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Dólar y Euro, su realidad ante la moneda china, un orden económico fundamentalista

Rusia, que en los noventa se reintegró en la economía mundial como país periférico (o semiperiférico), ha de desandar al menos una parte de ese camino, una tarea ingente, por enligada en los últimos años. Un buen ejemplo lo ofrece el sector agrícola. A comienzos de diciembre, Putin declaró en la Duma que Rusia debería alcanzar la autosuficiencia agroalimentaria en 2020. El portal Bloomberg informaba, citando fuentes del Departamento de Agricultura de EEUU, del buen estado que atraviesa la industria porcina rusa: la importación de carne de cerdo ha caído en un 80% desde 2012 y la producción ha mejorado sensiblemente desde el veto agroalimentario ruso en respuesta a las sanciones occidentales. "Para ser honesto, era una vergüenza económica para nuestro sector y para nuestro país que importásemos tales cantidades", declaró Yuri Kovalev, presidente de la asociación del sector. La situación, añadió, "ha cambiado ahora drásticamente". El sector espera un crecimiento del 5,6% en 2016 a 12.8% en 2018 y, la industria porcina se plantea incluso aumentar sus exportaciones a China, Hong Kong, Vietnam y Tailandia.

Aunque todo apunta a que el país se encuentra todavía lejos de repetir este logro en otros sectores, son varios los economistas que coinciden en señalar que las economías emergentes han mejorado su política económica y son ahora más resistentes a las crisis, luego de haber reducido su deuda y haberse dotado de instrumentos financieros para intervenir la economía. "Rusia cuenta con unas reservas de más de trescientos mil millones de dólares", recordó Putin en una entrevista con el diario Bild. La pregunta es obviamente, ¿serán suficientes estas medidas ante la nueva situación?

Mientras las malas noticias económicas de Rusia se anuncian en los principales medios occidentales con la boca grande, se lamentan con la boca pequeña. A las quejas de los empresarios alemanes se sumó un diciembre, la del presidente de la Cámara de Comercio de Austria, Christoph Leitl, que calificó las sanciones de "sinsentido que no ha ayudado a cambiar nada". "Necesitamos una base de confianza, porque ambas partes han sido perjudicadas mutuamente con las sanciones", dijo Leitl en declaraciones al diario Der Standard. Cerca de 1.200 empresas austriacas exportan maquinaria y medicinas a Rusia por valor de 3.100 a 5500 millones de euros. Según el presidente de la Cámara de Comercio de Austria, las exportaciones han caído un 40% desde la introducción de las sanciones. "Hay tantos focos de crisis en el mundo que se impone a todos un cambio", afirmó Leitl. "Es el momento ─continuó─ de poner fin a las sanciones, a través de conversaciones y negociaciones se consigue más que con sanciones".

Es que la pelea entre dólar y euro, no trae beneficios públicos a nadie.

Se ha querido comparar en varias ocasiones la presidencia de Vladímir Putin con la de Leonid Brézhnev, cuyo mandato estuvo marcado por el inicio de la dependencia de la exportación de hidrocarburos y el denominado "compromiso histórico", el "contrato social" por el cual el Politburó del PCUS garantizaba a las masas un cierto grado de estabilidad a cambio de la ausencia de conflictos sociales como los que Europa oriental vivió en la década de los sesenta. La consecuencia de todo ello fue el conocido "estancamiento", un período marcado por el inmovilismo ideológico y el aumento del gasto militar mientras la apatía política y los procesos de desintegración de la economía seguían su curso. La ausencia de reformas agravó la situación hasta el desplome definitivo de la URSS, cuando ya eran difícilmente aplicables.

Aunque el de "estabilidad" ha sido un concepto clave en la presidencia de Putin ─en particular en comparación con el caos que caracterizó a la presidencia de Borís Yeltsin─, hay algo que diferenciar ─ideología aparte─ este período del de Brézhnev, y es, obviamente, que el Kremlin cuenta con un precedente a evitar. Las diferentes medidas económicas que ha adoptado o su política internacional, tendente a reforzar la multilateralidad y encontrar aliados entre los países emergentes, son una muestra en ese sentido. Mientras tanto, en el propio país, Putin parece gozar de lo que el periodista estadounidense Mark Ames ha llamado "momento Nixon", en referencia a la "mayoría silenciosa" que ha constituido el respaldo de ambos presidentes, con base sobre todo en el interior de Rusia y escasamente representada en los medios de comunicación occidentales.

