Evo… Evo… ¡Contra Evo como sea!

Evo… Evo… Contra Evo como sea”, es una consigna del imperialismo y de la oligarquía boliviana y también un poco más allá de sus fronteras. Hace justamente dos años y un poco más publicamos un extenso artículo o documento cuyo título lo parafraseamos o lo plagiamos de un famoso libro de Lenin: “¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?”, que trataba sobre esa inminente oportunidad que tuvieron –los revolucionarios- de asirse del poder en el mes de julio de 1917 en la Rusia en que no había acabado con el dominio del zarismo pero tampoco había cuajado el dominio de la burguesía. El artículo o documento que publicamos le pusimos de título: “Bolivia: ¿se sostendrá Evo Morales en el poder?”.

Decíamos, el 11 de agosto de 2006, entonces, que no existía duda que en América Latina se estaba pensando distinto que antes de comienzo del siglo XXI. Igualmente expresábamos que en toda América Latina y el Caribe agora, para hacer recordar el lenguaje de don Quijote y de Sancho Panza quien se llevó la justicia con él cuando abandonó su puesto de gobernador de una ínsula imaginaria, se habla abiertamente no sólo de antiimperialismo, sino también del único régimen capaz de sustituir al capitalismo salvaje para establecer un nuevo mundo posible: el socialismo. Y dos meses antes del mismo 2006 en un artículo titulado “Evo: pa’lante que pa`tras espanta”, explicábamos lo que representaba, con las primeras medidas de nacionalización de hidrocarburos, el nuevo gobierno boliviano para la oligarquía boliviana, el imperialismo estadounidense; y, además, para gobiernos que, en nombre de su pueblo y hasta de ideas anticapitalistas, defienden los intereses de empresas privadas criollas por encima de los intereses de la nación donde explotan y saquean la materia prima ajena.

 Quienes han creído o creen en la perduración eterna de la ignorancia política o ideológica de todos los estratos o estamentos del pueblo, se equivocan del tumbo al tango. Nuestra realidad actual latinoamericana y caribeña está demostrando, en esta época, que no es así. Por ejemplo y lo repetimos como hace dos años y más: se nos dice, y así lo entendemos, que vivimos un mundo totalmente integrado, que la globalización capitalista es una realidad y hasta que resulta innecesario intentar nadar contra esa corriente histórica. Sabemos que los ideólogos de la perversión social, los magnates de la economía de esa globalización imperialista, esconden una gran verdad irrefutable, esa que nos enseña que los pueblos también despiertan y aun cuando soporten el peso de la explotación y la opresión no se resignan a ser los sufridos de por vida y es, entonces, cuando se percatan que lo único que se plantea globalizar el imperialismo salvaje es la pobreza, el dolor, el desempleo, el hambre, la sed, la prostitución, la delincuencia, la niñez y vejez abandonadas, la desesperanza para la juventud, las epidemias y la violencia social. A esa realidad, lo van sabiendo los pueblos, es necesario también oponerle la globalización de la lucha antiimperialista, la acción y el pensamiento por la revolución, el clamor de justicia y libertad que haga un mundo nuevo posible, el odio contra los grandes depredadores de la humanidad y de la naturaleza, el amor por todos los necesitados de la tierra, el rechazo contra las atrocidades del imperio, y la solidaridad entre los pueblos. En fin, también es el tiempo propicio en que toda política, en el pensar y en el accionar, tiene que verse con el ojo clínico del internacionalismo revolucionario. Y de allí llegábamos a una conclusión que nos parecía y nos sigue pareciendo muy importante: Bolivia se convirtió en el horno actual, desde el punto de vista proletario, más amenazante de fuego en América Latina para la política imperialista estadounidense, quien pretende conquistarse el dominio absoluto de todas las riquezas del continente americano. Y que aquello se veía acentuado con la llegada del líder indígena Evo Morales a la Presidencia de Bolivia.

