Álvaro Uribe Vélez, el presidente de Colombia está indignado. Al parecer su servicio de inteligencia le ha informado que las conversaciones o negociaciones entre Piedad Córdova y las FARC para lograr la liberación unilateral de un grupo de prisioneros o rehenes han progresado y que no sería de extrañar que un acontecimiento de esa naturaleza se produzca en breve, sin especificar fecha ni detalles adicionales. Su declaración que es reportada por el diario "El Tiempo" dice: "El Gobierno está informado de que ahora están tramando una nueva liberación humanitaria. Entonces asesinan y enseguida desorientan tramando una nueva liberación humanitaria", dijo el Presidente. Uribe aseguró que "Estos bandidos son cobardes. Los persigue la Fuerza Pública colombiana, y se van a violar el territorio de Venezuela. Son cobardes. Cobardes para asesinar aquí con argucias, engaños, farsas, a nuestros policías. Cobardes para no dar frente. Cobardes para irse a esconder violando el territorio de Venezuela".
O sea, que Uribe está
enardecido porque las FARC quieren liberar algunos rehenes, a lo que
él se opone, y dijo además que “no
acepta ningún tipo de intermediación de esta dirigente política,
y que todo es una farsa total”.
¿Cómo es eso? Debemos agradecer a Uribe por protestar ante las FARC
por la supuesta violación al territorio de nuestro país, pero curiosamente
este hecho no ha sido documentado por ningún medio, ni siquiera los
más afines al Imperio; pero no entendemos que se oponga a una “farsa”
que ni siquiera ha tenido lugar, y que en el caso hipotético de que
fuera cierta, debería ser apoyada y estimulada sin reservas.
Pero, ¿a qué se deben
estos arranques de furia presidencial? La respuesta es muy elemental.
Está cercado por una gran cantidad de escándalos que no son más que
el resultado de años de abusos, de tropelías, y que han sido registrados
ampliamente por la prensa internacional. Para evadir este cerco mediático
Uribe busca sus trucos favoritos para la distracción.
Para empezar, está
el gigantesco fraude cometido contra miles de humildes personas a quienes
les han quitado hasta el último centavo con el truco de los jugosos
intereses sobre los capitales invertidos. Por supuesto que este tipo
de fraudes son bastante conocidos, pero en Colombia tienen un ingrediente
especial, no sólo por la cuantía de la estafa, sino por los personajes
que se mueven tras bastidores, entre los que se encuentran los hijos
del propio Álvaro Uribe.
Para redondear el panorama,
tenemos las denuncias del pago de recompensas y otras prebendas a los
militares por ejecutar a miles de colombianos, a quienes en principio
se les presentaba como “muertos en combate”, cuando en realidad
se trataba de ejecuciones viles de inocentes, que nada tenían que ver
con la guerra, pero que servían para que los militares se “redondearan
el sueldo”, cobrando jugosas recompensas. Es lo que con todo cinismo
en Colombia llaman “falsos positivos”.
Hasta ahora se han
documentado y se investigan 2.200 asesinatos, pero esta cifra se multiplicará
con mucha facilidad. Casi todos los casos reportados se produjeron en
áreas rurales, donde difícilmente los familiares de las víctimas
pueden tener acceso a los medios o a las autoridades para hacer la denuncia,
por las constantes amenazas de muerte que reciben.
Ante tantas iniquidades,
el presidente Uribe no demostró el mismo tono furibundo que exhibió
al denunciar la farsa que supuestamente la senadora Piedad Córdova
(a quien no mencionó por su nombre) y las FARC estaban preparando,
es decir la liberación, no la muerte, de prisioneros o rehenes.
Esta práctica de pago
de recompensas no es nueva, pero lo “interesante” del asunto es
que para el pago de tales acciones se habría echado mano a fondos provenientes
de la Cooperación Internacional.
Algunos países, aquellos
que pueden permitírselo, destinan de sus presupuestos ciertas cantidades
de dinero destinado a “ayudar” a los países en vías de desarrollo
para la implementación de programas de salud, educación o acueductos,
es decir aquellos cuya ejecución no choque con la “iniciativa privada”.
Hay países, como Francia que tienen hasta un ministerio con igual nombre.
Pues bien, parte de esos fondos destinados a la ayuda “humanitaria”
que todavía recibe Colombia de parte de algunos de sus protectores,
es destinada para pagar a los militares que asesinan a víctimas inocentes,
haciéndolas aparecer cobardemente como miembros de las FARC.
Ante el cúmulo de
pruebas ante las que se enfrenta el presidente Uribe, hizo lo obvio:
minimizarlas diciendo que era “un
problema de corrupción puntual”,
desmentido después, ante la proyección del escándalo, por la renuncia
del comandante en jefe del Ejército, el general Mario Montoya.
Lo más grave del asunto
es que el gobierno de Uribe no tiene forma ni manera de parar estos
crímenes de lesa humanidad, por los que seguramente será juzgado,
junto a sus cómplices, por la Corte Penal Internacional, la misma ante
la cual aseguró en una ocasión que iba a llevar al presidente Chávez.
Para Uribe es muy difícil parar esta práctica sistemática de ejecuciones
sumarias, porque estaría en peligro la supervivencia misma de su política
de Seguridad Democrática.
Colombia: ¡Feliz Navidad!