Lo que viene sucediendo durante los últimos meses confirma la existencia de una campaña -hábilmente concebida y ejecutada de manera implacable- para acabar con el proceso bolivariano. Para desestabilizarlo a diario y crear condiciones para salir de Hugo Chávez.
Se necesita ser ingenuo para no darse cuenta de lo que sucede, o estar comprometido con la aventura para ignorarla deliberadamente. Hay demasiados indicios y pruebas que avalan lo que se trama fuera y dentro del país.
La ofensiva aumenta a medida que el tiempo avanza. Cualquier error o delito en que incurran funcionarios del Gobierno nacional no son tratados por la oposición en el marco de la denuncia y el cuestionamiento democráticos: se hace en términos catastróficos, buscando siempre potenciar su efecto, a través de algunos medios, para generar angustia en la colectividad. Así el escándalo se convierte en recurso para socavar la estabilidad constitucional y explotar la irracionalidad.
Cualquier actividad institucional, por ejemplo, la elección de los miembros de la Asamblea Nacional, no se asume con voluntad cívica, sino con ánimo de generar dudas sobre la imparcialidad del órgano rector, el CNE, sobre el presunto ventajismo oficial y limitaciones a los observadores extranjeros. Todo este cuestionamiento apunta a la descalificación del acto electoral del 26 de septiembre en caso de que no se produzca el triunfo de la oposición.
Hay otras piezas en la tramoya que monta la oposición con apoyo internacional. Desde EE UU vienen los ataques del Pentágono, Departamento de Estado, Comando Sur —la Casa Blanca actúa bajo perfil—, consistentes en desconocer la democracia venezolana por la presunta represión de la disidencia, cercenamiento de las libertades públicas, vinculaciones con el terrorismo y el narcotráfico. Los voceros norteamericanos no escatiman agravios. Disparan para execrar a Chávez, aislar a su Gobierno y ubicar el país en la galería de los malditos contra los que se puede actuar en cualquier momento. Esta campaña la secundan las fuerzas más siniestras de la región.
Los medios de comunicación monopólicos, las grandes corporaciones, la internacional de partidos, ONGs, cúpula de la Iglesia católica, militares retirados y Gobiernos conectados a Washington que sirven de instrumento para monitorear la subversión y canalizar ayuda económica. La conspiración también realiza un trabajo a nivel popular donde encuentra serios obstáculos, dada la fortaleza del chavismo, e insiste en ocultar su verdadero propósito: acabar con Chávez. Esa oposición, la pentagonal y la cipaya, está consciente del calado popular del chavismo. Por eso que, pese a la euforia que en ella despiertan algunas encuestas comprometidas, participa con reserva en la opción electoral. Tiene dudas sobre la posibilidad de derrotar al Psuv por esa vía y se prepara para otros escenarios.
Pero hay algo que definitivamente la desconcierta. Me refiero a la actitud de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Para una oposición con mentalidad golpista, cansada de derrotas electorales, no contar con la institución militar para sus planes o, al menos, con una parte es desalentador. El formato de abril de 2002 es irrepetible si los altos mandos castrenses no están comprometidos. Si no se cuenta con militares traidores. Y hoy la institución clausuró el atajo de la aventura. Primero, porque hay una nueva concepción ideológica-política, como ocurre con todo componente armado —en capitalismo o en procesos de cambio social—; segundo, porque existe un fuerte liderazgo del Presidente Chávez en el seno de la institución; y, tercero, porque la doctrina de la alianza pueblo-fuerza armada fue interiorizada por los hombres y mujeres de uniforme.
Esta novedosa característica de la institución armada venezolana le confiere singular
tipicidad, que destaca si se la compara, por ejemplo, con la Fuerza Armada chilena que arremetió contra el proceso de cambio de Salvador Allende, o con la Fuerza Armada hondureña —instrumentada por el Pentágono— que derrocó al presidente constitucional Manuel Zelaya. El cuadro político, social, institucional de Venezuela con el Gobierno de Chávez, es completamente diferente.
Por eso la desesperación del sector opositor al plantearse una política de poder. De ahí que el dardo más venenoso que empleó el embajador designado por la Casa Blanca para Venezuela, Larry Palmer, al comparecer ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE UU —asesorado por los organismos de inteligencia yanquis—, fue la mención a la “baja moral” de los militares venezolanos.
Aparte de ser un señalamiento falso, ya que nunca la Fuerza Armada venezolana tuvo una moral más elevada que la actual, la referencia apunta a la descalificación absoluta de la institución, a promover la intriga en su seno y el desprecio de los sectores populares. El silencio de la oposición ante la afrenta es señal inequívoca de que comparte el lenguaje insolente del gringo. Y, por ende, confirma su alianza con poderosos enemigos no sólo del Gobierno de Chávez, sino de Venezuela.
Claves
. ¿Santificación de Santos?: ¡Cuidado! Hay que andarse con precaución para evitar decepciones. A Santos no se le podía hacer un desplante luego de su sibilino mensaje al Gobierno venezolano en la toma de posesión. Tenía la mirada de Uribe, cargada de odio, clavada en sus espaldas y no podía ir más allá…
. Hay que abrirle una discreta cuenta de confianza al nuevo mandatario qu ien, ideológicamente y en el ejercicio de la política, no difiere mucho del antecesor…
. Incluso, conviene recordar que con Uribe en la Casa de Nariño hubo buenos momentos: diálogo, acuerdos beneficiosos —sobre todo para Colombia— y reuniones distendidas bajo la sombrilla de la retórica grancolombiana. Hubo empatía entre Uribe y Chávez, y cuando se escriba la historia de ese periodo habrá que hurgar en los pliegues de la relación para saber qué inefables vinculaciones movieron al gobernante colombiano a destruirla…
. Los letales factores que la arruinaron. y que casi conducen a un conflicto armado, siguen operando. Santos es un hombre tan ligado a Washington como Uribe, sólo que tiene otro estilo y un proyecto personal que no pasa por la repetición del bonapartismo de éste. Sabe que la relación con Venezuela es esencial para su Gobierno, que es un reclamo angustioso del empresariado al cual él atribuye especial importancia…
. Pero Santos no es una perita en dulce. Tiene el puño de hierro envuelto en guante de seda. ¿A dónde llegará en la relación con Venezuela? Chávez, como buen llanero, debe desentrañar lo que busca el cachaco…
. Es imposible ignorar a Uribe, quien conserva peso en los poderes fácticos, tiene respaldo popular y una posición privilegiada en la Fuerza Armada. Incluso de orden institucional. Si no ¿por qué se hizo nombrar general activo de 4 estrellas? Sin duda que para participar en las decisiones de las FAN. ¿Qué representa para Santos la participación de Uribe en esos niveles de poder?...
. Por cierto, ¿cómo responderá Uribe a la bofetada de la reunión de Santa Marta? ¿Qué estará tramando?...
. La reunión movió el piso en la región: Unasur surge como instancia eficaz frente a la OEA; el escualidismo venezolano sufrió un duro revés, y Chávez se sacude un poco de lodo de la guerra sucia.
(*)Ex vicepresidente de la República
Publicado en el Diario Panorama