 Creíamos como creemos que todo análisis sobre Bolivia, su situación interna y lo que sobre ésta influye la externa, la biografía de sus hombres y mujeres, de los partidos políticos y gremios, de sus clases y sus etnias, de sus sueños y necesidades, tiene que hacerse con el conocimiento, con el cuidado y el tacto de un ducho médico-partero que no sólo sabe determinar su deber profesional, sino también conocedor al detalle de la anatomía del cuerpo de la embarazada, su estado psicológico, las condiciones de un quirófano, el filo del bisturí, la capacidad de la ayudantía, la incertidumbre o la certidumbre del esposo y de los familiares de la paciente, el aire y sus aditamentos exteriores como igualmente la exactitud del tiempo de embarazo para ordenar y realizar la operación quirúrgica. Bolivia no es un accidente ni resultado de un número victorioso en un juego de azar. Es una sucesión de hechos históricos que la han colocado a la vanguardia de un raro despertar que la acerca al asalto del poder político para que su pueblo grite: dictadura del proletariado con sólido apoyo de campesinos, estudiantes, intelectuales, marginados, gremios y hasta soldados rebeldes. Y el triunfo de Evo vino a ser un hecho significativo, un paso de avance, por lo cual se iba a convertir en un objetivo de vida o muerte, para el imperialismo estadounidense y los oligarcas bolivianos, su derrocamiento luego de dejarlo correr unos cuantos kilómetros de distancia para medirle con exactitud sus intenciones o determinar sus inclinaciones verdaderas de gobernar, aun cuando sabían que el programa de Evo no era propiamente de dictadura proletaria o de socialismo.

Sin embargo, el mundo y –especialmente- los bolivianos y los latinoamericanos se percataron de las reacciones que hubo, dentro y fuera de Bolivia, cuando Evo decidió nacionalizar los recursos energéticos y ponerlos, en primer lugar, al servicio del pueblo boliviano. Incluso, no olvidemos que algunos gobiernos –donde no están incluidos ni el de Venezuela ni el de Cuba- que de vez en cuando se le salen de sus bocas palabras como socialismo, justicia social, revolución del pueblo, pegaron el grito al cielo protestando contra el derecho del gobierno boliviano a defender los intereses esenciales de su nación y de su pueblo.

Bolivia, aun con su pedazo de mar expropiado, es el corazón de Suramérica. Allí se purifica o se contamina el aire que va a los pulmones de las regiones que le rodean. La Paz está muy elevada para esclavizarla por debajo del cielo. Demasiados dioses naturales conspiran contra la desmemoria y la ignorancia, y no dejan que éstas obnubilen la razón que las etnias de trabajadores tienen de amor por la naturaleza y por el hombre y la mujer mismos. Bolivia más reparte sangre a Suramérica que cualquier otra nación de sus integrantes, aunque no la dejen llegar al mar. Bolivia continúa teniendo una de las grandes venas abiertas de América Latina con la mayoría de su identidad venida de siglos que unen el pasado con el presente, y saben que existe un futuro nuevo posible. Sólo hay que conquistarlo porque teóricamente ya se tiene noticia de él. En Bolivia hay una chispa que ningún extintor la extinguirá, aunque Evo sea –Dios y el pueblo boliviano y los pueblos latinoamericanos no lo quieran- derrocado.

Si se permite que el imperialismo se apodere por completo de Bolivia, llegaría a poseer -¿quién sabe por cuántos años?- la altura suficiente para disparar sus cañones hacia las distancias calculadas con exactitud sobre el resto de Suramérica. No es desde ahora que en Bolivia insurgen nubarrones políticos que cuestionan la estructura y la superestructura capitalistas. Los mineros huelen tanto a revolución como los indígenas a rebelión. La oligarquía boliviana huele tanto a manos manchadas de sangre de pueblo como el imperialismo a saqueo y muerte.

 ¿Qué está aconteciendo en Bolivia que quieren derrocar primero a Evo para que luego siga la secuela por otras naciones de América Latina?

 Sólo con el órgano de la visión es suficiente para saber que en Bolivia existe una pequeña vanguardia clasista, es decir, obreros, campesinos e indígenas, ganados para la lucha revolucionaria y por objetivos revolucionarios. Eso es importante pero no es suficiente. No basta con saber cuál es el enemigo principal a derrotar en una determinada fase de la historia. Es indispensable crear el instrumento político esencial de vanguardia que sea capaz de mezclarse con las masas, fundirse con ellas, tratar de organizarlas, crearles conciencia, orientarlas en el programa revolucionario, trazar estrategia y táctica de clase correctamente sobre la base de la realidad objetiva tanto internacional como en lo nacional, medir con exactitud la correlación de fuerzas en sus diversas manifestaciones, calcular la influencia recíproca entre las condiciones interiores y exteriores, y armar a las fuerzas del cambio revolucionario. En fin, la experiencia histórica continúa enseñando que el partido político del proletariado es la organización clasista por excelencia de vanguardia revolucionaria. Podrá Bolivia estallar en mil convulsiones sociales, pero mientras el pueblo –esencialmente los obreros, los campesinos y los indígenas- carezcan de esa vanguardia, la reacción gozará de suficientes factores (económicos, políticos e ideológicos) para frustrar el sueño revolucionario, que no es otro que el socialismo.

