En escenarios como la OEA y más recientemente durante la Cumbre de Río, en República Dominicana, el cinismo de Uribe quedó en evidencia, una vez más. Claro, no es un cinismo cualquiera, en un cinismo cargado de "bombas racimo", un cinismo manchado de sangre, un cinismo peligroso, guerrerista e invasor. No es cualquier cosa.
A muchos no gustó el abrazo, los saludos y las sonrisas de la Cumbre de Río. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez y el presidente de Ecuador, Rafael Correa tuvieron que tragar grueso y poner su vocación pacifista por encima de las diferencias con el "cínico invasor" presidente de Colombia.
La firmeza de Correa al mirar de frente y con dignidad al cínico que se levantó de asiento para ir a darle la mano, después de haber vulnerado la soberanía de su país, fue clara y contundente. Ni sueñen que las cosas quedan ahí. No crean que las palmaditas en la espalda y las falsas disculpas del lacayo de Bush son suficientes para calmar la indignación del pueblo ecuatoriano. Solo que la paz, está por encima de otros sentimientos más "mortales o humanos" y fuera de las áreas de diplomacia que seguramente sentía el valiente presidente Correa.
Chávez, para variar, los desestabilizó a todos. Escuchó, tomó nota y cuando habló, sorprendió a más de uno. El ambiente tenso de la cumbre se distendió, hizo entrar a dos damas al recinto, la senadora Piedad Córdoba y Yolanda Pulecio, la madre de Ingrid Betancourt y le dio a Uribe una fuerte bofetada, sin tocarlo siquiera.
Uribe tuvo que calarse los aplausos, las atenciones y compartir el mismo espacio, respirar el mismo aire con estas dos mujeres que han sido declaradas enemigas de su estilo mafioso de gobernar, que han denunciado sin temor las barbaridades de su gobierno y que se le han enfrentado cada vez que ha sido necesario para decirle lo equivocada que está su política guerrerista, responsabilizándolo de la agudización de los conflictos internos del país neogranadino, sumido desde hace más de 50 años, en un sangriento conflicto armado.
Pero luego, para colmo, Chávez se paseó por un discurso donde desmontó, una a una las mentiras, no solo de este cínico, sino de otros presidentes del "hermano país" que han sido títeres del Imperio en las acciones permanente para tratar de descalificar al presidente y líder de la revolución venezolana. Chávez, con un tono sereno y con argumentos, se burló de Uribe, lo puso en evidencia para que luego Cristina Fernández de Kirchner, sin compasión, le diera a Uribe hasta con los tacones de sus zapatos, cuando le dijo que la ilegalidad solo se combate con legalidad. (toma lo tuyo Uribe).
Uribe quería hablar, quería contradecirlos, quería tantas cosas… pero los presidentes integrantes del grupo le dijeron a coro: "invasor", unos con verbo diplomático, otros con un tono más intenso y sin adornos, como Daniel Ortega que fue preciso, conciso, revelador…pero lo cierto es que no hubo quien se atreviera a simpatizar siquiera con los desmanes del "empleado de Bush".
Solo, evidenciado, sometido al escarnio del mundo, así quedó Uribe. Por mucha maniobra y por muchos dólares que inviertan los imperios mediáticos de Colombia, Estados Unidos y Venezuela, el asesino quedó al descubierto.
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