El golpe está en marcha y los tambores de los canales que lo aúpan, suenan con fuerza y a un compás que recuerda a un nada lejano 11 de abril de 2002, aquel del fascismo desatado, buscador de la yugular revolucionaria.
Ahora los francotiradores no son de la PM, son paramilitares, son mercenarios que han encontrado un nuevo mercado de la muerte en tierras andinas. Los blancos, estudiantes, almas en formación que son cobradas como venganza de un grupo de desaforados que quieren el poder a como dé lugar. A falta de militares barrigones, apelan a la compra de gatillos, actuando como proxenetas de la muerte.
Están conscientes de que la violencia es la única manera de acabar con este proceso de cambios profundos. La ejecutan para impedir que la revolución extirpe de la faz de la Patria todas las llagas e infecciones que su perverso modelo de vida trajo. Para sus expositores, las vías democráticas solo son un argumento de distracción para acercarse a sus verdaderos objetivos, atormentados por la certeza de que hay mucha conciencia popular de por medio. He allí el germen de su angustia.
Al son de la percusión golpista, se decantan las buenas intenciones, las propuestas de diálogo, las dudas simuladas, la levedad revolucionaria y la atribución de sensatez para reclamar tal, precisamente desde los sectores más desquiciados del país. El puñal oculto no les impide aparecer como mañosos adalides de la libertad, ni mucho menos elegir al calor de sus agrias apetencias, las víctimas propicias que acrecienten sus apuestas por el poder. En sus cuentas, ahora somos números, pero de lograr sus objetivos, seremos cadáveres que ofrendarán al imperio yankee sionista ¿Acaso alguien puede ya dudar de sus miserias, ante sus insensibles acciones en Haití?
Las viejas hienas de la oligarquía azuzan a sus camadas contra todo lo que huela a revolución, contra todo lo que reivindique al ser humano por encima del mercadeo y la usura, sobre la moral, las luces y el derecho a la vida en armonía con los semejantes y el ambiente. Con el látigo del terror mediático, instrumento funesto que desborda la rabia entre sus huestes, les arrean de nuevo por los senderos del golpismo.
Podemos verificar sus ritos de sangre en sus programas “informativos”, sus anclas ladran con furia para exacerbar guerras fraticidas, la histeria cunde por doquier alegando atropello oficial, cierre de canales y represalias tiránicas. Juntan bajo un solo origen, acontecimientos negativos dentro o fuera del territorio nacional, por más inconexos que sean, como prueba inequívoca de las políticas de régimen supresor de las garantías democráticas.
Sus crías fascistas, direccionadas por la caimanera mediática, incitan a la violencia dentro de estadios de beisbol con aforo de veinte mil aficionados, tratando de encender una chispa que se lleve la vida de cientos, tal vez miles de personas. Están tramando un nuevo Puente Llaguno.
Yo me digo: hoy como ayer, hay suficientes evidencias, públicas y notorias como para llevar a juicio a esta cuerda de apátridas que no quiere paz para esta tierra ¿Asistiremos a nuevos episodios de impunidad?
Los golpes a mi puerta son insistentes, las instituciones están llamadas detenerlos. Hay una deuda con el Pueblo implícita en ello. Es un deber ineludible en estos tiempos históricos que vivimos.
pladel@cantv.net