Los peligros del discurso

LOS PELIGROS DEL DISCURSO

Uno de los grandes logros del homo sapiens fue cuando descubrió que estaba apto para emitir palabras, más allá de los graznidos a los que estaba acostumbrado. Esto fue parte de la evolución que lo condujo a modificar las cuerdas vocales que le permitió articular otros sonidos. A partir de estos cambios comenzó identificar los objetos con un nombre que al final, después de almacenarlos en su cerebro, dieron origen a lo que podría llamarse el primer lenguaje oral primitivo, el cual derivó en los llamados y diversos idiomas o lenguas. Estos le sirvieron al humano para comunicarse más fácilmente con sus semejantes. Supongo que fue cuando se abandonó el lenguaje por señas.

Este progreso no se detuvo, una vez que el cerebro, también evolucionado, comenzó a acopiar palabras surge lo que hoy llamamos pensamiento. Pensamos con palabras y no con imágenes, por eso de la ley del menor esfuerzo. Es más sencillo identificar la mesa mediante un vocablo y no imaginar un objeto con cuatro patas y una tabla encima de estas. El permitir al cerebro guardar palabras en alguno de sus resquicios o lóbulos cerebrales contribuyó a que el homo sapiens conformará ideas. Es decir, la representación mental que surge a partir del razonamiento o de la imaginación de una persona. Como se ve, con la aparición de la palabra el troglodita evoluciona para conformar ideas y para ello es necesaria "la razón", es decir la capacidad de la mente humana para establecer relaciones entre ideas o conceptos y obtener conclusiones o formar juicios. La razón fue uno de los grandes logros del homo sapiens.

Ciertamente la palabra fue un gran logro para los humanos, el problema surge que dicha palabra es buena o mala dependiendo del uso que se le de. La palabra sirve, entre tantas acciones para comunicarse entre sí, para enamorar, halagar, enseñar, fomentar la cooperación, estimular, transmitir ideas, mostrar, señalar, explicar, razonar, aprender, rezar, entre tantas actividades de utilidad. Sin embargo, dependiendo la finalidad y de la persona que la emplee, puede ser utilizada para malos fines, por ejemplo para manipular, acusar, denigrar, intrigar, levantar falsos testimonios, engañar, insultar, mentir, difamar, repudiar, ultrajar, zaherir, maldecir, calumniar, desdeñar, afrentar, ofender, tiranizar, seducir, reprender, lastimar, injuriar, afrentar, deshonrar, maltratar, desacreditar, profanar, censurar, reprochar, agraviar, agredir…entre tantos vocablos que se suelen esgrimir para expresarse mal del prójimo o atacar verbalmente.

Como se nota en el párrafo anterior la palabra puede ser utilizada para bien o para mal. El uso más común de estos signos es en los sermones de las iglesias y en las reuniones políticas, empleadas con profusión en los llamados discursos.

Un sermón es un discurso cristiano u oración evangélica que predica el sacerdote o pastor ante los fieles para la enseñanza de la doctrina. Entendiéndose por discurso el enunciado o conjunto de enunciados con el cual se expresa, de forma escrita u oral, un pensamiento, razonamiento, sentimiento o deseo. En el caso de la política, el discurso es la exposición oral sobre un asunto determinado, pronunciada ante un público con el fin de convencer o conmover, en especial en un acto solemne o político.

Evidentemente, el discurso o sermón no es más que un contenido elaborado y proclamado por una persona con un objetivo o finalidad, proferido hacia un público determinado para generar en este cierto estado de ánimo, bien para adoctrinar o bien para conseguir cierta respuesta en forma de una acción pública o privada, individual o colectiva. Aquí es donde el discurso constituye un peligro para una sociedad. Según la intención del orador al final de la alocución se puede producir, hasta una sublevación con las graves consecuencias que esto engendra. Debo dejar claro, el orador tiene un objetivo y para esto debe crear un estado de ánimo entre los asistentes. Lo importante del discurso no es que esté sustentado o concebido sobre verdades, lo substancial es el estado de ánimo que él puede generar con sus palabras entre los espectadores.

