No,
apreciado lector. No son palestinos quienes están protestando y enfrentando la
dura represión del ejército israelí, con los consiguientes muertos y heridos de
todas las edades. Genocidio que no es visto ni por los noticieros
internacionales, ni por la tristemente famosa Organización de las Naciones
Unidas. Para ésta, para las agencias imperialistas de noticias y para los
gobiernos europeos y estadounidense, las masacres de civiles sólo ocurren en
Siria y en Libia, como resultado de las acciones represivas de sus gobernantes.
Han sido muy rápidos en utilizar el poderío militar de la OTAN, no para evitar las
masacres de civiles, sino para aniquilar a civiles y a combatientes que apoyan
claramente al coronel libio, a pesar del poderío militar usado en su contra.
Han
sido prontos en reconocer a los grupos rebeldes de mercenarios, armados y
sostenidos por la OTAN,
como los gobernantes legítimos del pueblo libio, a pesar de no tener ningún
respaldo popular. Han asesinado a un hijo de Gadafi, a nietos y otros
familiares, y eso parece no importar. Estos serían combatientes, pero los
mercenarios heridos y muertos por las fuerzas del gobierno son, para ellos,
civiles desarmados protestando. El mismo cuento en Siria, donde quienes
enfrentan en forma armada al Presidente son “víctimas civiles” de la represión
y no lo que realmente son, mercenarios muertos o heridos en combate. Así se
distorsiona la historia y se engaña al mundo entero, a través de un periodismo
alienado y al servicio de los peores intereses de la humanidad.
Ocultan
las víctimas de la represión en Yemen, las agresiones de Arabia Saudita a Siria
e Irán, sus acuerdos en Libia y Egipto con la gente de Bin Laden. Pero ahora
las cosas se les siguen complicando, pues ya no sólo son los indignados en
España, sino también los existentes en Francia, Italia y, últimamente, en
Inglaterra, donde la represión gubernamental no sólo encarcela jóvenes sino
desaloja a sus familiares de las viviendas donde viven. Una clara demostración
de la democracia de la pérfida Albión. Añádanse también los cientos de miles de
manifestantes en Israel, en movilizaciones principalmente de pobladores judíos,
acompañados de gente de distinto origen religioso y étnico, pero con el
denominador común de no tener económicamente salidas dignas para sus vidas.
Atosigados
por los elevados impuestos, el alto costo de la vida, los alquileres y la
carencia de viviendas, el desempleo, los bajos salarios, los israelíes se han
lanzado a las calles a enfrentar a sus gobernantes, pues se está perdiendo toda
la responsabilidad estatal colectiva en una nación creada sobre las bases de la
unión y la responsabilidad. Se quejan de no ser oídos y se han apoderado del
centro de Tel Aviv, donde han acampado como lo han hecho los españoles y como
también sucedió en Egipto y en Túnez. Se trata de amas de casa, estudiantes,
médicos, familias enteras desplazadas de sus viviendas, convocados, como en el
caso de la llamada “primavera árabe”, a través de las redes sociales y
señalándose a sí mismos como movimiento ajeno a la política, al conflicto
palestino, aunque en lucha por el alma y rumbo de Israel.
Aunque
la situación económica israelí es mejor que la europea, las riquezas están
también concentradas en manos de muy pocas familias en forma desproporcionada,
causando una disparidad muy grande de los ingresos y elevados niveles de
injusticia, como en la mayoría de los países capitalistas. El gobierno de
Benjamín Netanyahu, al igual que los de Egipto y Túnez en su momento, ha sido
sorprendido totalmente con las movilizaciones de inconformidad, a pesar de
contar con uno de mejores sistemas de inteligencia del mundo. Hasta ahora no ha
utilizado la represión, como sí ha ocurrido en Europa, sino que ha prometido
revisar sus prioridades gubernamentales y ha nombrado a un grupo de expertos
para que escuche las demandas de los manifestantes.
Tres
continentes se han visto involucrados en las protestas, aunque si incorporamos
las movilizaciones estudiantiles chilenas serían cuatro los implicados.
Independientemente que la causa última de todas las protestas radica en la
injusticia distributiva capitalista, hay elementos particulares y
condicionantes diversos de las mismas, así como objetivos distintos entre los
diversos movimientos, por lo que señalar al neoliberalismo y a la explotación
como causantes no pasaría de seguir siendo el eterno descubrimiento del agua
tibia, sin que signifique realmente una explicación que permita conocer el
fenómeno y sus efectos futuros. Las movilizaciones árabes iniciales claramente
apuntaban al derrocamiento de los gobiernos de los países involucrados; en ese
mismo sentido se dirigen las del pueblo yemení. No ocurre lo mismo con los
movimientos europeos, el chileno y el israelí, independientemente de que
tendrán efectos políticos más adelante y llegará el momento en dirijan sus
exigencias hacia el cambio de sus gobiernos. Hay que hacer un seguimiento de
todas ellos, pues su desarrollo ulterior no dependerá sólo de sus fuerzas y deseos.
La Razón, pp A-6, 21-8-2011,
Caracas