Turquía y Odrebhet , los escondrijos de la industria inmobiliaria y del acero

Las zonas y ejes económicos en el mundo se encuentran en desequilibrio por el deterioro acelerado de las oficinas e instituciones encargadas de comerciar productos comestibles, materias primas e industriales. Bajo un patrón obsoleto e inadecuado de aranceles y que, países del ala progresista se niegan articular políticas de riesgos para el trasbordo y envió de dichas mercancías a su destino de compras y de origen para su traslado, de una manera fuertemente expansiva, donde Estados Unidos de Norteamérica- EEUU y la Unión Europea-EU- compaginan sus patrones económicos al crecimiento agropecuario y socioeconómico de los pueblos.

La gran controversia es las políticas públicas de Repúblicas Islamitas y de corte dictatorial en países, como Venezuela que son gobernados por presidentes de izquierda que desean eternizarse en el poder, a una imitación al Medio Oriente, manteniendo un régimen de fuerza controlado por el ala militar y colectivos de distintos niveles para domesticar al ciudadano, le sigue Bolivia. En América Latina.

La historia, viene marcando sus hitos y Turquía sufre las tormentas del Sahara, que ella mismo procreo al ser indiferente en el tiempo del acoso a Gadafi, todo se paga. La Región Otomana viene siendo revuelta por vientos veraniegos. Turquía es especialmente relevante para Europa por ser el principal lugar de paso del tráfico de materias primas con destino a Centroeuropa provenientes de Asia Central y, por si fuera poco, en términos geopolíticos, una de las escasas barreras con las que cuenta Europa para contener los conflictos de Oriente Medio y la constante amenaza rusa. La pertenencia de Turquía a la OTAN hasta ahora ha servido para contener al terrorismo islamista y las llegadas masivas de inmigrantes que huyen de los conflictos bélicos en la región. En primer lugar, los intereses financieros de Europa comprometidos en Turquía son ciertamente elevados. Con datos del primer trimestre de 2018, el sistema bancario más expuesto a la economía turca es el español -casi en su totalidad copado por BBVA y su filial turca Garanti- por un importe de 82.300 millones de dólares. A mucha distancia se sitúa Francia con 38.400 millones, Reino Unido (19.200 millones), Alemania (17.100 millones) o Italia (16.900 millones), entre otros. Pero además hay que sumar la tenencia de bonos turcos por parte de bancos, sobre todo franceses e ingleses, los cuales acumulan en sus balances 64.300 millones de dólares, según los datos del Banco Internacional de Pagos de Basilea.

En segundo lugar, Turquía juega un papel clave en el tráfico de materias primas, siendo un lugar de paso natural desde hace siglos entre un gran consumidor energético como es Europa y una zona productora con enormes reservas como es Asia Central. Con datos de 2016, la región turca es un enclave estratégico petrolífero y gasista por donde pasan cada día cerca de 2 millones de barriles de petróleo por dos de los oleoductos más importantes del mundo, dos terminales de gas con capacidad de 490.000 millones de pies cúbicos y una capacidad de refino de 663.000 barriles de crudo diarios -datos publicados por el Departamento de Energía de EEUU-.

En tercer lugar, es necesario examinar los riesgos económicos y financieros de la situación actual. Si bien el detonante ha sido el anuncio por parte de la Administración Trump de imponer sanciones económicas internacionales a dos ministros turcos de la máxima confianza del presidente Erdogan -colocar a su yerno Berat Albayrak como ministro de Finanzas tampoco es una buena señal-, numerosos son los desequilibrios acumulados que han provocado una explosión descontrolada con las peores instituciones políticas. Éstas están encabezadas por un presidente que se niega a implementar reformas económicas de calado y que no tiene reparos en violar la independencia de su Banco Central para continuar con una aberración, como es responsabilizar a la subida de tipos de interés del incremento desbocado de la inflación.