 A diferencia del pasado, en la actualidad se están dando y desarrollando ciertas condiciones internacionales favorables para que el proletariado y su vanguardia política, al frente de algunos pueblos latinoamericanos, se acerquen mucho más al escenario en que tendrá, por la lógica de la evolución histórica, que producirse un estallido en que las masas, pasando por encima de partidos y gremios y sus líderes tradicionales, osarán intentar tomar el cielo por asalto para asirse de poder político. No es, así lo vemos nosotros, el momento para jurarle a los pueblos la realización inmediata -¡ya!- del socialismo como fase sustitutiva inmediata del capitalismo. Es mucho más importante entender que el trecho es demasiado largo mientras no se convulsione el capitalismo altamente desarrollado y se le desplome su poder político. La preparación debe ser para armarse del poder declarando el proceso revolucionario como antiimperialista. Ya eso en sí contiene algo de transición entre el capitalismo y el socialismo que es una etapa inevitable antes de construir el mundo nuevo posible. Cualquier otra consigna revolucionaria apegada a liberación nacional o reformismo permanente resultará un termidor para que el status capitalista quede intacto con caras nuevas en el gobierno político pero del mismo contenido de los que se han sustituido.

 La dirigencia que cree engañar todo el tiempo a todo un pueblo con frases rimbombantes, hermosas, prometiendo feliz futuro mientras ella se goza el presente con sus conciliaciones y venta de contrato, sacándole provecho a la burocracia, puede estar segura que tan pronto asome un ventarrón de esos que sacan el árbol de raíz, serán derrotados y barridos –más temprano que tarde- por esas masas que se desbordan con pasión viviente, con locura ardiente y consciente en el sacrificio por la conquista de sus sueños. Los resplandores del ejemplo de tantos mineros muertos en protesta y lucha, de tantos indígenas osados y corajudos, de aquellos próceres (Sucre y otros) que comenzaron hacer el camino y se marcharon de este mundo perseverando en tratar de concluirlo, del Che y sus discípulos desafiando todas las corrientes poderosas de los vientos del norte y hasta del sur que se juntan para frustrar esperanzas redentoras, están dándole luz a una nueva conciencia revolucionaria que enaltece el espíritu de varios pueblos latinoamericanos en los primeros años del siglo XXI. Ya no habrá vuelta atrás. Los Quijote no son contra los molinos de viento ni manadas de ovejas, porque muchísimos Sancho ahora miran y aprecian las realidades en sus verdaderas contradicciones y son tomados en cuenta por los alfareros de futuro. Los cambios se están poniendo a la vista. Los brazos fuertes de los trabajadores, los campesinos, los indígenas, los estudiantes rebeldes, los intelectuales que no se trasnochan en el academicismo del reformismo social, las prostitutas que ya no quieren que su sexo siga siendo una mercancía de mercado público o privado, los religiosos que ven en Jesucristo una razón para la realización plena del hombre y de la mujer en libertad, los marxistas que reviven el Marx y el Engels verdaderos del “Manifiesto Comunista”, los que resucitan a Bolívar para asimilar sus verdaderas enseñanzas internacionalistas, los homosexuales que han comprendido que la redención es una obra muy superior a los placeres del sexo, los soldados convencidos que el ejército debe ser siempre de libertadores y no de opresores, harán la revolución, desplazarán el carro de la historia por la corriente económica que liberará a la humanidad de toda esclavitud material y espiritual. Por eso, en este momento, una buena parte del pueblo boliviano, está siendo ejemplo materializado de rebeldía revolucionaria antiimperialista, y por entrar a la transición del capitalismo al socialismo, aunque más tarde que otras naciones o pueblos llegue a la creación completa de un régimen de vida social nuevo y ya demostrado que es posible: el socialismo. Aisladamente todo grande sueño práctico se transforma en una utopía teórica.