Lo anterior, es decir los discursos agresivos no solo se conocen en la política, los sermones de la iglesia son propicios para generar estados de ánimo y como consecuencia, provocar la aceptación o repulsión a favor o en contra de una persona. Fueron notorios los discursos o sermones en el púlpito de la iglesia para responsabilizar a los judíos de la muerte de Jesús. Apreciación que duró más de mil años entre los feligreses católicos. Me voy a permitir copiar un párrafo del discurso de un sacerdote en una Iglesia europea en siglo XX: "No temáis las amenazas de los impíos porque su gloria es estiércol y gusanos. Hoy se engríe y alza soberbio, mañana nacerá derribado y no será nada; pues habrás vuelto al polvo de la Tierra y su alcurnia habrá desaparecido. Por eso hijos míos cobrad ánimo y combatid varonilmente por la ley, y Dios hará que vengáis a ser gloriosos de nuevo". O bien veamos una carta de Martín Lutero dirigida a Erasmo de Rotterdam. Eran los tiempos aciagos de la Reforma, cuando se vislumbraba la escisión de la Iglesia Católica: "No pienses que la cuestión podrá quedar arreglada sin tumultos, escándalos y revueltas. De una espada no puede hacer una pluma, ni de una guerra la paz. La palabra de Dios es guerra, es escándalo, es ruina, es veneno; como un oso en un camino y una leona en un bosque, avanza contra los hijos de Efraín. (Sendos textos los reproduje tomado de mi libro "Antología de la estupidez"). Como se lee, en ambos discursos el cura y el pastor en su arenga, buscan despertar el odio uno a los feligreses de la iglesia y en el otro para conquistar a Erasmo, el lector de la carta; en cada caso, con una finalidad. Todo discurso tiene un objetivo, un emisor y un receptor; así mismo, el resultado que podría ser una sublevación, una acción de unos contra otros y crear cierto estado de ánimo. En el caso de Erasmo, sacerdote católico, Martín Lutero deseaba convertirlo en pastor de la nueva iglesia cristiana.

Todo discurso, sobre todo el relativo a la política tiene tanto un objetivo, como captar un público con alguna intención, un emisor (el orador), un receptor (el público al cual se dirige el orador) y una intención, es decir, modificar la conducta de los oyentes según el objetivo que orador desea generar y finalmente, el resultado. Este último tiene que ver con la actuación de la audiencia, una vez finalizado el discurso, según lo previsto en el objetivo del mismo. Esta última puede ser la de una simple captación hacia una causa (adoctrinamiento) o también, una sublevación colectiva con resultados peligrosos. En este postrero renglón, tal como algunos sermones de los sacerdotes o pastores, pueden incluir intenciones escondidas. Un ejemplo de estos son los discursos de odio de Hitler. El objetivo era causar en el pueblo alemán una animadversión hacia el pueblo judío, por ejemplo: "No creo que se pueda combatir la tuberculosis racial si no se consigue librar a la gente de su organismo que la produce este influjo de lo judío nunca se esfumará, y el envenenamiento del pueblo no acabará mientras el agente causal, el judío, no sea extirpado de nuestro medio". Como se nota, el discurso de odio de Hitler no se diferencia mucho del de los sacerdotes y el de Martín Lutero, quien también escribió en el año 1500: "Pido a nuestros gobernantes que tienen súbditos judíos que ejerzan una dura piedad con el desdichado pueblo […] Deben actuar como el buen médico que, cuando la gangrena avanza, proceden sin piedad a cortar, serrar y quemar carne, venas, huesos y médula. En este caso debería seguirse un procedimiento similar".

Lo que está sucediendo hoy en Palestina fue planificado en el año 1896. La limpieza étnica fue premeditada por Theodor Herzl quien reconoció indirectamente en el "Estado judío" que Palestina fue poblada por sus nativos, y que el pueblo nativo iba a resistir el proyecto sionista igual como cualquier pueblo expuesto a algo semejante. Herzl explicó con metáfora que el sionismo será más avanzado y eficaz en eliminar a los nativos "salvajes" explicando: "Si hoy se quiere construir una nación, no hay que hacerlo de la manera que fuera posible hace mil años. Es una insensatez volver a viejos grados de cultura, como quisieran muchos sionistas. Por ejemplo, si resolviéramos aniquilar las fieras de un país, no lo haríamos a la manera de los europeos del siglo V. No nos pondremos en campaña en forma aislada contra los osos, armados de jabalinas y lanzas, sino que organizaremos una grande y alegre cacería, acosaremos a las bestias hasta tenerlas reunidas y recién entonces arrojaremos una bomba de melinita". Esta última es una sustancia explosiva cuyo componente principal es el ácido pícrico, un explosivo potente y oxidante fuerte usado como combustible de cohetes. Como se nota, el discurso de odio puede perdurar en el tiempo y puede traer consecuencias desastrosas, tal como la que está viviendo el Medio Oriente.

Lamentablemente el odio es un componente del ser humano que es aprovechado en los discursos religiosos y políticos para desatar ese demonio que permanece aletargado en alguna parte del cerebro. Lo que no es fácil de predecir es cómo será el desenlace, una vez que se de rienda suelta a esa fuerza comprimida desde hace tiempo. Quizás por eso prefiero creer en los afirma el productor y guionista estadounidense Orson Welles: "El odio racial no es de naturaleza humana. El odio racial es el abandono de la naturaleza humana". Lee que algo queda.

Enoc Sánchez



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