Por ahora todo indica que la popularidad de Putin permitiría a Rusia Unida no sólo revalidar, sino mejorar sus resultados, mientras que la oposición parlamentaria, que ha tenido un papel deslucido en la última legislatura, perdería fuelle.

Borís Kagarlitsky ha definido Rusia en uno de sus últimos libros como un "imperio de la periferia". Para el conocido sociólogo ruso, la paradoja del país consiste en que, a pesar de haber sido económicamente parte de la periferia, la mayor parte de su historia como proveedor de materias primas (pieles, grano, hidrocarburos) al centro, Rusia fue, al mismo tiempo, un gran imperio europeo. Desde Stalin a Jruschov, los dirigentes soviéticos se propusieron que la URSS escapase a su condición de país periférico e incluso que "igualase y superase a América" en sus indicadores económicos.

En 1991 Rusia se reintegró oficialmente en la economía mundial como periferia. Con su estrategia de reestatalización de sectores clave de la economía, en particular los hidrocarburos, Putin permitió la recuperación parcial de ese estatus. En 2015 Rusia pudo volver a presentarse como potencia internacional frente a las pretensiones estadounidenses de reducirla a mera potencia regional, aunque aún integrada en el sistema-mundo. ¿Qué ocurrirá en 2016 a 2020, ante los previsibles shocks económicos? Resulta difícil saberlo. Rusia, eso sí, seguirá debatiéndose entre ser "imperio" y "periferia".

Cabe añadir un clima de sospecha generalizada hacia Rusia, acusada, además, del envenenamiento del doble espía ruso, de querer desestabilizar a los países occidentales con injerencias en sus procesos electorales y campañas de desinformación en las redes sociales.

Los medios de comunicación rusos han destacado los encuentros de empresas de la Organización de Cooperación de Shanghái y los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), una cumbre de empresas del sector energético y una conferencia sobre el desarrollo económico del Ártico, una región cuyo control es creciente motivo de disputa entre varias naciones por los recursos naturales que atesora.

El centro de atención, en cualquier caso, han sido como era de esperar las relaciones entre Rusia y la Unión Europea. El lema de esta edición del SPIEF ha sido En el umbral de una nueva realidad económica. Esta "nueva realidad económica se refiere, entre otras cosas, a las sanciones que la UE y Rusia se han impuesto la una a la otra y que han afectado en diferente grado a sus respectivas economías. Por ese motivo de todos los invitados uno de los más esperados fue el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. En un discurso medido, Juncker destacó la interdependencia entre la UE y Rusia y puso énfasis en la necesidad de cooperar. "Aunque nuestra relación está marcada hoy por la desconfianza, no está rota de manera irreparable", dijo. "Siempre he creído en la fuerza del diálogo", añadió Juncker, quien habló incluso de un gran proyecto de futuro: "Nuestro mundo es hoy más frágil e incierto que nunca. Hemos entrado verdaderamente en una era de fragmentación. Y en este mundo Rusia tiene una oportunidad y yo diría que también un deber: utilizar este poder por el bien común, trabajando con la Unión Europea como socio. Para la Unión Europea y Rusia, la recompensa será algún día grande: una extensa región gobernada por el derecho, comerciando libremente y trabajando en proyectos comunes". El presidente de la Comisión Europea, empero, también pidió respeto a la soberanía de Ucrania e insistió en que el inicio para restablecer los puentes era el respeto a los acuerdos de Minsk.

Unas palabras de reconciliación que, un día después, fueron reconocidas por el presidente de Rusia, Vladímir Putin, quien en el mismo foro apostó por retomar la cooperación con la UE. "A pesar de todos los problemas, la UE es nuestro socio económico y comercial clave", afirmó Putin, quien añadió: "Nosotros sólo respondimos [a las sanciones comerciales] y no guardamos rencor a la UE".

Lo cierto es que tanto Emmanuelle Macron y Trump, desean alejar a Rusia del eje China- Venezuela- Bolivia- Cuba. El fin de esa meta es fortalecer el dólar y debilitar el yuan para darle más fuerza al euro, pero que este su valor por debajo del dólar.



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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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