India y Pakistán al borde de una guerra instigada por el Imperio

La última barrabasada de Bush

Desde hace cierto tiempo Bush y su camarilla le tienen la vista puesta a Pakistán con el pretexto de que en la frontera que comparte con Afganistán se alojan grupos terroristas. Para demostrar que de las palabras se van a los hechos, han sido reportados varios ataques de aviones  gringos contra comunidades inermes de ese país.

Los atentados en la ciudad de Bombay, que han dejado un saldo de casi 200 muertos y cerca de 300 heridos, fue planificado y ejecutado con una meticulosidad que llaman verdaderamente la atención, por la forma como se llevaron a cabo y el despliegue exhibido por los “terroristas”, lo cual causa asombro, y donde se evidencia una organización militar que ha demandado una cuantiosa participación de personas. Se ignora la profundidad de la investigación, y lo peor, si alguna vez saldrán a la luz pública las conclusiones de la misma.

Pero lo que está muy claro es que todas las “pruebas” e “indicios” apuntan inexorablemente hacia Pakistán, donde quienes tienen el poder real es el ejército creado, formado, pertrechado y sostenido en diversas formas por los Estados Unidos. Y esa descarada intervención norteamericana no es nueva, y se remonta a 31 años atrás cuando toma el poder el General Zia ul Haq (1977-1988), mediante un golpe de estado contra Zulfikar Ali Bhutto, ejecutado por los militares y padre de la reciente asesinada dirigente política Benazir Bhutto. Los hilos de este horrendo crimen conducen hasta el expresidente Pervez Musharraf.

Todos están conscientes que el ejército pakistaní es fiel y obediente a los Estados Unidos, pero en la actualidad priva una red política muy interesante cuyo control no ha podido ser asumido por Washington. Hasta el momento, se piensa que los autores pertenezcan al movimiento separatista de Cachemira, que siempre ha sido patrocinado por fuerzas políticas y militares pakistaníes alineadas con el Imperio.

En los atentados de Bombay se le ve la costura a la CIA. Por un lado el mensaje es claro: la India necesita de la protección imperial para defenderse del terrorismo y por otro lado, con las acusaciones sibilinas de que el gobierno indio manejó mal la operación de rescate de los rehenes y el desalojo de los “terroristas”, pretenden alinear también a este país en la misma dirección en que se encuentran los gobiernos fantoches de Irak y Afganistán, contando con la sumisión incondicional de Arabia Saudita y las satrapías del Golfo Pérsico, por lo que de ahora en adelante no quedan mayores opciones entre las cuales escoger, decisiones que seguramente les serán “sugeridas” a la India, en la línea de la aplicación de la doctrina Bush en su afán de acabar con el “terrorismo” en todo el mundo.

Barack Obama ha sido muy claro en su plan de reforzar la presencia norteamericana en Afganistán, y para ello no piensa en dejar ni un solo día a las tropas sin una “adecuada conducción”, por lo que ha ratificado en su cargo al señor Robert Gates como Secretario de Defensa. El objetivo es claro: avasallar a Afganistán para lo que necesitan urgentemente cortar las “rutas de aprovisionamiento” con el vecino Pakistán y para ello les urge también un buen remezón, que le permita a los Estados Unidos intervenir para “arreglar” la situación entre India y Pakistán. Allí esta el viaje “inocente” de Condoleezza Rice a ambos países.

Aparentemente la mesa está servida: el actual presidente de Pakistán, el viudo de la señora Bhutto, Asif Ali Zardari, no parece estar al control de la creciente violencia interna en su país, cuya estabilidad no está garantizada, y ese es el “talón de Aquiles” de su gobierno, del que Bush, in extremis, se quiere aprovechar, para regocijo de Obama. La India ha tenido problemas, como sub-potencia regional, en solucionar a su favor los problemas de Nepal o Sri Lanka (antigua Ceilán).

Los atentados de Bombay vienen como anillo al dedo porque seguramente el gobierno se verá obligado a endurecerse con sus vecinos, como lo hicieron reiteradamente en el pasado cuando intervenían descaradamente en el llamado Pakistán Oriental (hoy Bangla Desh), así como la breve guerra fronteriza con China en 1962 y en las continuas provocaciones contra ese país a inicios de los 70.

La situación no deja de ser compleja, pero mientras India y Pakistán se mantengan a tiro de fusil, no habrá problemas, porque es poco probable que dos países que tienen armas nucleares vayan a la guerra mientras no estén mejor documentados los atentados de Bombay. La conchupancia entre el gobierno de la India, del primer ministro Manmohan Singh con Bush, se selló en un acuerdo de cooperación nuclear.



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Omar Montilla


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