No existe en el planeta Tierra una nación que pueda decir: estoy libre de miseria, de terrorismo y de narcotráfico, porque el capitalismo, lo quieran o no reconocer, lleva en sus entrañas la prolongación y agudización de esos tres factores. Que en unos países se manifiesten con mayor intesidad que en otros lo evidencia la terrible ley del desarrollo desigual, descubierta por los camaradas Marx y Engels y muy bien desarrollada por los camaradas Lenin y Trotsky, siendo este último quien más la enriqueció, agregando magistralmente la ley del desarrollo combinado que, sin duda alguna, caracterizará al socialismo mundial dejando muy atrás a la del desarrollo desigual.
Aunque gobiernos o profetas digan lo contrario, juren por Dios y todos los santos ponerle fin con los métodos más humanitarios, no existe posibilidad alguna que un Estado –en particular- goce de potestad para acabar con esos tres flagelos en la interioridad de sus fronteras nacionales en este mundo que gira al revés o anda patas arriba como dice Galeano. Ni siquiera lo pueden lograr los gobiernos que actualmente plantean el socialismo para sus sociedades. El capitalismo es global y más global tiene que ser el socialismo para merecer ese nombre. Eso se deduce de las leyes que son intrínsicas a cada modo de producción en lo particular. El capitalismo, por ejemplo, no podría subsistir sin la miseria de muchos –globalizada- para que los pocos puedan disfrutar de la mayor parte de la riqueza social –desglobalizada-, porque la ley del desarrollo desigual así lo impone y así lo exige.
El socialismo, y esto es una conclusión científica que nada tiene de voluntarismo, más bien su fundamento se encuentra en las condiciones materiales de carácter internacional que nacional. Los grandes y graves problemas socioeconómicos (y entre ellos los tres antes mencionados) que ha legado el capitalismo a la humanidad no se pueden resolver en el contexto interno de unas fronteras nacionales sino, y esto es una de las grandes enseñanzas del marxismo, desde el punto de vista del escenario internacional, porque, precisamente, mientras impere el dominio de la ley del desarrollo desigual las naciones altamente desarrolladas del capitalismo seguirán teniendo la hegemonía de dominación en las fuerzas productivas, en la producción y en el mercado. Para romper con esa hegemonía se requiere que sea la ley del desarrollo combinado la que se haga de la suprema dominación de los elementos antes referidos. Y esa ley sólo es posible imponerla cuando el proletariado sin fronteras haga su revolución permanente, es decir, le arranque el poder político a las burguesías en las naciones altamente desarrolladas del capitalismo como la única fórmula existente para que comience a imperar el reino de la solidaridad en los campos de la técnica, la ciencia y la organización del trabajo con los países menos desarrollados o, por muchos, llamados subdesarrollados.
Si tomamos como ejemplo a Estados Unidos (en condición de la nación más desarrollada del planeta) y lo comparamos con Haití (como uno de los países más subdesarrollados del mundo), nos resultaría muy fácil hacer una comparación y determinar no sólo sus enormes diferencias sino, especialmente, sus semejanzas. Si nos trasladamos a la geografía, la población, recursos económicos e hidrográficos, tecnología y ciencia la diferencia es como de la Tierra al Cielo a favor de Estados Unidos y en perjuicio de Haití. Pero si hacemos una semejanza en los campos de la miseria, el terrorismo y el narcotráfico la separación es también abismal como del Cielo a la Tierra a favor de Haití y en perjuicio de Estados Unidos.
¿Por qué la última comparación? En Estados Unidos existe miseria –en diversos niveles- para una población varias veces mayor que la de todo Haití. Si el capitalismo, según ideólogos especialistas en análisis sobre justicia social, es tan maravilloso y tan humanitario ¿cómo se entiende que la minoría sea la que disfruta de la mayor parte de la riqueza social y la mayoría tiene que distribuirse la menor parte? Si el capitalismo es tan solidario con la sociedad entera ¿por qué, entonces, las clases y sectores sociales más afectados por la economía imperialista carecen de los fundamentales servicios públicos y por qué son tan costosos su prestación para la inmensa mayoría de la población? Si el capitalismo es un régimen socioeconómico que se guía o se fundamenta por la aplicación de la equidad en la justicia social y la solidaridad ¿por qué hay tantos millones y millones de personas que viven en marginalidad, niños y ancianos desprotegidos, mujeres tratadas como auténticas esclavas en la economía doméstica, jóvenes sin acceso a la educación o a empleos dignos, prostitutas sin derecho a la regeneración, discapacitados aborrecidos por los gobernantes, barrios en condiciones de insalubridad, latinos despreciados por la xenofobia y, ojo con esto, por qué tantas invasiones armada a otras naciones para expropiarles sus riquezas? Que en Haití haya problemas de profunda injusticia social se entiende por múltiples causas o razones, su atraso técnico, su falta de recursos económicos y sus malos gobierno influyen notablemente en esa verdad, pero ¿cómo se justica que también lo haya en Estados Unidos si se autoproclama su gobierno como la primera estrella del universo? Creo, que ni siquiera Dios tiene la respuesta para justificar las profundas injusticias que vive la mayoría de la población estadounidense.
En relación con narcotráfico la distancia que separa a Estados Unidos de Haití es como de la profundidad del mar hasta la estrella más lejana de la Tierra. El primero tiene el mayor número de población del mundo consumidor de drogas y es, al mismo tiempo, el primer productor de marihuana en el planeta y el de mayor circulación y venta de cocaína. Dice combatir el narcotráfico y hasta lo ha legalizado para buscar fondos económicos que sirven para subsidiar guerras contrarrevolucionarias en otras esferas del planeta. ¿Acaso la opinión pública mundial no conoció al detalle de dónde provenía el dinero para los contras en Nicaragua?
Y si hablamos o escribimos de terrorismo, Santo Dios, no tenemos posibilidad de medir la distancia de separación por los tantos crímenes cometidos por el Estado imperialista en el mundo entero. No existe otro ejemplo que supere al Estado estadounidense como el más grande hacedor de terrorismo, de todo género, en el mundo. Y, para no dejar dudas, son capaces de burlarse de los cadáveres orinándolos o reírse a carcajadas torturando a las víctimas o prisioneros. Los Duvalier fueron simples niños de pecho ante las atrocidades que ha cometido el imperialismo estadounidense por donde han marchado sus soldados haciendo la guerra en perjuicio de la paz.
Cada quien debe hacerse su propio criterio sobre esos tres flagelos que vive el mundo y que tiene a dos grandes culpables de los mismos: 1.- el proletariado de los países de capitalismo más desarrollado que no se decide hacer la revolución proletaria; 2.- los Estados imperialistas que imponen, a través fundamentalmente del mercado, las normas de explotación, saqueo y opresión al resto de las naciónes del planeta.