 Nada es más importante para los pueblos de América Latina y el Caribe, para los revolucionarios de todo el continente americano, que el ejercicio de la solidaridad con el proceso que actualmente vive el pueblo hermano boliviano para tratar de decidir su propio destino, pero eso no lo puede llevar a cabo independiente de la realidad internacional, especialmente la económica, que le determina –aunque sea en última instancia- el curso de su historia. Ojalá, quieran los dioses naturales, que son tan mortales como los seres humanos, y quiera el pueblo boliviano, nuestra boca sea la medida de la verdad.

 Lo más dañino para el proceso boliviano, con Evo Morales en el gobierno, sería la falta de solidaridad internacional de otros pueblos hacia el pueblo boliviano, pero al mismo tiempo lo sería también que el Presidente Evo se ponga a prometer conquistar la felicidad de los bolivianos para cuando lleguen al cielo y se olvide de que lo imprescindible es mejorar en buen grado las condiciones socioeconómicas de su pueblo en la tierra mientras llegan las condiciones del estallido universal por el socialismo. Bolivia no cuenta con los recursos económicos para hacer realidad de corto tiempo, y menos de manera aislada del contexto exterior, misiones y políticas que pongan al pueblo en el disfrute de sus esperanzas en la materialización de la vida. Se requiere de una gran cuota no sólo de sacrificio del pueblo sino de comprensión de la situación para asumirla como necesidad histórica mientras en el campo internacional se produzca una continuidad irreversible hacia la victoria de la humanidad sobre el descalabro y la descomposición completa del capitalismo –en general- y del imperialismo –en particular- que llevará a la globalización su total perdición. Esa será la gran hora del grito definitivo para el socialismo.

Una radicalización de un proceso revolucionario depende más de los factores externos que de los internos, donde la solidaridad internacional es el elemento decisivo. Así es hoy día y no de otra manera. La experiencia nos demuestra que aislados del mercado mundial, de las leyes del capitalismo más avanzado, respetando rigurosa y religiosamente la coexistencia pacífica entre los procesos revolucionarios y el capitalismo, no se llega más allá de un socialismo en las fronteras de un país, que termina siendo un escalafón para la vuelta a un capitalismo más salvaje y retrógrado para los pueblos. Por eso es necesario comprenderlas vicisitudes del proceso boliviano y los pasos que el gobierno de Evo Morales de hacer andar sin excluir a esa fuerzas odiosas y perversas que quieren derrocarle.

Evo no ha prometido el cielo al pueblo, sino mejorar sus condiciones de existencia, porque sabe que éste –independiente de sus múltiples creencias religiosas- quiere es felicidad en la tierra. Eso ha hecho que las fuerzas que lo adversan hagan todo lo posible por derrocarlo, porque un gobierno que pretenda generar justicia para su pueblo tiene –obligatoriamente- que ir reduciendo –en este tiempo- progresivamente la ganancia, la plusvalía y el poder de la propiedad privada sobre la sociedad. Y eso implica, al mismo tiempo, que el Estado revolucionario vaya convirtiéndose en el más grande y poderoso monopolista industrial, financiero, comercial y bancario de un país. Y para cumplir con hacer realidad ese sueño, necesita –sin romper abruptamente las necesidades de las circunstancias tanto externas como internas- ir armando al pueblo para defenderse de las conspiraciones y estallidos que se propondrán derrocarlo y confiar en la solidaridad internacional de los antiimperialistas. No es fácil gobernar revolucionariamente a un pueblo en este tiempo, pero el deber de todo revolucionario es intentarlo y tratar de hacerlo bien.

Es crítico el momento histórico que vive el gobierno del camarada Evo Morales. Las fuerzas más oscuras, con pleno apoyo del imperialismo estadounidense, forjan su derrocamiento. Si no ha caído todavía no es sólo por las reacciones de la importante masa de pueblo que lo sostiene, sino también por las reacciones de los gobiernos –especialmente el venezolano- de América Latina sosteniendo que no reconocerán a un gobierno producto de un golpe de Estado o de fuerza que sustituya al que preside Evo Morales. ¡He allí la importancia capital de la solidaridad entre las naciones o Estados contra las pretensiones del imperialismo y sus epígonos criollos, en este momento, en Bolivia!



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Freddy Yépez


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