En nuestra constitución, la alternabilidad es una condición necesaria de nuestro gobierno republicano. Los constituyentes de 1999 no pensaron mucho y de manera simple repitieron lo que ya existía en la Constitución vigente; no se atrevieron a desechar esta importante cualidad, pues sabían muy bien que, a pesar de haber sido hasta ese momento victoriosos electoralmente, estaban lejos de tener control total del poder político. Les hubiera sido muy difícil enfrentar la reacción opositora y de todo el país a la reelección permanente. Pero Chávez la tenía claramente en sus planes, pues, apenas 7 años después, plantea una reforma constitucional para incorporarla en el texto de la Carta Magna. La derrota de esa proposición, primera derrota nacional electoral de Chávez, demostró que a la gente no le gusta la eternización en el poder de nadie.
Todos los gobernantes le toman un gran gusto al poder político, lo que los lleva siempre a plantearse la reelección. De hecho, dos presidentes del período democrático representativo se reeligieron en la forma en que la Constitución anterior lo permitía: no inmediatamente, sino luego de transcurrir dos períodos presidenciales. Para justificar este deseo de seguir en el mando, los involucrados recurren a una gran variedad de argucias: “fue muy poco el tiempo para hacer todo lo debido”, “la nación requiere de nuestro concurso para salir adelante”, “el país estaba muy deteriorado por la negligencia de los gobiernos anteriores”, y otras por el estilo. Y en esto, no existe ninguna diferencia entre Chávez, Maduro, Caldera o cualquiera de los Pérez; son idénticos en relación a su apetencia por el poder.
En éste y muchos otros aspectos políticos, quienes nos gobiernan no son nada bolivarianos, y lo digo porque violentan con mucha facilidad y frecuencia el pensamiento del Libertador sobre muchas materias. No creen en la alternabilidad, pese a lo que Bolívar dijo al respecto: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder” (Congreso de Angostura, 1818). La decisión de Chávez de reelegirse indefinidamente hizo que extendiera esa posibilidad a todos los cargos de elección popular, lo que no había sido planteado de esa manera inicialmente. Se trataba sólo de la reelección permanente del Presidente de la República. Entendió, sin embargo, que, si no lo extendía a todos, muy pocos harían campaña por la proposición y la derrota era más que segura. Su liderazgo no era tan fuerte como han dicho.
Al ser derrotada la reforma constitucional por el pueblo soberano en 2007, Chávez recurre inconstitucionalmente a la vía de la enmienda constitucional, en una interpretación acomodaticia de la Constitución, de ésas que se han hecho tan frecuentes, que están dejando al texto constitucional en letra muerta. El artículo 345 de la Constitución taxativamente dice que “La iniciativa de reforma constitucional que no sea aprobada, no podrá presentarse de nuevo en un mismo período constitucional a la Asamblea Nacional”. De esta manera irregular, Chávez logra aprobar finalmente la reelección permanente, dando al traste con lo que señala el artículo 6 de la Constitución respecto a la alternabilidad y con la opinión del Libertador al respecto.
Algunos podrán decir que es absurdo atarse a una condición que pueda impedir que un excelente gobernante pueda reelegirse, pues ello iría contra el interés popular y de la nación venezolana. Si aceptamos este argumento, primero entonces habría que modificar la Constitución para eliminar la alternabilidad o para condicionarla en el sentido señalado. En segundo lugar, habría que decir que un gobernante sólo puede ser calificado de excelente, por una amplísima mayoría de votos y de asistencia de votantes a las urnas. Habría entonces que incluir en el texto constitucional un quorum elevado de votantes, para poder considerar válida una reelección presidencial, pero también el propuesto a reelegirse debería obtener una alta proporción de los votos emitidos.
Sería una situación muy complicada de administrar, por lo que es mucho más práctico mantener el carácter alternativo de todos los cargos de elección popular, permitiendo la reelección una sola vez o luego de transcurrir dos períodos gubernamentales, como lo señalaba la Constitución de 1961. Lo más importante de una Constitución es que tenga un apoyo mayoritario muy amplio, por lo menos de un 75 por ciento del país, pues se trata de la Ley Fundamental que debe amparar a todos los venezolanos. No se debe estar pensando en aprobar una Constitución en la que una minoría de los venezolanos se la impone al resto de los mismos. Hacer eso es repetir lo que se ha hecho siempre en el país y ha fracasado.