La subida del tipo de referencia al 17,75% nominal no es ni mucho menos suficiente para controlar dos "caballos desbocados" como son la tasa de inflación cuya estimación ha escalado hasta el 13,4% y un crecimiento explosivo de la oferta monetaria perpetuado a lo largo de los años. Desde 2008, el agregado monetario más ancho crece un 17,47% en promedio anual acumulativo, muy por encima del crecimiento nominal de la economía. Un crecimiento tan exagerado del crédito ha provocado una espiral de inflación-deuda de la que ahora es complejo escapar, teniendo además un fuerte déficit en sus cuentas exteriores (5,5% del PIB).

En definitiva, es necesaria una acción contundente por parte de la autoridad monetaria que cuenta todavía con 74.035 millones de dólares en reservas de divisa extranjera para salir a defenderla al mercado. Una subida de 500 puntos básicos en el tipo de referencia podría ser una posibilidad, sin embargo, la piedra angular de las actuaciones del Banco Central pasa inexorablemente por recuperar la credibilidad y reputación de la que ahora no goza y que es básico para que los inversores recuperen la confianza en el país.

Tal como afirmaba el propio Trump en la última cumbre de la OTAN, Turquía no es el único problema que afronta la Alianza Atlántica. El otro miembro de la ecuación es Rusia, de la cual Turquía depende enormemente. El 52,5% de las exportaciones turcas van a parar a Moscú, aproximadamente un 6% del PIB. Al igual que ocurrió con Chipre, Europa afronta una nueva crisis donde Rusia vuelve a ser un tapado preocupante.

El escaparate de un aniversario trágico es una buena oportunidad para hacer llegar al mundo el pretendido conflicto. El independentismo prepara, por lo que está trascendiendo estos días, gestos de desprecio hacia el Jefe del Estado, que va a encabezar como es su obligación los actos de recuerdo a quienes sufrieron el zarpazo del yihadismo en Barcelona y Cambrils. Su pecado: haber hecho un discurso de unidad y de rechazo al golpe institucional contra el Estado, haber defendido la integridad del país y afeado a los autores de ese golpe su acción antodemocrática.

Un año después, la pretendida rectificación de Felipe VI no se ha producido ni se va a producir, y esa es la excusa para darle un recibimiento hostil por parte de las instituciones autonómicas, que no son el conjunto de la sociedad catalana, y mucho menos ahora. En los titulares e imágenes de los periódicos europeos verán reflejados Torra y la Generalitat, todos muchos desplantes, lo cual contribuirá al deterioro de la imagen de España en el exterior. ¿Y las víctimas del 17 de agosto? ¿Algún gesto hacia ellas y sus familiares, que volverán a revivir momentos de dolor extremo? Parece importar menos eso que el desprecio a la figura representativa de todos los ciudadanos españoles.

Un contexto adecuado para que el homenaje sea más inclusivo y se amplíe a los dirigentes separatistas que están en situación de prisión preventiva, lo que proponen algunas voces soberanistas. Los turistas que estos días inundan la Ciudad Condal no van a entender nada al ver cómo se mezclan cuestiones políticas con el necesario recuerdo y memoria de una masacre terrorista. Tampoco lo entendieron hace doce meses al observar cómo muchos depreciaban al monarca por su presencia al frente del dolor de todos los españoles, un desprecio que se adelantó varios meses al repudiado discurso a la nación del 3 de octubre.

Los catalanes no tienen Rey, dice el president. También sostiene que ni él ni los demás independentistas son españoles. La frustración mayor no es para quienes nos entristecemos de escuchar tales afirmaciones, sino para quienes constatan a diario la ensoñación que suponen. Suelen añadir, y no sólo ellos, que no votaron al monarca ni el sistema monárquico que lo sustenta. Pero olvidan que los españoles votaron varias veces, una de ellas un referéndum constitucional, el tipo de Estado del que gozamos desde hace ahora cuatro décadas. Tampoco millones de americanos votaron su Cata Magna ni las sucesivas enmiendas que están en vigor y eso no resta un ápice de su carácter democrático y justo. Ni de su vigencia. Felipe VI es el próximo objetivo, y lo que va a ocurrir presumiblemente en el aniversario de los atentados profundiza en esa impresión.

