América Latina, la que se extiende entre las riberas del Río Grande, en el norte, y la Tierra del Fuego, en el sur, con su mundo caribeño y centroamericano incluido, en sus más diversas formas denominatorias, como Sudamérica, si bajo un carácter geográfico, Patria Grande, si se atiende al enfoque histórico común, y hasta como “patio trasero”, si a las fuentes despectivas etnocentristas vamos; se estremece hoy a plenitud con el capítulo del golpe de Estado en Honduras, el tercer país más empobrecido del “subhemisferio occidental”, como le ha dado por llamar a este rincón de la Tierra al gusto norteamericano en su afán geopolítico de sentirse “apartheid” y más identificado con la región europea.
¿Quién lo iría a pensar, dado que la lógica nos invita a considerar estos estremecimientos como más probables si proceden de perturbaciones en países grandes, como Brasil, o de importancia enormemente geoestratégica, como Venezuela? Pero no, ya usted lo ve: la cabuya sigue reventando por lo más delgado, para utilizar un dicho de la patria de Bolívar; o, para decirlo con aires de estampida revolucionaria sobre las filas de la derecha política, el continente se estremece por el efecto de la “mariposa” hondureña.
Sí, así es, Honduras, el país cuya balanza comercial arroja un saldo negativo de casi cuatro millardos de dólares al año, cuyas exportaciones en un 67,2% tienen como destinos los EEUU y las remesas de sus emigrados constituyen el 30% del ingreso de divisas, además de verse afectado por casi un 30% de desempleo.¹ Cuatro o cinco familias, junto a las transnacionales, son dueñas de la mayor parte de las tierras. Es, además, un territorio de bases militares norteamericanas.
En modo alguno es despectivo considerar a tan “pobre país” como portador de efectos tan significativos, como si por condición de pobre no tuviese un peso específico sobre el tablón de las pasiones humanas. Por el contrario, desde la óptica de ser el país más atenazado por la garra imperial norteña, con todo su anclaje capitalista y neoliberal, nos sirve para decir, primero, que no existe bajo tal condición país próspero ni soberano en el mundo y, segundo, que precisamente por la misma condición resulta en extremo significativo sentar que es sintomático (en su desbarajuste) de que la derecha política se resiente ante su crisis de valores y reacciona a su antojo en el país de sus anchas –digámoslo así-, proyectando el sueño reactivo de todas las (extrema) derechas políticas del mundo hacia el continente.
Honduras, verdadero “patio trasero” de los EEUU por la denotación de permanente invasión que ése país sobre su suelo concreta y por el apoderamiento neoliberal de su cuerpo económico, hasta el grado que es llamada “república bananera” por antonomasia, es el país sin cortapisas de las extremas pasiones neocoloniales de la región, como acaba de quedar demostrado con el capítulo del gorilismo militar que, no obstante la desaprobación mundial, persiste incólume en el poder por la seguridad con que manejan a su antojo el aparato productivo y la institucionalidad del Estado, sin tomar en cuenta para nada el parecer popular, como es propio de los regímenes plutocráticos.
Decir que el evento golpista de ese país responde a una perfecta maquinación de los poderes de los “amos del valle” para enviar un mensaje de subversión y caos institucional hacia las bases de la democracia en la región, “aquejadas” por la plaga de un socialismo avanzante, es expresar una verdad a medias. No se duda en momento alguno que exista semejante intencionalidad, sobremanera para probar la capacidad de respuesta y solidaridad de la nueva propuesta política que toma cuerpo en América Latina, pero todo análisis es achacoso si no le hace honor a la verdad completa: la derecha política, y la extrema derecha, con todo y su paquete modélico neocapitalista, tuvo la oportunidad de cultivar un fruto distinto a la miseria con que plagó a las naciones sudamericanas, y ahora se encuentra abismada en una severa crisis de valores y modelos, con pueblos tomando conciencia y reclamando sus derechos; puyada en estampida, a la defensiva, tentada a sacar lo peor de su condición extrema para aferrarse a sus fenecientes privilegios. La izquierda, por su parte, en cualquiera de sus versiones aclimatadas, avanza recogiendo el descontento cosechado por el modelo arraigado, haciendo temblar estructuras, estatus, nombres, situaciones; cundiendo el pánico.
Los pueblos abren los ojos y las viejas castas se estremecen, como llevamos dicho. Y según tal razonamiento, que ha hecho se invente un nuevo decir, “Cuando veas Honduras arder, pon tu país en remojo” (dirigido a la vertiente de los cambios político-sociales), más allá de ser una provocación planificada contra la toma de conciencia latinoamericana, el golpe en Honduras no es aporreo sólo para la izquierda –como los sesgados analistas recomiendan-, sino que es expresión también del desesperado pánico que viven las derechas y las extremas derechas políticas del mundo, más allá del ámbito circunscrito de las Américas.
Notas:
¹ Luis Brito García: “Tegucigolpe” [en línea]. En Aporrea.org. – 17 jul 2.009. - [Pantalla 1]. - http://www.aporrea.org/internacionales/a82150.html. - [Consulta: 13 jul 2.009]
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