoria política aún, ¿y porqué no hay victoria política si las ideas están en la calle?, ¿qué lo impide? Versiones pueden haber muchas y las hay, desde que el problema es el propio Chávez, el problema de que esta sino la otra cúpula –es decir con la que “yo” me identifico- la que está en el poder, el problema de los límites de la democracia burguesa, la corrupción, la burocracia, que todo lo bloquea hasta las explicaciones deterministas sobre la tragedia de nuestros patrones culturales y la condición de sociedad colonizada y monoexportadora que somos, etc. Pero hay un punto innegable. Siguiendo los patrones al menos de nuestra izquierda política, hay que “meterse adentro y dar la pelea allí”, unos dicen para “limpiar la mierda” otros para acabarla destrozando desde dentro.
La mayoría de los que están “fuera” también apoyan la idea y acompañan o sostienen a los de adentro. ¿Y que pasa? Que cuando se está dentro, lo que ha pasado objetivamente y más allá de las razones individuales, es que se diluye la “voluntad política de quebrar” y desde afuera no se responde, se diluye también esa voluntad política de base hasta convertirse muchas veces en un retrato al carbón de lo que está adentro. Las estructuras y sus chantajes internos y externos se chupan la voluntad, mimetizándola con ellas y si insiste sencillamente es despedida. La “idea” como hegemonía conquistada queda por tanto en el limbo y pierde su fuerza y empuje movilizador original, es decir, muere y se transforma en un signo inútil y hasta despreciado muchas veces…pobre de Saman.
En concreto hablemos entonces de milicias populares y guerrillas comunicacionales, ¿cuáles serían a nuestro parecer las condiciones mínimas para que estas figuras que son parte de la victoria hegemónica sirvan realmente a la victoria política? Una “guerrilla comunicacional” tendría que deslastrarse no sólo de los lenguajes burocráticos y los ladrillos de propaganda que han invadido los medios públicos y buena parte de los “alternativos”. Ella ha de ser una un destacamento de la palabra emancipada, esa palabra que es capaz de gritar lo suyo sin mediatización burocrática ni privatista alguna. ¿Será posible por ejemplo que estas guerrillas llenen las paredes de Caracas pidiendo la expulsión del control burocrático de las empresas expropiadas, exijan subida de sueldos y salarios en un momento inflacionario agobiante, pidan la libertad de Sabino y demás dirigentes populares presos, exijan se termine la represión policial en los barrios contra la juventud, griten la expulsión de paramilitares y directores de policía que controlan el narcotráfico, y etc., etc.? ¿Será posible que estas guerrillas se organicen y distribuyan y decidan sus mensajes y sus contenidos mediante un sistema propio y autónomo que las convierta en un poder real? ¿Será posible que aprendan realmente lo que es un funcionamiento guerrillero y no una pantomima de muchachos disfrazados y manejados en un juego de títeres perfectos solo apto para actos y ceremonias?...
Igual podemos decir de las milicias, pregunta única que determina lo esencial de ellas: ¿se van a fundir estas en la lógica de unas viejas FFAA que en esencia no han cambiado para nada o van a ser realmente un cuerpo fundamental del “pueblo en armas”, que elije desde abajo sus propios mandos en la misma medida que se va formando, organizando y extendiendo sus ramales por todos los laberintos de nuestros espacios de pobreza? De no ser así o algo así o mucho mejor que eso, considero que habrá sido inútil la victoria hegemónica o al menos inútil seguir intentando la materialización política de esa victoria desde dentro los espacios de los poderes constituidos; conclusión que por otras razones ya vividas mucha gente comienza a tomar siguiendo el sentido común libertario de un pueblo en rebelión.
El segundo problema es mucho más urgente y su salida muy incierta. Supongamos que una ola que en algún momento llamamos de “rebelión antiburocrática” no sólo se vea emerger como en efecto ya se percibe en muchas zonas y efectivamente se actúe en consecuencia, es decir, se abra el espacio de “otra política” que rompa con la memoria y actualidad del movimiento popular administrado que tenemos. Esta ola por supuesto iría directo al desarrollo de un poder de base que garantice la victoria política de la revolución. No obstante aún siendo así el ciclo de tiempo que este proceso rebelde exige para su maduración y expansión pareciera que en estos momentos es mucho mas largo que la rapidez con que decae un mando político corporativo y burocrático que ha bloqueado por la mayoría de sus rincones la posibilidad de la victoria política revolucionaria y con ello ha empezado a ser el principal factor de desgaste del ideario revolucionario que ha ganado tanta hegemonía. En otras palabras, están matando las ideas impidiendo que florezcan las nuevas relaciones humanas y de poder que supone su realización y con ello la victoria política de las mismas. Las ideas mueren en una podredumbre burocrática que intenta administrar la voluntad política de quienes se inspiran en ellas y proseguir su lucha, así como en la ceguera de los movimientos populares que no ven esto o no les conviene verlo.
Esto, más todos los desastres de gestión, ha acelerado tremendamente el desgaste político del gobierno. Decadencia en términos de legitimidad política que está afectando a todo el chavismo con creces, dentro de sí mismo incluso, pero también y sin duda el liderazgo de Chávez quien ya no se puede distanciar con la misma facilidad de su entorno político y gobernante. Desgraciadamente este es un tiempo decadente que corre más rápido, al menos hasta los momentos, que los tiempos ascendentes necesarios para que se de una respuesta que se atreva a alzarse contra este fenómeno que afecta a todo el proceso revolucionario, con o sin chavismo o chavistas. A consideración, punto fundamental por tanto: acelerar las condiciones para el desarrollo de un sujeto popular que garantice la victoria política de este proceso
…sería hermoso ver en día próximo a las milicias populares tomando esa cantidad de ministerios y gobernaciones que hay dirigidas por unos verdaderos hampones, a los consejos comunales y demás organizaciones de base conjugando las condiciones para la formación de consejos territoriales de gobierno y cambiando el rostro de nuestras ciudades, acabando con todos los monopolios de propiedad, a los consejos obreros y campesinos expulsando todos estos burócratas de los espacios productivos expropiados, a las guerrillas comunicacionales agitando y convocando a respaldar masivamente esta acción revolucionaria…no hay pueblo vencido.