as bolsas occidentales se muestran más tranquilas frente al proteccionismo de Donald Trump. El propio presidente contribuyó al retroceder en sus amenazas arancelarias (por ejemplo, las nuevas tasas al automóvil europeo) contra sus principales socios, como la UE. Sin embargo, EEUU sí que mantiene la tensión frente a otros países, entre ellos, dos gigantes emergentes: China y, ahora, Rusia.

Están por verse los efectos en el comercio mundial, pero ya es una realidad el hundimiento de sus divisas, con las graves consecuencias que ello puede tener para unos países endeudados principalmente en dólares. La historia enseña el amplio impacto que tienen las crisis en los emergentes, ligados por múltiples lazos (de inversión y de intercambios) a los países desarrollados.

A lo largo de este año 2018, que, claramente, no pasará a los anales de la historia como el mejor ejercicio para las entidades financieras españolas, se ha producido un hecho importante que desde Mirabaud creemos conveniente destacar: la desaparición de una de las mochilas que más pesaba en sus balances desde los años de la crisis: los activos -tóxicos- inmobiliarios.

Mientras, sería bueno, preguntarle a José Luis Zapatero sobre su asesoría a Venezuela y a Turquía por el problema agudo de La Lira y porque permitió una excesiva entrada de islamitas a Catalunya, nada es a priori.

Si hacemos un repaso a la historia más reciente, el estallido de la burbuja inmobiliaria, la desaparición de numerosas promotoras y constructoras, y la llegada de la crisis económica, llenaron los balances del conjunto de bancos españoles de préstamos dudosos y activos adjudicados. Recordemos que la financiación del sistema bancario al sector constructor y promotor inmobiliario se multiplicó por casi doce veces entre 1992 y 2008, año en el que alcanzó el pico máximo con algo más de 471.000 millones de euros de financiación bancaria destinada a estas actividades. Hablamos de una cifra que representaba cerca del 40% del PIB nacional. Aquel periodo de bonanza económica estuvo marcado por la facilidad y rapidez con la que algunas entidades ofrecían créditos, no sólo a empresas, sino también a familias que quisieran acceder al mercado de la vivienda.

Volviendo al presente, en un año en el que desde Mirabaud hemos calificado como de recuperación del crédito en España, se ha producido el conjunto de desinversiones inmobiliarias más relevantes que han llevado a cabo los bancos españoles. No fue hasta agosto de 2017 cuando verdaderamente una entidad española, en concreto el Banco Santander, decidió traspasar a uno de los principales fondos internacionales la totalidad de los activos adjudicados heredados del Banco Popular, algo más de 30.000 millones de euros. Desde entonces, los bancos más relevantes del país, léase BBVA, CaixaBank y, más recientemente, Banco Sabadell, han llegado a acuerdos con otros fondos para ejecutar proyectos similares a la operación llevada a cabo por el Santander hace ahora un año. En total, en los últimos doce meses, han salido de las cuentas de los bancos españoles más de 65.800 millones de euros en activos tóxicos.

Bueno, y por ahí viene Odebrecht y Turquía, Lula y otros políticos del Sur Continental. Un emparche económico que involucra grandes capitales inmobiliarios y la banca comercial que desea restablecer sus capitales con el dinero del ciudadano común, mediante tazas impuestas por los presidentes de naciones que son empresarios y han tenido desbalances en sus inversiones y a costa de un pueblo sumido al votar por ellos, en busca de ayudar, desean llevarnos al camino de la podredumbre y miseria. Donde, hasta las sectas protestantes sacan dinero para ejecutar grandes inversiones en sus templos a costa de una feligresía pobre y en miseria, donde le es difícil darle de comer a sus hijos.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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