Lo ha anunciado Mariano Rajoy: todos los viernes (día en que se reúne el Consejo de Ministros) habrá nuevos recortes, nuevos ajustes, nuevas privatizaciones. Es lo que tiene subirse a un tiovivo: después no te puedes bajar en marcha. Y aquí se montó en esta espiral sin fin primero el gobierno del PSOE, y ahora el del PP.
¿Se han vuelto locos? ¿Acaso no ven que llevan el país a la quiebra, al hambre, al desastre? Sí, lo ven. Aunque la mayoría de las veces lo parezcan, no son idiotas. Pero tanto unos como otros son meros siervos de la banca.
Y no es sólo que la banca sea un ama cruel. Es que las corporaciones bancarias españolas están, por segunda vez, en quiebra. Y como el “rescate” de 2008 dejó vacías las arcas públicas, exhaustas, exigen ahora más y más. Como proponía hace poco un capitalista como medida contra el paro, que el Estado venda su sangre sacar dinero. Nuestra sangre, claro.
Y es que los bancos, oh Fabio, están en quiebra. El valor de los siete bancos españoles que están en el Ibex (las 35 principales empresas que cotizan en la bolsa española) se ha reducido la semana pasada a 90.821 millones de euros. ¡Pero los “activos tóxicos” que tienen alcanzan los 184.000 millones de euros!
Para que nos entendamos: tienen un agujero inmobiliario de más del doble de lo que valen los propios bancos. Para financiar esos activos “no realizables” (es decir, invendibles) se han endeudado con otros bancos, sobre todo alemanes y franceses.
Como quiera que así no hay forma de pagar lo que deben, necesitan pedir más dinero, aunque sea para cubrir los intereses. Pero ese dinero que piden prestado deben devolverlo con altos intereses y con buenos dividendos a sus accionistas, o inmediatamente se ahogarían. Así que necesitan desesperadamente mantener el tinglado de la farsa y seguir repartiendo beneficios.
Una parte de ese dinero les viene de la “barra libre” del Banco Central Europeo, que les adelanta la guita al 1% para que ellos, a su vez, se la presten al Estado español, por ejemplo, al 6%. Un 5% de beneficio sin mover una escoba, con un simple clic en el teclado del ordenador.
Pero… ¿de dónde saca esos cientos de miles de millones el BCE? Pues se limita a “imprimirlos” virtualmente. Es decir, se los inventa. Vamos, los escriben en sus registros contables como salidos de la nada. Lógicamente, eso tiene un límite. El dinero, como cualquier otra mercancía, pierde valor si hay sobreoferta. Es decir, se devalúa.Y claro, los banqueros quieren dinero que valga, y no papelitos de colores.
Así que hay que volver a sacar dinero de otro lado. Y el lado que les queda no es otro que el Estado y los creadores de riqueza, esto es, el proletariado (los asalariados). La forma de sacar más manteca de estos últimos es la de siempre: aumentar la tasa de plusvalía. Es decir, aumentar el trabajo no remunerado:. bajar salarios, aumentar la jornada laboral e incrementar la intensidad del trabajo. Para ello se han puesto en marcha las reformas laborales de 2010 (PSOE) y la del 2012 (PP).
En cuanto al Estado, arruinado precisamente por salvarles, lo único que se les ocurre es que haga lo que sea con tal de disponer de efectivo para dar a los bancos. Y para eso tiene que reducir gastos como sea. Empezando por gastar menos, o nada, en “mariconadas” como la sanidad o la educación públicas. El que tenga dinero que se pague las suyas, y el que no que se muera. A ver si vamos a ser todos iguales.
La otra forma de sacar pasta del Estado es privatizar a precio de saldo las empresas y los servicios públicos, bien de forma abierta, bien bajo la fórmula de la privatización de la “gestión”. Y también subir los impuestos que, para no molestar a los señoritos, se aplican al común de los mortales, esto es, impuestos indirectos y “repagos” por el uso de servicios públicos.
Así que ahí tenemos a Rajoy y su banda en una alocada huída hacia delante, haciendo de recaudadores para los bancos, recorte tras recorte y ajuste tras ajuste, en un corre-corre sin tino hacia ninguna parte.
El problema es que sus medidas provocan paro, cierre de pequeñas empresas, destrucción del tejido productivo y, en última instancia, caída brutal del consumo. Lo que a su vez repercute en menores ingresos del Estado y menos dinero para llevar a los bolsillos de los banqueros.
Lo saben. Pero Mariano sigue corriendo. Está a lomos de un tigre: ni puede bajarse ni puede seguir montado en él. Todo lo más espera un milagro, un “cambio de ciclo”, mientras el país sigue a toda máquina hacia el desastre.
Corre Mariano, corre. Para que no te alcance el cabreo popular recurres a la prensa del régimen, a la policía, a liquidar el derecho a protestar, a los jueces, a las cárceles, a todos los santos. Sólo ganarás algo de tiempo, pero corre Mariano, corre. Hasta que a ti y a tus amos les alcance la Historia.
Corre Mariano, corre.
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