Cuántas veces leí a mis escritores quejarse ante la inhóspita blancura de la hoja en blanco. Cuántas veces me maravillé con su capacidad de llenarlas de ideas que, según ellos, se negaban a acudir. Cuántas veces soñé con escribir, y escribí tanto y tanto, hasta que hoy me encuentro muda frente a mi propia hoja en blanco.
Y reviso la prensa y veo a Miguel Angel Rodríguez estrenar su diputación gritando al mejor estilo de Ismael García, quien, a su vez, sale congelado para la posteridad en la foto vergonzosa de quienes creen que la soberanía venezolana reside en Washington; allá donde Bill coronó a Hillary con una cornamenta que era secreto de estado hasta que a alguien se le chispoteó sobre un vestido azul.
Azul tirando a morado como el hematoma que debió quedar en la rodilla de la ex primera dama, hoy Secretaria de Estado, que cayó de platanazo en Yemen mientras abordaba el avión que la lleva a vigilar por aquí, a intrigar por allá, a expresar, cada vez que despierta un pueblo oprimido, su “profunda preocupación” y a reiterar, en nombre de su belicoso gobierno, su apoyo a eso que ellos llaman democracia y libertad. Hillary, con esa cara de Madre Superiora, que con razón Mónica... pobrecito Bill.
Y donde haya conspiraciones, cipayos, líos de faldas, ahí estárán sacudiento sus sotanas los obispos de la Conferencia Episcopal, atentando contra los mandamientos de su propia iglesia, usando el nombre del pueblo en vano, negando siempre la voz del pueblo que, como todos sabemos, es la voz de Dios.
Ellos, los oscuros aristócratas de la Iglesia, quienes han encubierto abominables actos contra los más inocentes, quienes a la hora de cobijar al prójimo prefieren a un violador que a una familia de damnificados, los mismos que bendijeron a Carmona el 11 de abril, hoy, ante la liberación del pueblo gritan: ¡Dictadura, atropello a las libertades! con el mismo cinismo gélido de la sonrisa de Ismael disimulando los pisotones del torpe Inzulsa mientras intentan bailar al son que les toque Hillary, la de la rodilla magullada, y esa infame orquesta de “Los socios internacionales de la oposición” como los llamo Luz Mely Reyes, en medio de un delator arrebato de ilusión cipaya.
A todas estas, en el PSUV la novedad es que no hay novedad, que se ha cambiado todo para que no cambie nada. Y Francisco Garcés se desvive por revivir al Metro que un inepto dejó moribundo, y el Ministerio de Ambiente no se entera de la huella de los “rustiqueros” en La Gran Sabana, y Caracas avanza bonita, y Margarita se hunde en la indiferencia adeco-revolucionaria, y tenemos tanto que hacer, tanto que resolver y mi papel en blanco se acaba dejando una terrible sensación de urgencia atragantada en la punta de mis dedos.
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